Grafiti y murales, maquillaje para una vieja Habana

Lo que una vez fue espacio de añejos carteles de propaganda partidista, poco a poco ha ido llenándose de obras de arte callejero.

Barrio San Isidro, La Habana. Foto: Alejandro Ernesto.

Cuba cambia. Lentamente, pero cambia y su capital también. Se ve, por ejemplo, en las paredes y muros de La Habana. Cualquiera que, con ojos bien abiertos, recorra de punta a punta la ciudad, verá como lo que una vez fue espacio de añejos carteles de propaganda partidista poco a poco va llenándose de obras de arte callejero.

Arte y un cartel de no basura. Foto: Alejandro Ernesto.

Tradicionalmente los visitantes que llegaban a la isla se asombraban del discurso épico de sus murales, de los rostros de dirigentes o mártires y de los mensajes políticos y sesenteros. Cuba, que además debe ser uno de los pocos países sin carteles publicitarios de mega empresas como Coca-Cola o McDonalds. Lo nota el que llega, pero también el cubano que se da una vuelta por el mundo, repleto de gráfica comercial hasta el cansancio.

Una pintada reciente sobre la guerra en Gaza, en el muro de la secundaria Guido Fuentes, en El Vedado. Foto: Alejandro Ernesto.
En San Isidro, soñando. Al fondo, una bandera cubana de Michel Mirabal. Foto: Alejandro Ernesto.

En nuestras paredes públicas se abre camino, lenta pero constantemente, la publicidad comercial de espacios privados, que muchas veces recurre al “gancho” de la vieja retórica y también al arte callejero.

El cambio de discursos comenzó hace algunos años y la nueva expresión no ha dejado de crecer y difundirse.

La entrada a un restaurante de La Habana Vieja. Foto: Alejandro Ernesto.
Exteriores de Estudio 50, un espacio donde conviven expresiones artísticas como la fotografía, la música y el audiovisual. Foto: Alejandro Ernesto.

En 2017 retraté el grafiti de un Trump decapitado. En una pared de La Habana Vieja, Súper Malo, el personaje fetiche del artista, sostenía la rubia testa del magnate. La obra fue efímera; demasiado. Creo que no pasó de las 24 horas a la vista de los transeúntes. La retraté en la mañana y en la tarde había sido borrada.

Un grafiti de “2+2=5”. El personaje Súper Malo sostiene la cabeza decapitada del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La obra, de 2017, fue borrada con pintura en menos de 24 horas. Foto: Alejandro Ernesto.

He leído que el de Trump fue uno de los primeros grafitis del joven artista Fabián, que firma sus obras como “2+2=5”. Y supe que, contrario a lo que pensamos muchos, su seña de identidad nada tiene que ver con 1984, la novela distópica del británico George Orwell. Fue, asegura en una entrevista, una broma a una profesora de Matemática.

Los grafitis de “2+2=5” están por todos los rincones de La Habana.

Lo cierto es que “2+2=5” es un artista prolífico, y su personaje Súper Malo es una presencia constante en muchos barrios de La Habana. Pero no es el único grafitero local. En los muros derruidos de la ciudad conviven obras de Yulier P., Happy Zombie, Silis, Leandro, B8, Lou81 y muchos más.

Y si hablamos de grafitis habaneros hay que mencionar sí o sí San Isidro, en La Habana Vieja profunda, una vez zona rosa, barrio de marinos y gente humilde. El lugar donde cobró fama y encontró la muerte a principios del siglo pasado el más célebre de los proxenetas cubanos, Alberto Yarini.

Arte por todos lados en el barrio de San Isidro. Foto: Alejandro Ernesto.

En San Isidro se ha afincado desde 2016 la Galería Taller Gorría (GTG), proyecto del reconocido actor y cineasta Jorge Perugorría, decidido a cambiar el rostro del barrio y convertirlo en una suerte de SoHo tropical. Para ello impulsan el proyecto comunitario San Isidro Distrito de Arte que, entre otras iniciativas, ha convocado a artistas cubanos y extranjeros para vestir de colores las añejas paredes del barrio.

En San Isidro, un muro a medio pintar con el rostro de José Martí. Foto: Alejandro Ernesto.
Un retrato del fallecido reguetonero Daniel Muñoz, del dúo Yomil y el Dany, en una esquina de Centro Habana. El Dany falleció repentinamente en 2020, a la edad de 31 años. Foto: Alejandro Ernesto.

Hoy San Isidro es una galería de arte al aire libre. Atrae turistas que recorren sus coloridas calles y se ha convertido en sitio obligado para sesiones de fotos, sean de quinceañeras, bodas, books para modelos o simplemente de gente que quiere llenar su Instagram de retratos junto a los grafitis que decoran el barrio.

En sus paredes conviven obras de grafiteros cubanos con las de artistas urbanos de Estados Unidos, México, Bélgica, Puerto Rico, Brasil y muchos países más.

Un grupo de estudiantes posa junto a un retrato del personaje popular Fifi el Inmensongo, en el barrio de San Isidro. Foto: Alejandro Ernesto.
El rostro del Che Guevara en una calle de Centro Habana. Foto: Alejandro Ernesto.
Junto a un grafiti en La Habana Vieja. Foto: Alejandro Ernesto.

Otros barrios de La Habana y —por qué no— del resto de Cuba, deberían seguir la tendencia. Me gustaría ver nuestras calles convertidas en una inmensa galería, plural, abierta. Artistas con talento es lo que sobra y a nuestras ciudades, viejas y desvencijadas, les viene muy bien el retoque artístico.

Un enorme mural con la imagen de la Virgen de la Caridad, muy cerca del Capitolio de La Habana. Foto: Alejandro Ernesto.
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