Es casi imposible que Florencia, el kilómetro cero del renacimiento italiano, estancia de grandes maestros y transgresores de la historia de la humanidad como Leonardo Da Vinci y Miguel Ángel, cuna de revolucionarios de las letras como Dante Alighieri y lugar donde descansan los restos de Galileo Galilei —el célebre físico y astrónomo que, a riesgo de su vida, contradijo la creencia de que la Tierra era el centro del universo— no te encante cuando la conoces.
Entonces, si tenemos la oportunidad de viajar a Italia, es casi obligado reservar unos días para recorrer la capital de la Toscana.
Eso sí, tengamos en cuenta que su maravilla y fama atraen en todos los meses del año a cientos de miles de visitantes. Por eso las colas y la muchedumbre en Florencia ya son casi un símbolo, junto a sus imperdibles monumentos, museos, iglesias y plazas.
Sobre esas enormes filas y horas de espera para entrar a algunos de los sitios históricos y de arte, así como del apiñamiento de personas en sus espacios al aire libre ya alertan las publicidades de los tours y páginas web turísticas.
Para tener una idea, en el centro metropolitano de Florencia reside un millón y medio de habitantes. Solamente la Galería de los Oficios, enorme palacio devenido museo con una de las más grandes, antiguas y famosas colecciones de arte del mundo, enclavado en el casco histórico de la ciudad, fue visitada por más de tres millones de turistas en 2019. No es difícil imaginar, pues, las aglomeraciones en los alrededores de ese emblemático lugar.
Otra cola conocida en Florencia es la que se forma en la Via Ricasoli, una estrecha calle donde está la Galería de la Academia, sitio que alberga, entre otras importantes obras de arte, El David de Miguel Ángel Buonarroti, una de las obras maestras del Renacimiento.
El gigantesco David, escultura de mármol blanco de 5,17 metros de altura, realizada entre 1501 y 1504, cuando el artista no pasaba de los 25 años, originalmente estuvo situado en una de las esquinas de la Plaza de la Señoría, a unas pocas cuadras de la Galería de la Academia. Luego de sufrir varias vejaciones por las inclemencias del tiempo, en 1873 la escultura fue trasladada al museo donde se encuentra hoy. El emplazamiento original quedó vacío hasta que, en 1910, se instaló una réplica de la original, también esculpida en mármol. O sea que, si quiere evitar la interminable cola y ahorrarse el costo de la entrada para ver la escultura más famosa del mundo, siempre queda la opción de caminar unas cuadras hasta la Plaza de la Señoría. No notará mucha diferencia.
En el periplo por Florencia, otro de los sitios de más apelotonamiento es la entrada a la imponente basílica catedral metropolitana de Santa María del Fiore, ubicada en la Plaza del Duomo. Esta obra maestra del arte gótico, con capacidad para 30 000 personas, comenzó a construirse a finales del siglo XIII. Con su enorme cúpula de Brunelleschi y el altísimo Campanile de Giotto, es la cuarta iglesia más grande del mundo y una de las joyas del primer Renacimiento italiano.
No tan concurrida y también célebre para no dejar de visitar es la basílica de la Santa Cruz, situada en la plaza de igual nombre. En esta iglesia franciscana están las tumbas de Miguel Ángel, Galileo, Dante Alighieri y Maquiavelo, entre otros personajes históricos.
Mas, si de íconos florentinos escribimos, donde siempre hay embotellamiento de personas es en el Ponte Vecchio, que atraviesa el río Arno. Se trata del puente más antiguo de Europa y el más famoso de los pocos habitados que existen en el mundo. Es histórico, además, por ser el único de la ciudad que se mantuvo en pie durante la Segunda Guerra Mundial, tras los bombardeos alemanes.
Para atenuar las innumerables y desgastantes colas, que van en detrimento del turismo sostenible, desde hace unos años la oficina de turismo de Florencia utiliza un sistema basado en el big data (proceso de recolección y análisis de grandes cantidades de datos que permiten, por ejemplo, precisar el tiempo que demoran los usuarios en recorrer las salas o las horas picos de visitantes) para acortar el tiempo de espera y las largas filas. También para organizar, por medio de una aplicación, pueden hacerse reservas en línea de boletos y tours guiados.
Aun cuando hay que lidiar con las aglomeraciones, las colas, la invasión de cámaras fotográficas y tener que esquivar palos de selfie cada dos o tres pasos, vale la pena recorrer esta ciudad que durante siglos fue el epicentro del arte occidental.
La Galería de los Oficios desarrolló un algoritmo de inteligencia artificial que reduce el tiempo de espera de 4 horas a unos minutos.
Pero que bueno que las colas son para ver arte y no para buscar comida…
Para OnCuba: deberían publicar más trabajos periodísticos como éste. Promover cultura Universal para subsanar las deficiencias de la educación general cubana. Incluyo las maravillas Universales, no sólo las europeas.