Cuando Ivette Cepeda canta, el mundo puede acabarse a nuestro lado sin que podamos percatarnos. Ella se roba toda nuestra atención no solo por lo hermoso de su voz sino por el sentimiento y la sinceridad con que interpreta cada una de las canciones de su repertorio.
Sus canciones son pedazos de su vida, por eso cuando pronuncia una frase muy sentida se queda como pensando en lo que fue, en el momento determinado que fue tal y como dice esa letra, y se pone melancólica, y se emociona, y se le desliza una lágrima por la mejilla. Quien está viéndola no puede menos que vivir con ella su tristeza o su alegría, como si fueran propias.
Es de las intérpretes cubanas actuales que siente lo que canta en cada célula del cuerpo, que respeta por encima de todo su trabajo y su público, que no ha perdido la capacidad de dialogar con él, de abrirle las puertas posibles de su vida.
Y lo que más se le agradece es que sepa escoger tan bien las canciones que canta, que tenga la capacidad de dejar su huella en los temas que otras grandes voces han cantado como las de Elena Burke y Moraima Secada. Ha tenido la inteligencia de escoger compositores de valía, cuyas obras forman parte de la mejor cancionística cubana y extranjera, que dicen cosas hermosas y perdurables.
En el escenario Ivette lo ilumina todo, ya sea en un gran teatro o en la peña de cualquier amigo, en tacones o en sandalias. Ella sabe ser auténtica y a uno, que la ha ido a ver, que se ha apiñado entre la gente para escuchar su voz o más bien para sentirla, lo único que le queda es volver a dar gracias por su presencia y su honestidad como persona y como artista.
Por eso seguramente este miércoles a las ocho de la noche el Cine Chaplin estará abarrotado con todos sus seguidores, que no querrán perderse la premier del documental “Una cubana en París” del realizador francés Dominique Roland, donde habla de su paso por la ciudad del amor, de Bola de Nieve y de Rita Montaner, de la música.
Cuando terminen los 26 minutos que dura este material se podrán disfrutar también las escenas de Miracle (que en francés quiere decir Milagro), el concierto único que ofreciera Ivette en el Centro de las Artes de Enghien-les-Bains en París, en noviembre del año pasado.
Todo un regalo de Ivette. Otra de las noches especiales que sabe ofrecer desde que irrumpió en el panorama musical cubano más reciente.