¿Quién no sabe en La Habana qué es la Virgen del Camino? ¿O dónde queda?
Es mucho más que un monumento. Más que la escultura que corona la glorieta donde está ubicada. Más, incluso, que la explanada donde esta se levanta.
La Virgen del Camino es “un punto de referencia en el entramado urbano de La Habana”, ha apuntado con acierto el periodista Ciro Bianchi. Pero no cualquier punto, sino uno de los más conocidos, transitados y populares.
Situada en el cruce de importantes vías habaneras como las calzadas de Luyanó y San Miguel del Padrón, la Carretera Central y la Carretera Vieja de Guanabacoa, la Virgen del Camino es también un espacio de confluencia entre la cotidianidad, la mística y la leyenda.
Varias son las historias que se cuentan sobre su origen, algunas con un halo de misterio. Ciro Bianchi apela a la memoria colectiva y cuenta sobre una bodega, propiedad de un español, nombrada precisamente La Virgen del Camino, cerca de la cual había un paradero de ómnibus donde se colocó una imagen de la Caridad del Cobre, conocida del mismo modo.
Tras la demolición de esas construcciones, el gobierno de entonces, presidido por Grau San Martín, “prometió a los vecinos que la imagen de la Caridad sería colocada en la pérgola del parque como guía y amparo de todos los viajeros, pues desde su mirador sería lo último y lo primero que se divisaría al salir o al entrar a la capital”, explica el avezado periodista.
La nueva imagen fue encargada a la gran escultora cubana Rita Longa. Se trata de una pieza de bronce de unos dos metros, en la que la Virgen sostiene una rosa náutica y sus ropas y velo lucen batidos por el viento. Parece brotar de unas hojas sobre un pedestal que está colocado, a su vez, dentro de una fuente.
Numerosas personas participaron en una colecta popular para la obra, que llegó a recaudar una importante cifra de dinero. Tres años después del inicio de los trabajos, el 20 de mayo de 1948, fue inaugurado el monumento. Pero, según se cuenta, la escultura fue desmontada poco después y devuelta unos días más tarde, para añadirle más altura a su pedestal.
Desde su propia inauguración, la Virgen del Camino se convirtió en un sitio de ofrendas, de adoración. La caída, en el momento de su montaje, de una moneda que Rita Longa colocaba en sus obras dio origen, según se cuenta, a la tradición de lanzar este y otros objetos a la fuente sobre la que se erige la escultura.
Por demás, narra Ciro Bianchi, “Rita no se limitó a esculpirla, sino que una vez terminada, solicitó al Tribunal de Ritos de la Iglesia Católica que se declara legítima la devoción de los creyentes por esa imagen y logró que el cardenal Manuel Arteaga Betancourt la coronara como ‘madre protectora del viajero peregrino’”.
La devoción a la Virgen, manifestada en la escultura, se mantiene hasta hoy. Desde flores y monedas hasta títulos y otras ofrendas, son colocadas en sus manos o a sus pies.
En sus alrededores, además, descansan habitualmente las personas, ya sean vecinos o viajeros de paso, llegados hasta allí por alguna de las distintas vías que confluyen en el lugar.
Así ha llegado hasta el presente la Virgen del Camino, más de 70 años después de su inauguración, también con las huellas del tiempo y la crisis del país, de la que no es inmune. Y así la muestra este domingo nuestro fotorreportero Otmaro Rodríguez, no la escultura —que también—, sino toda la zona, un sitio emblemático de la capital cubana.