Supe del Negrero gracias a mi costumbre de visitar cuanto cementerio se me cruza en el camino. Pero eso fue después, antes supe del ángel que custodia el mausoleo donde descansan los restos.
Hace unas semanas visité el Cementerio de Santa Isabel, en Vitoria, País Vasco. Entre tumbas sobrias, escuetas, de formas geométricas y rígidas, con grandes lápidas poco ornamentadas, vi el mausoleo más grande del lugar. Erigido en pleno centro del camposanto, bastante deteriorado por el paso del tiempo, hasta diría que vandalizado. Y coronado por un ángel con un brazo que apunta al cielo.
Chismeando aquí y hurgando allá supe que, como todo cementerio que se respete, el de Santa Isabel tiene su leyenda negra y tiene que ver con este ángel que nos mira desde el sitio más alto. Cuentan que, a veces, tal vez cansado de tener el brazo en alto durante tanto tiempo, el pétreo ángel baja la mano como al descuido y la dirige hacia algún paseante. El señalado morirá en el plazo de 10 días.
Esta suerte de ángel exterminador ocupa el sitial de honor en la tumba de Julián Zulueta Amondo, personaje oscuro, más conocido como El Negrero. Un alavés que vivió poco en su tierra, pues muy joven, se cree que en 1832 partió hacia Cuba donde tuvo una vida muy intensa y forjó una enorme fortuna, fundamentalmente con el comercio de esclavos, de ahí el mote.
Julián Zulueta llegó bien pobre a Cuba, a vivir al amparo de un tío del que poco después heredó una pequeña fortuna que iría ampliando, con negocios lícitos, pero sobre todo con los turbios, pues desde muy temprano “el Negrero” vio las enormes ganancias que se obtenían del tráfico de esclavos, algo con lo que empezó a lucrar en 1840.
Zulueta se dedicó a la trata y al parecer estuvo implicado en la mayoría de los cargamentos de esclavos que llegaron de África a Cuba a mediados del siglo XIX. Tanto que el historiador Moreno Fraginals lo describe como “el prototipo de traficante de esclavos, promotor y propietario de grandes ingenios azucareros que encarnaba la figura del hacendado reaccionario y conservador”.
Más de un siglo después de muerto Zulueta sigue siendo “el Negrero” y es obvio que los vitorianos no sienten orgullo por este personaje. Su tumba, rodeada de cadenas que me hacen pensar en las que llevaban los africanos con los que traficaba, luce abandonada y la placa que la identifica es la única rota en todo el cementerio, justo en la cabeza del Negrero, de modo que no se pueda ver su rosto.
La trata le dio un sobrenombre y mucho dinero, pero Julián Zulueta fue más allá. Era un hombre inteligente, hábil para los negocios. Fundó varios ingenios azucareros en los que para agilizar el trabajo introdujo el ferrocarril, fue propietario de muelles y embarcaciones. Y también de muchos hombres, pues el plato fuerte del Negrero eran los esclavos.
Al cesar definitivamente la trata negrera fue Zulueta, siempre tan emprendedor, uno de los promotores de un nuevo comercio humano, importando mano de obra barata, casi en condiciones de esclavitud, de la lejana China, lugar que en opinión del Negrero “produce los hombres más trabajadores y más industriosos de Asia”.
Tengo, como muchos cubanos, ancestros africanos y asiáticos (en mi familia se habla de chinos, yo cada día estoy más seguro que filipinos). Tal vez de ahí me venga la fascinación por este personaje que recién descubro y que, con las peores intenciones, podría ser el responsable de la mezcla de sangres que corre por mis venas.
A lo mejor por eso he visitado tantas veces en estos días la tumba del Negrero, el chico “pobre y animado” que llegó a ser enormemente rico, que además de industrial y traficante fue Alcalde de La Habana, Coronel de Voluntarios, Presidente del Casino Español y que al morir, en 1878, ostentaba los títulos Marqués de Álava y Vizconde de Casa Blanca.
Vuelvo al cementerio por el Negrero y por la leyenda del ángel, que me atrae como un imán. Mi última, o debería decir más reciente, visita a Santa Isabel fue un día de cielo encapotado y viento fuerte. Confieso que, con la cámara en una mano y la bici en la otra, recorrí sobrecogido los alrededores de la tumba del negrero mientras miraba de soslayo al ángel, temeroso de que bajara la mano y marcara mi destino para siempre.
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El poblado de Zulueta, en el centro de Cuba, debera su nombre al Negrero???