Nos hemos referido a varios territorios del conocimiento humano de los cuales la lengua cotidiana se apropia, sobre todo si se relacionan con procesos y elementos de importancia para la comunicación diaria.
Quizás ello explique por qué muchos de los conceptos y nociones básicas de la geometría se han filtrado lentamente en el habla popular, algunos casi sin que lo notemos; otros de manera altisonante y llamativa. La geometría nos permite lidiar con algo tan simple, pero a la vez tan complejo, como son las representaciones a través del espacio.
Eso que entendemos por forma o figura adquiere visibilidad espacial a través de los componentes esenciales que ha descrito y estudiado la geometría. La plana, por ejemplo, nos deja nociones como las de “punto”, “línea” (que puede ser “recta”, “curva”, “paralela”, “segmento” …), “ángulo”, “espacio” o “área”. Mientras que la geometría del espacio regala ideas como las de “largo”, “ancho”, “profundidad” o “volumen”. Cada una de ellas, por separado, nos ofrece en dimensiones variables formas básicas como el “círculo”, el “triángulo”, el “cuadrado”, el “prisma”, la “pirámide”, la “esfera”, el “cono” o el “cilindro”, por solo mencionar algunas de las más conocidas. Seguramente, mientras usted lee, ya puede establecer “paralelos” entre algunos de esos conceptos y sus usos en la lengua cotidiana.
La noción de “punto”, por ejemplo, tiene varias acepciones en Cuba. “Punto” es el nombre de uno de los géneros musicales más auténticos de la isla, nombrado indistintamente “punto cubano” o “punto guajiro”. En este caso, la apropiación es de naturaleza metonímica, pues alude a la acción de “puntear” con una púa las cuerdas de la guitarra. Pero también es “punto” quien peca de ingenuo ante una situación específica, es burlado constantemente o manipulado de forma evidente para cumplir con ciertas labores.
Su uso, en dependencia del contexto comunicativo, puede ser burlesco, pero también ofensivo. Igualmente, “punto” se ha convertido en una fórmula enunciativa muy popular para cerrar de forma tajante una conversación o asunto: “eso es lo que yo pienso y punto”. Y puede funcionar también como un indicador espacial: “nos vemos en el mismo punto de siempre”, “llevé al niño al punto de recogida”; o sustituir al término médico “sutura”: “le dieron tres puntos en la herida”.
Los usos metafóricos del concepto de “línea” y sus variantes son múltiples: en el béisbol, una “línea” es una conexión a mediana altura que va a gran velocidad; en lenguaje administrativo, las “líneas” sustituyen a “aspectos” o “directrices”: “las líneas de trabajo fundamentales”, y también los “lineamientos”. Por otro lado, “llevar en paralelo” significa al unísono; una “curva” es un argumento poco creíble; y no solo hay “segmentos” espaciales, sino también de población o de públicos específicos: ancianos, niños, mujeres, etc.
El concepto de “ángulo” sustituye indistintamente al de “perspectiva”: “yo veo las cosas desde otro ángulo”; y mucho más amplios son los usos relativos de los conceptos de “espacio” y “área”, que trascienden notablemente sus delimitaciones geométricas: “aprovechamos este espacio para plantear el problema” (ocasión), “creo que debemos darnos un poco de espacio” (distanciarnos), “nos vemos en el área deportiva” (centro), “me citaron en el área de atención” (oficina), “esa no es mi área del conocimiento” (especialización).
Al desplazarnos al espacio tridimensional, nos apropiamos creativamente de sus indicadores. “Largo”, por ejemplo, puede ser una medida de tiempo y no de espacio: “esa película es muy larga”; también puede sustituir a lo “alto”: “era un tipo largo y flaco”; denotar que una persona evita cierto asunto o tema: “ese se está haciendo el largo conmigo”; o describir un tipo de movimiento a través del espacio: “pasó de largo”. De igual forma, la noción de “ancho” puede reemplazar a la de “espacioso”, “voluminoso” y “holgado”: “me voy a ver el ancho mundo”, “ese vestido me queda ancho”; mientras que “profundidad” y “volumen” amplifican los significados de ciertas expresiones: “hay que valorar ese tema con profundidad” (con detenimiento, con atención), “quiero darme más volumen en el pelo”.
En otro orden tenemos a las figuras y sus representaciones bidimensionales y tridimensionales, siendo incluso el concepto mismo de “figura” victimario de más de una reapropiación. Ser una “figura”, o también una “figura pública” describe a quien, por su oficio o prestigio en algún área de la vida, adquiere mayor relieve social. Sin embargo, en su variante “figurín”, describe a quien gusta de la pose o de interpretar un papel que no le corresponde: “ese siempre anda de figurín”.
Expresiones geométricas que ya se han incorporado plenamente al habla cotidiana son las de “triángulo amoroso” (relación entre tres personas) o “círculo vicioso” (asunto que se repite con frecuencia). Pero la figura que describe una circunferencia también ha tenido otros desarrollos: “el círculo” como institución donde se reúnen personas con un propósito específico (desde el “círculo infantil” hasta el “círculo social”), o como un ámbito de relaciones personales (un “círculo cerrado”, un “círculo íntimo”).
Muy imaginativos han sido los caminos que ha recorrido la figura de cuatro lados en nuestra variante del español. Un “cuadrilátero” es un espacio para la práctica de combates deportivos. La idea de cuadrado ha sido incorporada para caracterizar un comportamiento esquemático, falto de razón, voluntarioso: “el tipo está cuadrado y no entiende de razones”; mientras que como forma verbal implica establecer un acuerdo, ya para un negocio o para establecer una relación amorosa, y en su forma reflexiva para expresar acuerdo o interés por una persona o asunto: “cuadré con el bodeguero para que me venda aceite”, “quiero ver si cuadro con esa muchacha”, “me cuadran cantidad esos zapatos”.
En este mismo orden figurativo tenemos a un uso típicamente cubano: el “cuadro” como categoría de dirección administrativa o política. Aunque los años han sedimentado su uso, de manera que ya a nadie en Cuba le resulta ajena esa nomenclatura, debe ser muy extraño para quien llega desde otra geografía escuchar expresiones como “política de cuadros”, “los cuadros del gobierno”, “la escuela de cuadros”, “el expediente del cuadro”, y así sucesivamente. Mucho más sorprendente aún sería escucharlo como categoría referente a uno mismo: “yo fui cuadro varios años”.
En esa misma “línea” tenemos a la noción de “esfera”, que ha pasado a sustituir a muchos campos nocionales, si seguimos la orientación semiótica de Yuri Lotman, ese clásico pensador del siglo XX cuya obra cumbre se titula, precisamente: La Semiosfera. Así, nos encontramos a funcionarios públicos que atienden “esferas”: el trabajo político-ideológico, la educación, la salud, etc. Hay “esferas del conocimiento”, “esferas de influencia”, “esferas de acción”, “esferas de trabajo” …
Otras figuras tridimensionales también han entrado al juego de los nuevos sentidos lingüísticos: un “polígono” es cualquier espacio destinado a la práctica militar, las “pirámides” y lo piramidal grafican comportamientos y flujos de procesos, las tormentas tienen “conos de probabilidades” y hay “conos de helado”. Los “prismas” de cristal al interior de los anteojos los convirtieron en “prismáticos” (aunque esta variante no es muy usada en el español de Cuba), detalle que pudimos haber conocido a través del programa Prismas…, que nos deleitó muchas noches y en algunas tardes bajo el sol. Y también recuerdo aquella frase que parece ya perdida en el tiempo: “esa chiquita me formó tremendo prisma” (un show, un espectáculo).
De otras figuras intentamos acordarnos menos, ya por su forma o por los oscuros destinos hacia los cuales han sido conducidas por la imaginación popular. Ese parece ser el caso del “cilindro”, que muy tímidamente sustituye en ocasiones a las botellas metálicas usadas para almacenar gases, pero que evitamos a toda costa en su desfiguración lengüística para hacer referencia al pene: la “cilindrocónica”. No obstante, si la desechamos por ser demasiado gráfica, los invito a quedarnos con otra apropiación que sí resulta muy útil para describir un estado de alteración de la conciencia, ya por los efectos del alcohol o por algún berrinche de ocasión. Termino y me voy por hoy “encilindrado”.