Esther Bejarano lleva el número 41948 tatuado en su brazo izquierdo. Con 18 años llegó al portón de Auschwitz y gracias a la música sobrevivió al mayor centro de exterminio de la historia del nazismo. Cantante de ópera y acordeonista de la orquesta femenina que tuvo el campo nazi para amenizar la estancia de los oficiales de la SS, esta artista franco alemana a sus 92 años visita por primera vez Cuba acompañada del grupo de rap Microphone Mafia.
“Tengo que aclarar algo: Resulta que yo no soy rapera, canto con ellos. Eso es una gran diferencia”, precisó el sábado en conferencia de prensa esta anciana que desde hace ocho años figura como MC de la banda alemana: “El rap está muy de moda y estoy segura que a través de él podemos lograr cosas en la juventud. La cultura rap es una de las más movilizadoras en ese sector”.
Con un concierto este 7 de enero en el Palacio de la Rumba junto a representantes del movimiento de Hip Hop cubano inició su periplo de presentaciones en la Isla Esther Bejarano, quien actuará además en Villa Clara, Camagüey y recorrerá varios espacios de La Habana como el Museo de la Alfabetización y el Proyecto Kcho en Romerillo.
“Toda la vida había querido visitar este país para conocer a las personas y su ideología, poder convencerme de que todavía existía acá un socialismo”, dijo Esther.
En Microphone Mafia Esther trabaja con su hijo Joram y otros dos músicos, el turco Kutlu Yurtseven y el italiano Rosario Pennino, quienes representan a tres generaciones y religiones distintas en escena: “Somos hebreo, católico y musulmán. Los tres tenemos una armonía magnífica y eso es un poco lo que nos interesa mostrar, que a pesar de las diferencias se puede hacer un trabajo conjunto”, dice la artista nonagenaria.
Tanto ella como los integrantes de Microphone comparten una posición política contra el fascismo. En el guion habitual del grupo casi nunca falta la lectura de algunos fragmentos de un libro donde la cantante cuenta su experiencia en Auschwitz y cómo la música le permitió sobrevivir al Holocausto.
“Un día la orquesta femenina del campo, ante la ausencia de artistas, empezó a buscar entre los prisioneros quien supiera tocar algún instrumento. Yo sabía piano pero no había ninguno allí. Entonces me preguntaron por el acordeón y aunque nunca había tenido uno en mis manos, dije que sí y me dieron una canción. Me resultó un poco difícil la parte de los botones pero lo logré y me aceptaron en la Orquesta de muchachas. Gracias a eso no tuve que trabajar tan duramente en el campo”, cuenta Esther, quien es además fundadora del Comité Internacional Auschwitz.
Luego la acordeonista de Auschwitz, como también se le conoce, emigró a Palestina, y allí vivió durante quince años. Pero por sus diferencias con la política de Israel volvió más tarde a Alemania: “Fue muy duro regresar a allí porque para mí fue y sigue siendo el país de los criminales. Solo con el tiempo pude adaptarme porque fui conociendo a muchos luchadores antifascistas y así pude sentirme un poco en casa. Lo único que me consuela es que en Alemania puedo mover fibras, influir en algo”.
Esther, según dijo en su primer encuentro en La Habana, dedicó gran parte de su carrera a la ópera, aunque aclara entre risas que eso ya no lo puede hacer a sus 92 años. No obstane, la artista tiene todavía fuerza y actitud suficientes para asumir el escenario: “¿De dónde tomo la energía? No lo sé. Lo que pasa es que como nos aplauden tanto y nos piden en tantos lugares que actuemos…”.