Fotos: Alain L. Gutiérrez
Altahabana es, probablemente, una de las urbanizaciones (repartos) de la modernidad habanera que mejor conserva su integridad y autenticidad. Nuestras “casitas del barrio alto” son solo una modesta solución urbanística en la que se ha producido el milagro de la tan ansiada sostenibilidad, al menos desde el punto de vista social. Se trata de un suburbio en el que las normas urbanísticas permitieron la creación de una comunidad identificable en la que se propiciara la búsqueda de una adecuada calidad de vida.
Desarrollado durante la década de 1950 por el plan FHA (Fondo Hipotecario Asegurado), con el financiamiento del Banco Núñez y proyectada por la firma de arquitectos e ingenieros San Martín, el proyecto se basaba en una interesante concepción urbanística. En la primera etapa ocupó un triángulo conformado por tres importantes vías de La Habana: 100, Boyeros y Vento, por lo que es, quizás, el reparto de mayor accesibilidad a la ciudad.
Se asumían principios básicos de jerarquización de vías y de buena orientación de las parcelas con respecto al sol, así como el establecimiento de una zona de protección contra las molestias producidas por la carretera de Rancho Boyeros. Es sin dudas, un claro ejemplo de ordenamiento bien pensado, discreto y matizado por el verde, con una parcelación de manzanas estrechas delimitadas por calles curvas que convergen en un parque arbolado a lo largo de un arroyo.
El área verde fue muy bien concebida con el propósito de hacer agradables los recorridos peatonales. Y no puede dejar de mencionarse la alta calidad visual de la calzada de Vento cuando corre por Altahabana, sobre todo porque en ella se encuentran los registros del Acueducto de Albear, pequeños cilindros con cúpulas como cubiertas, que exhiben su neoclasicismo ingenieril rodeados del césped del separador central.
Desde un inicio se previó un equipamiento de servicio excelente, del que merece mencionarse el Minimax (centro comercial), también diseñado por la firma San Martín, que ha constituido a lo largo de los años el principal hito urbano de Altahabana. Es un edificio extravagante, con un volumen vertical de cuestionable funcionalidad y concesiones al formalismo, pues imita claramente una torre de control aeroportuaria. Sin embargo, la calidad constructiva y de los materiales (terrazo y enchapes de granito negro), así como la extensa superficie de vidrieras que permiten una casi espectacular relación interior-exterior, hacen que conserve una dignidad que nos hace ser optimistas y aspirar a una recuperación futura.
La mayoría de las viviendas son unifamiliares de una sola planta. Las disposiciones espaciales fueron el resultado de combinar módulos muy semejantes con lo que se obtuvieron seis tipos principales: con dos o tres habitaciones, estar-comedor, cuarto de criados, cocina, patio de servicios, portal y car porche.
En lo formal las viviendas son austeras, pero su sencillez está ennoblecida por los brillos humildes del terrazo eterno, falso granito tan duradero como agradable y, sobre todo, por la limpieza espacial interior, sin fragmentaciones innecesarias, y por contar con un espacio de jardín bien proporcionado y suficientemente amplio.
Algunas viviendas no corresponden al plan original. Fueron diseñadas específicamente para la parcela y muestran una alta calidad de diseño, que sigue dos tendencias de la modernidad cubana: el uso de ladrillo sin recubrimiento y teja criolla, la más frecuente, y la de paredes blancas y pérgolas, pretiles e incluso murales de artistas de vanguardia. Entre las primeras debe mencionarse la de calle D # 9903, cuyos principales elementos son una alegre marquesina plegada y planos de celosía de ladrillos a vista. Ejemplos de las segundas son la casa de dos plantas en calle 3ª # 17002, en la que se experimentó un doble puntal en fachada de sorprendente actualidad de acuerdo con las tendencias arquitectónicas, y la discreta pero muy bien lograda vivienda de calle Parque # 17011. Los murales más interesantes son los de losas de cerámica realizados por Marta Arjona en 1957 en una vivienda de techo abovedado en 9 e/ A y B. Uno de ellos suma al dinamismo de la cubierta la gracilidad de una paloma con las alas desplegadas.
En general las casas más logradas basan el diseño en la cubierta inclinada, como la proyectada por Rosa América Mas Espinosa (3ª # 17007), con un gran plano de tejas rojas que se destaca desde lejos. La influencia neoplástica se observa en la vivienda de dos plantas de B # 9310, mientras que hay una muy lograda organicidad en la casa donde vivió Emilio Escobar (Calle D # 10103), proyectada por Vicente Lanz y Margot del Pozo, la que ganó interés con el diseño de jardinería realizado por Thelma Esnard. En la vivienda se unen magistralmente la solución funcional que buscaba privacidad, con la intención estética, al lograrse que la vegetación del patio penetre en el área de estar central, que funciona como espacio de articulación de las dos zonas principales.
Merece mención la casa de la calle G # 15016, que resuelve la esquina con volúmenes y planos articulados que enmarcan una calle de acceso, y toda la composición se subraya por un escultórico depósito de agua.
Todas las casas son suficientemente aisladas para que no se produzcan conflictos entre vecinos, pero a la vez, su cercanía viabiliza la comunicación. La presencia del portal individual contribuyó a la tradición de las visitas entre los habitantes del reparto y a desarrollar un sentido de pertenencia notable.
Es decir, la estructura urbana propició un sentido de comunidad, mientras que la permanencia de los grupos sociales y la continuidad así lograda desarrollaron la identificación de la comunidad entre sí y con su entorno, en forma tal que los pobladores han hecho lo posible por evitar las transformaciones de sus casas y mantener los jardines bien cuidados. Incluso los interiores de las casas habitadas por las familias originales o su descendencia han conservado el mobiliario y el equipamiento, no solo por razones económicas sino por su valor un tanto nostálgico.
Altahabana, lentamente, se está volviendo más atractiva, lo cual se evidencia con la reparación y pintura de viviendas, lo que hace suponer que se debe a los valores que aún existen en el reparto. De ser así, y si ese renacimiento lleva implícito un mayor control urbano y la mejora de la infraestructura, podría esperarse que, gracias en primer lugar al mencionado sentido de pertenencia de los fundadores y sus descendientes, pueda llegar a ser un ejemplo de conjunto urbano que aún conserva sus atributos y reivindica la modernidad sencilla con ciertas pretensiones y bastantes logros.