El cura fue quien dio la voz de alarma en Lagrán. El padre Félix ya lo venía advirtiendo desde hacía meses “tengan cuidado, que el bicho está allá afuera y muerde”, repetía en todos sus sermones. Aunque no se refería al anticristo, a Satanás, al Maligno, a ese que tiene mil nombres que no debemos pronunciar. El “bicho” era el virus de la COVID, que tenía al mundo patas arriba y que aún no se había aventurado a visitar este intrincado municipio de la Montaña Alavesa.
Pero nada es eterno y hace poco más de una semana todo cambió. El bicho llegó a Pipaón, uno de los tres pueblos que conforman el municipio junto a Villaverde y el propio Lagrán. Y, como no, fue su sacerdote quien trajo la noticia a los parroquianos.
El bicho ya estaba en casa y había que ponerse las pilas, las mascarillas y hacerse las pruebas.
Un año y medio después de que la OMS declarara a la COVID-19 como pandemia y de que España registrara picos de casi mil muertes diarias por la enfermedad, el municipio de Lagrán era el único del País Vasco sin un solo caso de coronavirus. Sus pocos habitantes, casi toda gente mayor, se mantuvieron aislados y así impidieron la llegada de la enfermedad.
La cosa se relajó un poco cuando la gente estuvo vacunada. Llegó el verano y un matrimonio de Pipaón se fue de vacaciones a Dios sabe dónde y regresaron con cierto malestar, que achacaron al aire acondicionado del auto, por lo que descartaron completamente la opción de que fuera COVID. Pero era. Y antes de saberlo, PCR de por medio, estuvieron en una comida con otros amigos en el bar del pueblo. Ahí se jodió la cosa.
Actualmente vecinos de Pipaón y también los de Lagrán están asustados. Todos han corrido a la farmacia a comprar test de antígenos, los más paranoicos han ido al hospital a hacerse pruebas PCR. Varios han dado positivo a la enfermedad, fundamentalmente los que compartieron mesa con los viajeros. Pero probablemente vayan apareciendo más casos, gente que se acercó a saludar, a tomar una cerveza.
El único bar del pequeño pueblo, el lugar donde se produjeron los contagios, permanece cerrado. Su dueño ha colocado un cartel donde explica que se ha decidido “cerrar hasta nueva orden por casos de COVID positivos en el pueblo” y remarca “creemos que es importante cuidar la salud de los vecinos de Pipaón”.
En el municipio están todos vacunados y al parecer el bicho no hará muchos estragos, y cuando digo estragos me refiero a muertes. A pesar de la maligna presencia y del miedo, aún se pueden ver vecinos que salen sin mascarilla, prueba de lo muy relajados que se han vivido estos tiempos pandémicos por esas sierras.
Los enfermos presentan síntomas leves y están confinados en sus casas, aunque algunos se aventuran a dar sus paseos por el campo, algo que, sorprendentemente, les ha recomendado el médico local.
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