El añejo récord mundial de Javier Sotomayor en el salto de altura se ha convertido en una suerte de frontera del orgullo nacional. Nadie ha llegado más cerca del cielo con el único concurso de su voluntad y esfuerzo, solemos decir.
También repetimos con indisimulada ostentación que la puerta del Museo Olímpico en Lausana, Suiza, tiene exactamente 2,45 metros de altura, un homenaje al registro que consiguió el Soto la tarde del 27 de julio de 1993, en Salamanca, España.
Al nivel de los tricampeones olímpicos Teófilo Stevenson, Félix Savón y Mijaín López; mano a mano con los tres títulos consecutivos por la Morenas del Caribe en el voleibol estival, nos gusta creer que los ocho pies saltados por el Héroe de Limonar siguen siendo un símbolo de cuán únicos podemos llegar a ser los cubanos.
Por eso reina la inquietud ahora que una resolución de la Federación Europea de Atletismo (EEA, por sus siglas en inglés) pretende conseguir lo que ningún saltador ha logrado en un cuarto de siglo: acabar con la histórica marca del matancero.
La iniciativa de la EEA, que no ha sido aprobada todavía por la Federación Internacional (IAAF), busca anular las plusmarcas universales rubricadas antes de 2005, atendiendo a las crecientes sospechas de que el dopaje fuera una práctica constante e impune en la consecución de los mejores registros de épocas pasadas.
“He contactado con algunos plusmarquistas del mundo y he escuchado pronunciamientos de otros sobre estas reglas que se intentan aprobar. Todos se han manifestado muy ofendidos, como me siento yo”, declaró Sotomayor al diario Granma.
En similares términos se han ido pronunciando otros atletas que podrían ver suprimidos sus registros de un plumazo.
“Me he puesto en contacto con mi abogado y le he advertido de que defienda los 8,95 metros que logré en Tokio en 1991. Esta decisión es una injusticia y una bofetada. Existen registros que son cuestionables, lo sé, pero el mío es real”, dijo el estadounidense Mike Powell a la cadena de televisión BBC.
“Borrar récords a partir de sospechas convierte esa acción en un sinsentido, dado que sus autores no son responsables de que en el momento de sus desempeños las muestras no se preservaran lo suficiente como para ser reexaminadas ahora, a la luz de nuevos parámetros técnicos”, alegó en un comunicado oficial el Comité Olímpico Cubano.
Para la afición de la Isla el tema es especialmente sensible, pues en su memoria está grabado con fuego el escándalo de los Juegos Panamericanos de 1999, en Canadá, cuando el Soto dio positivo por supuesto consumo de cocaína en un control antidoping. A pesar de que el atleta y las autoridades cubanas niegan aún cualquier culpabilidad en el asunto, el incidente ensombreció la carrera del mejor saltador de altura de todos los tiempos.
Javier Sotomayor posee 17 de los 32 mejores saltos de la historia y rebasó en más de 20 ocasiones los 2,40 metros. A los 16 años fue capaz de saltar 2,33, récord mundial juvenil, un adelanto de lo que sería su extraordinario recorrido como atleta: campeón olímpico en Barcelona 92, plata en Sydney 2000, oro en los Mundiales de Stuttgart 93 y Atenas 97, y subtitular en Tokio 91 y Gotemburgo 95.
Además del mejor registro del orbe al aire libre (2,45), tiene la marca planetaria bajo techo. La estableció el 4 de marzo de 1989 en el Mundial de Budapest, Hungría, con un salto de 2,43 metros.
El Príncipe de Asturias de los Deportes de 1993 es, sin dudas, uno de los atletas más impresionantes de todos los tiempos. Pero ahora su legado parece estar en peligro inminente.
Coe y sus convulsos días de presidente
El presidente de la IAAF, el británico Sebastian Coe, pareció de acuerdo con la propuesta en un primer momento: “Esto muestra que hemos puesto en marcha sistemas de lucha contra el dopaje más robustos y más seguros de lo que lo eran hace 10 ó 15 años”.
Sin embargo, en días recientes ha corregido el disparo. En unas declaraciones recogidas por el diario español Mundo Deportivo, Coe reconoce que eliminar todos esos récords y empezar de cero es sin duda “tentador”, pero tiene en contra que enlodaría el prestigio de los “atletas limpios”.
La ambivalencia de sus posiciones es una clara muestra de la presión que soporta el doble campeón olímpico, quien ha heredado una entidad en plena erupción por el gigantesco escándalo de doping que involucró a la Federación Rusa y terminó marginando a los atletas de ese país de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, el año anterior.
De hecho, en enero pasado legisladores del Reino Unido divulgaron una información que apunta a que el actual líder del atletismo mundial sabía más de lo que originalmente dijo sobre el tema.
La Agencia Mundial Antidopaje (AMA), en tanto, ha arreciado sus críticas a la IAAF tras la trama de corrupción desarrollada por su ex presidente, el senegalés Lamine Diack, y su grupo más directo de colaboradores, entre ellos sus dos hijos.
En ese contexto, Coe ha dejado muy claro que su prioridad máxima es el rescate de la credibilidad y el prestigio de la organización que preside, propósito por el que podría darle luz verde a la iniciativa surgida originalmente en el seno de la Federación Británica de Atletismo.
En su afán de revolucionar la IAAF, el doble campeón olímpico de los 1500 metros ha comenzado a introducir cambios drásticos en distintos ámbitos: desde la Liga de Diamante, la lid más lucrativa del atletismo mundial, hasta la nacionalización de atletas y la relación del Campo y Pista con la televisión y el marketing, motores impulsores del deporte mundial.
Es probable entonces que la propuesta de la EEA tenga más opciones de triunfar de las que ahora se suponen. Incluso al margen de argumentos encontrados, como el hecho de que la ciencia y la tecnología hayan permitido durante décadas a los infractores ir por delante de los medios de detección, y que no hay razones para creer que en el futuro no serán avalados récords conseguidos con la ayuda silenciosa de sustancias dopantes.
La realidad demuestra que hay muchos intereses tras la posibilidad de explotar al máximo los límites del ser humano en busca de la espectacularidad del deporte. A pesar de los controles y las campañas proselitistas, no son pocos los atletas y entrenadores que respaldados por otros actores del deporte –como consorcios publicitarios y cadenas televisivas– persiguen constantemente infringir las reglas y evitar ser descubiertos.
Sin récords no hay paraíso
En esta historia hay otra arista que no debería ser obviada. Los mejores exponentes del atletismo mundial podrían estar cerca de sus límites y alcanzar un récord puede ser cada vez más difícil, asegura un estudio realizado en 2016 por la Universidad de Westminster.
La investigación ha adquirido mayor relevancia a la luz de los últimos acontecimientos. Aunque la lucha contra el dopaje es el principal argumento esgrimido por el grupo de trabajo de la EEA que presentó el proyecto contra las plusmarcas anteriores a 2005, no debería perderse de vista el hecho de que el deporte necesita hitos para relanzar constantemente su capacidad de atrapar a los fanáticos y, por ende, llenar sus bolsillos.
Hace una década, un grupo de científicos predijo que para esa fecha (2007) los récords mundiales habían alcanzado ya el 99 por ciento de su valor asíntota, o sea, el límite del rendimiento humano.
Si bien desde entonces ha sido cuestionada en más de una ocasión por fenómenos como Usain Bolt, Anita Wlodarczyk o Wayde van Niekerk, autores de marcas de otra galaxia, tal predicción está sustentada por una lógica irrebatible.
Durante muchos años, los récords mundiales en el atletismo siguieron un modelo de progreso lineal. Sin embargo, en la mayoría de los casos esa progresión se ha estabilizado –en las carreras o los saltos, por ejemplo–, mientras que en otras especialidades no se ha visto ninguna mejora desde mediados de los noventa.
El investigador Alberto Dolci plantea en el estudio ya citado que si las condiciones actuales prevalecen durante las próximas dos décadas, se confirmaría la hipótesis de que la mayoría de los récords mundiales masculinos apenas podrían ser mejorados, en tanto aún se podría batir alguno femenino, por los pocos años de práctica en algunas especialidades para damas.
De esta forma llegaría un momento, quizás más temprano que tarde, en el que se alcance el techo y solo algún súper atleta al estilo de Usain Bolt pudiera ser capaz de imponer nuevas marcas.
De hecho, puede que ya se haya llegado a este punto en algunas pruebas. En la impulsión de la bala los 23,12 metros del estadounidense Randy Barnes datan de 1990, al tiempo que los 8,95 de Mike Powell en el salto largo se produjeron en el Mundial de Tokio 1991. En el disco, el récord es todavía más antiguo, pues el alemán democrático Jürgen Schult registró un disparo de 74,08 metros en 1986, el mismo año en el que el soviético Yuriy Sedykh envió el martillo más lejos que nadie (86,74 m).
El próximo 27 de julio, los 2,45 metros de Javier Sotomayor cumplirán 24 años de reinado incontestable. En dos décadas, solo tres veces han sido sobrepasados los 2,40 metros, de manera que el salto de altura para hombres es hoy una de las pruebas menos atractivas de las grandes citas atléticas.
En esos y otros eventos, los deportistas de la actualidad compiten contra fantasmas del pasado, al parecer inalcanzables. Malo para el espectáculo, peor para los negocios. Difícilmente pueda durar.
Es una situación difícil, porque a los cubanos nos duele que dejen al Soto sin récord, pero todos sabemos que esas barbaridades de los alemanes democráticos, los checos o los soviéticos tenían que tener detrás un doping gigantesco. Otra cosa es que muchos especialistas ponen en duda la relevancia del dopaje en los saltos verticales… Saludos.
muy interesante la última parte… algo tienen q hacer con esos records que nadie alcansa… al final el nogocio es el negocio…
Oye chico ven acá! Después que nadie pudo igualar, mucho menos superar la marca de Javier Sotomayor estos hijos de puta le quieren quitar algo qué él ganó limpiamente, Que coman mierda.