En Cojímar, Ernest Hemingway almuerza cada día en el restaurante Las Terrazas y el Yate Pilar se encuentra todavía anclado en el muelle, como los recuerdos.
“Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez… El viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte superior del cuello… Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos”, dice Hemingway sobre el viejo Santiago al inicio de su relato más cubano.
En el pueblo costero de Cojímar encontró el novelista al pescador de origen canario Gregorio Fuentes, quien inspiró la historia del El viejo y el mar. Con esta obra alcanzó el Pulitzer en 1953 y al año siguiente el Nobel de Literatura, “premio que regaló a Cuba una tarde emocionada donde sudó su guayabera con cerveza popular, en ronda de fiesta con los pescadores de Cojímar”, dijo Fernando Campoamor en el prólogo de la edición cubana del texto.
“Santiago, el viejo –agrega Campoamor– conoce la fosforescencia del sargazo, los carapachos amarillos de las estúpidas caguamas, la elegancia y velocidad del carey… Habla, además, del arroz con pescado en cazuela, de la suerte que acompaña al número 85, de Luque y de la Virgen del Cobre”.
Otros como el profesor Joaquín Hernández Mora también contaron las vivencias del lugar. En su libro Cojímar, pueblo de pescadores, se narran las fascinantes historias de otros hombres que pescaban en medio de circunstancias difíciles para poder sobrevivir. Cojímar –cuyo nombre significa entrada de agua en tierra fértil– es un pueblo sin miedo.