Dedicamos una entrega anterior a presentar el universo siempre rico y prolífico de las frases cubanas, al que se han dedicado no pocos volúmenes por parte de lingüistas e investigadores de nuestra cultura. No obstante, siempre resulta provechoso tomarle el pulso a esta zona tan creativa de la imaginación popular, que va añadiendo constantemente, giros y soluciones a la comunicación cotidiana.
Hay en esas frases jocosas un cierto componente gráfico que no deja de resultar curioso. Apelar a una imagen que resume un tipo de efecto o comportamiento del que se debe extraer significados concretos. Muy explícita podría ser, para alguien no familiarizado con nuestra variante del español, escuchar algo como “largué la gandinga” o “solté el bofe”. La imagen a la que remite la frase puede, en su orientación literal, hasta resultar desagradable. Sin embargo, el tiempo transforma y aligera esa dureza de la formulación concreta, para desplazarla hacia el efecto hiperbólico que posee hoy: reír a carcajadas. Incluso, tanto “gandinga” como “bofe” poseen otras connotaciones abstractas relacionadas, no con sus respectivas asignaciones anatómicas, sino con los procesos que tienen lugar en esos órganos: la digestión, el razonamiento… En “hay que tener gandinga” lo que se celebra o resalta es la capacidad para poder digerir, no alimentos, sino una conducta o una situación. Y si alguien es “un bofe” es porque resulta pesado, antipático, molesto.
Idéntico nivel de graficación podemos encontrar en frases como “estar hecho talco” (o polvo, o tierra, o mierda). La idea de un cuerpo que se desintegra en finas partículas o en excremento, ilustra de forma definitiva una situación de cansancio extremo. Si a alguien “se le caen las alitas del corazón”, podemos asegurar que ha perdido la ilusión por un desengaño o la imposibilidad de concretar un sueño. Muy graciosa es la fórmula “tirar la casa por la ventana”, que no necesariamente implica la acción de lanzar objetos hogareños por esa abertura, sino que se ha hecho un gasto considerable o tomado interés mayúsculo en la organización de un evento o celebración. A otros les pudiera generar cierta tristeza visualizar a una persona que “camina con los codos”, pero nosotros sabemos que no se trata de alguien que gastará la piel de los antebrazos contra el crudo asfalto, sino de un tacaño, un avaro o, como se decía en mi infancia: un cicatero. Y si resultaba muy visual la idea de un cuerpo desintegrado por el cansancio, más llamativa es la noción de la existencia licuada que resume la frase “me tienes la vida hecha un yogurt”, que no solo expresa la noción de líquido, sino también el sentido de lo agrio, de aquello que carece de dulzor. En el orden de la orientación tenemos frases que remiten a la escala alto-bajo: “tirarse el peo más alto que el culo”; o, en la dimensión especular, las imágenes que se invierten para destacar lo que ha sufrido un trastorno: “amanecer con el moño virao” o “levantarse con el pie izquierdo”.
Un núcleo no despreciable de frases que se han instalado en nuestro imaginario, se organizan alrededor de una comparación o el establecimiento de un símil, a partir de los cuales se ilumina el sentido. Entre las más populares podríamos citar “estar (o quedar) como pescao en tarima” (usada para persona despistada, ingenua o incrédula), “volarse como una cafetera” (exaltarse, perder los estribos), “entrar (o andar) como Pedro por su casa” (llegar a un sitio o recorrerlo con una confianza no otorgada), “estar fresco como una lechuga” (lozano, descansado, relajado), “explotar como un siquitraque (o como Cafunga)” (ser descubierto y/o castigado por un delito), “se rajó como una tabla” (desertó, desistió de una empresa o propósito)… Pero entre esas comparaciones reina indisputadamente una que no solo se vale de la comparación, sino también de la noción de desplazamiento: “echar pa´lante como el carrito del helado”. Hace mucho tiempo que esos carritos de vendedores de helado ya no existen ni se ven en nuestros barrios, pero ahí quedó la imagen preservada de quien empuja hacia adelante como metáfora de la delación. Y dice otra frase muy nuestra, quizás como alternativa a esta, que “quien empuja no se da golpes”.
Como afirmé en la entrega anterior, el territorio de las frases es casi un pozo sin fondo, un agujero negro que absorbe todo el material lingüístico y lo recompone con nuevas densidades y propiedades. En ese camino por conocer mejor la lengua que hablamos hoy y sus relaciones con el pasado, es muy importante dejar al menos registro de los usos más frecuentes. Solo así podremos regresar sobre este increíble archivo para examinarlo con todo el detenimiento que merece. Explorando este terreno con amigos y allegados, he podido ir reuniendo algunas frases sobre las que habrá que reflexionar en su momento. Por ahora tomamos nota y las situamos en el horizonte del lector:
No tener ni perrito ni gatico // Ser una molleja // Ponerse malit@ y fuera de frío // Derretir el baro // Se le calentaron los lagues // Tener el colchón meao o vomitao // Lo mataron en la raya // La cosa está color de hormiga // Hay pitirres en el alambre // Candela y pica pica // Primero muerta que sencilla // Se me/le fue la musa // No te agites que te fermentas // Lo tuyo es con dolor // Mamita, cómprate un piano // No coger ni al culpable // Huye pan que te coge el diente // Apaga y vamos (o vete) // Mantén tu latón con tapa // Olvida el tango y canta bolero // Vas a decir mamá clarito y papá enredao // Tápate con colcha // Se tostó // Se fue Cheo por el tragante // Cantó el manisero // Estar más atrás que los cordales (que la pizarra del Latino, que el motor de un polaquito) // Arranca y vete // Rema que aquí no pican // Ser un culo roto // Te peinas o te haces los papelillos // Olvídate de esa jeva que nunca te quiso // No enredes más la pita // Tú sí suenas // Me da igual (o lo mismo) que crezcan los niños que los accidentes /planchar un huevo que freír una corbata /ser el muerto que el chofer de la ambulancia…
Un amigo de los años de mi natal Pinar del Río, me recordaba que algunas de estas frases tienen en ocasiones un uso local, hecho que hace aun más difícil, aunque no por ello menos interesante, el registro y seguimiento de sus orígenes o comportamientos. Y ponía como ejemplo una frase muy popular en el Maica, barrio popular donde los haya, de la capital pinareña. Allí decir “cuelga que estás gastando dinero” puede tener dos sentidos: indicar el cierre de una conversación que se ha vuelto tediosa o para la que no se tiene tiempo, pero también que ha llegado una persona que no debe escucharla. A saber quién la dijo primero y por qué. Seguramente alguien de avispada inteligencia emocional, de esas personas que nos alertan constantemente, como los mejores poetas y novelistas, que la lengua no es solo un instrumento para la comunicación sino un espacio para la alegría, la risa y el conocimiento de un pueblo.
Por hoy cerramos, pero volveremos con otros temas de la “lengüística” cubana, porque “siempre hay un roto pa un descosío” y “a cada puerco le llega su 31”.