Santa Clara nunca dejó de esperarlo. Quince años después de su despedida, el trovador Levis Aliaga regresó a la ciudad y el reencuentro lo tomó por sorpresa. Le avisaron, pero él creyó que exageraban.
En diciembre llegó a La Habana, pero al centro de la Isla no llegaría hasta este enero. Lo hizo en pleno festival Longina y las remembranzas se desataron. Los santaclareños cantaron con él, lloraron con él, se abrazaron a él, espiritual y literalmente.
Levis entró a El Mejunje justo cuando Leonardo García interpretaba Ana, un tema de Aliaga casi mítico para los seguidores de la trova de los 90, y ya no tuvo más remedio que cantar ante el público que reclamaba sus acordes. Lo que sucedió entonces fue memorable.
Después Levis diría que no lo podía creer, que le habían dicho que pasaría pero que ni viéndolo lo pensó posible. Algo así solo había sucedido cuando él formaba parte del trío Enserie, y junto a Roly Berrío y Raúl Cabrera trataba de cautivar la sensibilidad de las personas con sus canciones.
“Me sorprendieron, me dejaron la cara aplaudida, no se me va a olvidar nunca”, comentó estremecido. Sus ojos, que no vieron Cuba en quince años, se humedecieron.
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El teatro La Caridad lo recibe. La sala Marta Abreu, donde cantara por última vez en 2002, le sirve de escenario. El lugar ha quedado pequeño para las tantas personas que han venido a verlo, ni aun sus pasillos y rincones han podido abrigar a todos. Los balcones quedan entonces abiertos para que vuele por la ciudad la fina poesía de Levis Aliaga.
“Me imagino que mucha gente espera que yo cante algo mágico –anuncia Levis– pero lo que yo voy a hacer es música; la magia nace así, por el arte”.
Y la magia nació diferente a la que algunos pensaron, a la del Levis de 2002. El trovador no se ha detenido en el tiempo. Para muchos, tal vez, será el concierto de sus vidas.
“Tenía muchas ganas de volver”, comenta Aliaga, quien nació en Ciego de Ávila en 1972 pero se desarrolló como músico en Santa Clara. La sala le responde con aplausos.
Los acordes fluyen y con ellos las canciones. Las de antes que son las de siempre: Parece un aguacero, El rey de los monos, El lago Ness. Y otras más cercanas en el tiempo, de su época en Islas Canarias: Más bueno que el pan, Lunático, Invitándome al Son.
Levis no ha parado de componer. Las canciones, le dice al público, le nacen en torbellino.
Casi al final llega el turno de Ana, y sus amigos de la Trovuntivitis lo acompañan en el conjuro. Esa imagen no se borrará fácilmente en los que ahí estuvieron. No faltó quien bajara las escaleras tarareando feliz.
Antes de terminar Levis aconseja con la seriedad de las buenas bromas: “la nostalgia hace milagros. Cuando quieran dedicarse a la música o la poesía… quédense solos”.
Mas, con tanta gente que lo añora y mantiene viva su obra, al menos en Santa Clara, ¿podrá Levis Aliaga sentirse solo alguna vez?