Es viernes en el Parque Almendares y la bailarina española Sara Guirado está sentada en un banco. Espera el momento de actuar junto al grupo Ensamble Vocal Luna, seleccionado como parte del proyecto Primera Base que compone el cartel de la cuarta edición del festival Havana World Music (HWM).
Durante el ensayo, se escuchan frases del argot popular cubano en forma de pregón: “se compra cualquier pedacito de oro”, “maní, chicle, chicletéate”… Sara permanece sentada con el pelo suelto y las piernas cruzadas, pero atenta al espectáculo del que será parte.
Vista así, envuelta en sencillez y tranquilidad, no parece Sara la exponente del bellydance o danza del vientre más famosa del mundo, la que ha trabajado codo a codo con Sean Penn y ha bailado ante jeques árabes. La que ha encantado con sus movimientos en países como Egipto, Brasil, Suiza, Seychelles, Sudáfrica, Francia, Tailandia y los Estados Unidos. La que tiene más seguidores en YouTube que la Reina Isabel en su United Kingdom.
Esta es su segunda actuación en el marco del festival que fue inaugurado el jueves 23 en Fábrica de Arte, con una espectacular presentación de la propia Sara. Un día después, rodeada de la bendita circunstancia de la música por todas partes, la Guirado conversó con OnCuba.
¿Qué ha significado para ti la participación en el HWM?
Ha sido una oportunidad para descubrir Cuba, un país que tenía muchos deseos de conocer. Este es un festival importantísimo, de músicas del mundo, que me permite trabajar en el ámbito de la música en vivo, que es algo que me apasiona muchísimo. Desde que empecé a bailar, siempre he trabajado con artistas en directo y, además de la presentación en la inauguración del festival, he tenido la oportunidad de interactuar con muy buenos músicos, como las muchachas de Ensamble Vocal Luna, con quienes se han dado fusiones muy interesantes. Hemos podido compaginar lo que traían ellos con lo que hago yo.
¿Cómo ha sido tu interacción con el público cubano, con la gente?
Llevo varios días aquí y pienso estar alrededor de dos semanas. He podido ver la fuerza cultural; ha sido una maravilla ver el arte que hay, la música, la gente. Por ejemplo, me ha llamado muchísimo la atención cómo los periodistas os preparáis, cómo conocéis al personaje. Me ha encantado, han sido entrevistas súper bonitas. Luego, muy emocionante las chicas a las que les he dado clases (de la compañía: Ojos de Agua). Hemos preparado shows y he hecho workshops muy emocionantes con ellas, hasta momentos de llorar, súper bonito…
¿Qué visión de Cuba tenías antes de venir y cuánto ha cambiado después de conocer el país?
Sobre todo había leído de política, tenía el foco en esa cuestión. Por otra parte, sabía que era un país cálido y el clima hace que las personas sean más accesibles, estén más en las calles, era eso lo que esperaba. Pero tampoco suelo tener muchas ideas preconcebidas, procuro viajar con la mente bien abierta. No sé… aunque ya son muchos países siempre aprendes algo nuevo. Entonces prefiero no pensar ni idear sobre lo que puede ser. El carácter abierto de los cubanos, eso sí sabía que lo iba a encontrar. Yo me quedo con lo bueno. Lo que me han contado antes de venir es bueno. Lo malo prefiero no verlo porque siempre hay experiencias negativas de personas que viajan a otros países. Pero eso también depende de con qué energía vayas tú a los lugares. Yo vengo con la sonrisa puesta y esperando lo bueno; no con miedo a lo malo.
Sara, tú eres ingeniera de formación. Teniendo en cuenta que la danza demanda consagración y entrenamiento desde que los bailarines son pequeños, ¿cómo has logrado llevar ambas cosas?
Llegué a la danza oriental un poco tarde. No pude acceder a ella antes, de pequeña y, de hecho, donde yo nací no había muchas oportunidades para desarrollar el talento artístico. En cuanto había alguna pequeña oportunidad de hacer algo artístico, enseguida me sumaba. Entonces cuando descubrí la danza ya llevaba un camino académico, que también me apasionaba; me gustaba lo que hacía. ¿Y cómo lo hice? Quitando horas de sueño, quitando horas familiares, a los amigos. Fui combinándolo todo pero es cierto que se debe tener una gran energía, mucha creatividad para sacar adelante lo que quieres.
¿Y cómo incorporas tus conocimientos académicos con tu arte danzario?
Yo me gradué de ingeniería agrícola y luego me especialicé en ciencia ambiental y bueno, quizá el comunicar a la gente que tengo alrededor, que vean cómo gestiono yo misma los espacios, que vean cómo los valoro y cuido de cuanto tenemos alrededor; el no abusar del medio, esos valores los intento transmitir. No tiene mucho que ver la danza oriental con este campo académico pero, siempre que puedo, trato de participar en eventos sobre el tema.
Resulta curioso que, precisamente, estemos realizando esta entrevista en el Parque Almendares, una de las Áreas Protegidas de la ciudad, donde convergen el río y el bosque…
Pues sí, muy curioso. También, una de las actuaciones que hice fue para la COP 21 este año en París. Entonces entró en contacto conmigo Sean Penn, para que yo actuara en la conferencia. Claro, cuando me dijo que era medio ambiente, yo me quedé alucinada porque era una oportunidad para conocer a un montón de gente que están muy involucradas en temas de sostenibilidad, reforestación, como era el caso de la reforestación en Haití. Y estuve cenando con gente cercana a todas esas cosas, intercambiando, y actuando en todo esto. Fue muy bonito, algo que de repente se unió.
Verte aquí sentada, a la espera de tu turno, produce una sensación de seguridad y paz interior poco común en los artistas. ¿De dónde viene ese poder de transmitir energía positiva?
Creo que, en parte, eso fue lo que me atrajo para convertirme en profesora; tener acceso a las personas, sobre todo a las mujeres, de una manera muy sutil. Ellas no tienen que venir a contarme nada. A veces llegan y ni siquiera les pregunto si tuvieron un mal día, simplemente les doy un abrazo. El trabajo con ellas me permite conocerlas e ir más allá de la danza, a las emociones. Durante todos estos años lo he podido comprobar: todas experimentan cambios, a nivel positivo, físico-emocional, de autoestima, y ellas lo reconocen, lo saben, lo ven. Son conscientes de que pierden la vergüenza, empiezan a reconocerse a sí mismas y a ver sus nuevas oportunidades, incluso para hacer algo artístico y redescubrirse.
Resulta bastante conocida la escuela de danza oriental Sara Guirado, ¿por qué decidiste fundar esa escuela de danza en Valencia?
Primero buscaba un lugar donde hubiera luz, iluminación natural, y un día me hablaron de una vieja iglesia que iban a alquilar. Entonces fui a verla y me encantó. Era un momento en el que necesitaba un espacio grande donde pudiera crear mis shows y trabajar a mi manera. Tampoco lo pensé mucho, solo hice unos números y vine arriba un poco a “lo loco”. Pero sí, fue un proceso muy bonito.
¿Cómo llevas el equilibrio entre la popularidad —tienes 45 millones de visitas en YouTube— y este tipo de trabajo tan cercano a las personas, tan humanista?
Es lo que me gusta: por sobre todas las cosas, no perder la cercanía. Por un lado, cuando viajo, que casi siempre es lugares a los que solo tienen acceso personas de lo más alto de la pirámide social, lo que hago es salirme de esa ruta. Intento coger un día o dos más para conocer el otro lado de cada país. Esa es mi manera de no perder la perspectiva… Por eso, trabajar con gente tan cercana, que me pueden llamar por teléfono en cualquier momento y pedirme consejo, me hace sentir muy bien con lo que soy yo. Crecí en un barrio normal, digamos que no había aspiraciones artísticas en casa, y eso me hace recordar siempre de dónde he venido y que hay gente que no tiene acceso a muchas cosas.
Has dicho en entrevistas que en tus viajes a veces se te dificulta la importación de tus instrumentos artísticos (animales, armas de combate) y debes solicitar documentos oficiales para mostrar ante las aduanas de los países donde actúas. ¿Cómo te fue con la Aduana General de la República de Cuba?
Mira, pues la verdad es que olvidé hacer antes los trámites. A última hora fue que decidí traer el sable, porque me confirmaron que iba a actuar en el escenario grande con SpeedCaravan. Entonces, dije, voy a llevar el sable… y no había pedido documentos, por eso pensé: ah, ya verás…qué lío va a ser. Pero en realidad hubo más problema en el tren de Valencia a Madrid cuando el chico me dijo que debía abrir la maleta. Pensé que era broma y me eché a reír, pero era en serio. Luego, aquí en el aeropuerto no tuve ninguna dificultad con la entrada del sable, pero sí quiero pedir papeles para llevármelo porque he sido demasiado afortunada en Cuba. En otros sitios, siempre he tenido problemas.
¿Es cierto que tu próxima meta es Hollywood?
No, estuve en los Estados Unidos y allá tenían la intención de trabajar conmigo. Mi viaje coincidió con la noticia del Chapo Guzmán, en un momento muy extraño… Pero Hollywood no es mi próxima meta.
Desde tu punto de vista, ¿en qué punto se halla actualmente el bellydance, la danza oriental, y qué consejos les darías a las jóvenes cubanas que se interesen por este tipo de arte?
El bellydance está en un proceso de mucha apertura. Hay mucha fusión, muchos estilos y en realidad eso siempre pasa. El mismo bellydance es resultado de la combinación de muchas culturas, pero me gustaría que no se perdiera la visión de lo ancestral. No se deben perder las raíces. Para seguir evolucionando y crear es importante seguir mirando e investigando siempre lo anterior.
Me parece muy buen camino el que hay en Cuba, me ha sorprendido muchísimo, a pesar de las dificultades de comunicación con el exterior. Se tiene un nivel muy alto, con mucha pasión y mucha colaboración. Eso me ha gustado: no veo una competencia como ocurre en otros lugares, sino que varias compañías han asistido a mis workshops y aunque podrían ser competencia, se han unido. Eso es clave para que esta danza —que es como una unión entre mujeres— progrese: no perder la noción de unidad. Solo así se pueden crear cosas bellas, pues, aunque una baile sola, el poner nuestros conocimientos y el dar y recibir de otras, es lo que hace que crezcamos.