El dolor de dos parques de La Habana

La crisis no debería ser justificación para el maltrato y el abandono. Las penurias económicas no tendrían por qué estar reñidas con la responsabilidad y la disciplina.

Bancos del Parque Fraternidad golpeados por el maltrato y el abandono. Foto: Otmaro Rodríguez.

Bancos del Parque Fraternidad golpeados por el maltrato y el abandono. Foto: Otmaro Rodríguez.

Dos de los más emblemáticos parques de La Habana no viven precisamente sus mejores tiempos.

El vandalismo y la desidia, la indisciplina y la indolencia, lastran día tras día al histórico Parque de la Fraternidad y al no menos notable Parque Central. Golpean su bien ganado orgullo.

Los bancos del Parque Fraternidad en estado destructivo y abandono. Foto: Otmaro Rodríguez
Banco destruido en el Parque Central de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez
Banco destruido en el Parque Central de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez

No es la primera vez que sucede, hay que decirlo. Tampoco son, ni por asomo, los únicos parques habaneros y de todo el país con tales heridas.

Pero los tiempos de crisis que vive —nuevamente— Cuba, parecen ensañarse con ellos. Cada vez son menos hermosas y acogedoras sus estampas cotidianas.

Los bancos del Parque Fraternidad en estado destructivo y abandono. Foto: Otmaro Rodríguez
Desidia en cercas en el Parque Central de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez
Desidia en las fuentes del Parque Central. Foto: Otmaro Rodríguez
Desidia en las fuentes del Parque Central. Foto: Otmaro Rodríguez

Bancos y cercas, fuentes y farolas, senderos y jardines, son víctimas de robos y maltratos que cuestan tanto más por el simbolismo que encierran. No es solo lo material lo que se pierde y sufre, sino también su espíritu, sus valores intangibles, su historia.

Lo mismo puede decirse de otras tristezas y dolores. De basura arrojada por doquier; de personas, arrastrando su pobreza, que dormitan en los bancos o el césped; de gente que satisface sus necesidades allí, incluso a plena luz del día; de la fetidez que castiga a quienes pasean o esperan algún transporte.

Personas pernoctando en el Parque de La Fraternidad. Foto: Otmaro Rodríguez
Personas pernoctando en el Parque de La Fraternidad. Foto: Otmaro Rodríguez
Basura en varios lugares en el Parque de la Fraternidad de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez
Arrojan animales sacrificados pasado el tiempo emiten fetidez. Foto: Otmaro Rodriguez

Cada robo, cada rotura, cada suciedad, es una lamentable herida en sus añejas y patrimoniales anatomías. Y también para toda la ciudad.

Es una herida para Cuba y los cubanos, aunque a muchos no les importe ni les duela. Aunque sean muchos los culpables de su progresivo deterioro.

Un hombre descansa sentado en la base de una farola Parque Central de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Personas pernoctando en el Parque de La Fraternidad. Foto: Otmaro Rodríguez
Dos personas por sendero creado en el Parque de La Fraternidad de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez

Claro que también hay cubanos que cuidan, que limpian y se preocupan, pero a veces parece que pueden menos que los indolentes y los vándalos. Y menos que la desidia sostenida de quienes deberían ser los encargados de que esto no ocurra.

El esfuerzo de los cuidadores, jardineros, barrenderos que aún hacen los suyo, noble y necesariamente, no tiene ni el acompañamiento ni los resultados que merece.

No se han repuesto farolas en el Parque de La Fraternidad de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez
Copa del Parque Central de La Habana al fondo pedestal donde existió una similar. Foto: Otmaro Rodríguez
En este pedestal existía una bella copa con figura de mujer. Foto: Otmaro Rodríguez

La crisis no debería ser justificación para el maltrato y el abandono. Las penurias económicas no tendrían por qué estar reñidas con la responsabilidad y la disciplina.

El dolor por la ruina progresiva de estos parques habaneros debería ser de todos.
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