De ultramar son las canciones que María del Mar Bonet regaló el pasado sábado en La Habana. De Ultramar, su más reciente disco, y de las ultramarinas distancias entre Cuba y la España que ella misma simboliza: la insular, la mallorquina, la catalana.
La cantante nacida hace 71 años en Palma de Mallorca, en las Islas Baleares, confirmó su idilio cubano con un hermoso concierto en el Teatro Martí. Estuvo acompañada por importantes figuras de la música antillana, viajeros como ella a ambos lados del Atlántico a través de canciones que unen los dos archipiélagos de manera singular.
Melodías de Cuba con letra catalana, tonadas de un lado y otro del océano, que en la voz mediterránea de la Bonet soprenden y enamoran. Su interpretación, por demás, llegó arropada de los arreglos y el piano del maestro José María Vitier, del contrabajo de Jorge Reyes, de la flauta de José Luis Cortés, del tres cubanísimo de Pancho Amat.
Con cincuenta años ya sobre los escenarios, María del Mar recibió por segunda vez el Premio Internacional Cubadisco, gracias a Ultramar. El álbum, grabado íntegramente en Cuba y publicado por el sello cubano Colibrí, renueva los votos de la cantante balear con esta Isla, donde ya había sido premiada en 2011 por su disco Bellver.
“Después de muchos años cantando y compartiendo música por todo el mediterráneo el hecho de recibir un premio en Cuba significó el inicio de algo que, de entrada, me parecía muy difícil: encontrar la posibilidad de establecer un diálogo, un camino musical, encontrar un mar de música al otro lado del mundo y grabar un disco allí”, escribió la Bonet sobre las motivaciones del CD.
Ultramar es, entonces, el testimonio de una revelación, de un lazo que supera los surcos de un disco o lo anecdótico de un concierto. Las canciones de este sábado, en el Teatro Martí, no fueron por tanto un inicio o un cierre, sino la confirmación de los puentes que tiende la música –la cultura, al fin y al cabo– por encima de idiomas y geografías.