Ya todos estábamos avisados de antemano. Ha pasado lo que se esperaba, ni más ni menos. El primer fin de semana de Liga Mundial de Voleybol en La Habana ha sido una insinuación sin desdén de lo que se vendrá en lo que queda de lid, un ensayo medido y sin matices que revela al vuelo los evidentes desnudos de la selección nacional de Cuba.
Ya digo, intentar relatar lo acontecido sería una verdadera insolencia, cualquiera que conozca un poco –solo un poco- sobre las limitaciones de este team, podría con los ojos cerrados vaticinar y en el peor de los casos intuir, la aventura en la que se sumergió, desde ya, nuestro equipo.
No quiero caer, aunque a muchos les parezca necesario, en las trilladas razones que han derivado en la conformación de un conjunto inerme, frágil y totalmente baldío que tendrá que soportar a lo largo del torneo los abusos de selecciones que no se compadecerán ni serán benévolas con los retazos de un equipo que lucha por ser pero que no llega a consumarse.
Los sendos 3-1 ante Serbia como local nos dicen a las claras que Cuba será unos de los decoradores del grupo B del torneo. A pesar, de que por momentos se pudo ver a un sexteto con fuerzas, con poquísimas armas capaces de enaltecer las tribunas y presagiar instantes fugaces de alegría, a la postre siempre fueron momentos, pedazos de dejavu que flotarán de por vida por sobre las luces del Coliseo.
Si algo hay que remarcar de este primer fin de semana de Liga Mundial fue el incondicional apoyo de las gradas climatizadas de la Ciudad Deportiva. Aunque ni viernes ni sábado llegó a la congestión total de antaño, si se sintieron las mofletudas caricias de una afición que por dos años extrañó como a pocas cosas estos compases.
Cuba quiso pero no pudo. Lanzados al ruedo por el rugir del Coliseo fueron más ganas que capacidad, fueron cuerpo y no contenido. La presunción de un team chato fue disuelta por una Serbia a media máquina.
Cuando el público tentó abrumar a los visitantes aparecieron los soberbios disparos salidos del brazo derecho del vaquero con cara de niño Aleksandar Atanasijevic y los enormes dedos de Stankovic y Podrascanin trepados sobre la net como impenetrables baluartes. Ante estos perfomance no hubo alternativa posible, el aliento del graderío se desvaneció entre la iniquidad y el dominio de los europeos.
Después del match point sabatino la mayoría de los aficionados detuvieron su marcha por las respectivas puertas de salida para aplaudir. No sé si el detalle gentil fue para agradecer el esfuerzo del equipo cubano o si se trato solamente de agradecer la gestión por la renovada climatización del Coliseo de la Ciudad Deportiva.
Pero de lo que sí estoy seguro es que los discípulos de Orlando Samuels tendrán que aceptar humildemente y sin chistar que en esta edición de Liga Mundial ellos serán solo un motivo para que las selecciones del apartado B visiten La Habana.