La única manera de pisar tres países distintos en el mismo instante es llegando hasta algún “trifinio”, como se le denomina al punto exacto donde confluyen las fronteras de tres naciones diferentes.
Con más o menos importancia y visibilidad entre ellos, en el mundo hay 157 de estos tripuntos internacionales. Son espacios socio-geográficos con muchas historias, comunes y diferentes, y dinámicas políticas y económicas muy peculiares.
En Sudamérica, donde existen trece triplefronteras, se encuentra uno de los trifinios más famosos. Se trata del límite tripartito entre Argentina, Paraguay y Brasil.
La confluencia entre los ríos Paraná e Iguazú es la marca exacta de la Triple Frontera. En medio de un paisaje selvático y atravesado por esas aguas, convergen los tres países representados por tres ciudades: Puerto Iguazú es la urbe argentina y se conecta con su vecina, la brasileña Foz do Iguaçu, por medio del Puente Internacional “Tancredo Neves”, también conocido como “Puente Internacional de la Fraternidad”.
Foz y Ciudad del Este, en Paraguay, están comunicadas vía terrestre por el Puente de la Amistad. Sin embargo, entre Puerto Iguazú y Ciudad del Este no existe hasta ahora un puente y solo se entrelazan por medio del transporte fluvial.
Generalmente en el punto exacto de los trifinios se levanta un hito fronterizo. En este caso, como la delimitación es en la intersección de dos ríos, cada país tiene un monumento alusivo construido muy cerca del trifinio que comparten. De esta manera las tres pirámides, a la vista desde cualquiera de los tres puntos, forman un triángulo imaginario. Por ejemplo, en la parte Argentina está el “Hito de las Tres Fronteras”, un mirador turístico donde hay un monumento con los escudos y banderas de los tres países y una plaza con una fuente de chorros de agua y luces de colores.
Pero el verdadero monumento a la convergencia entre las tres naciones no lo marca el punto geográfico, sino las interrelaciones sociales de los que habitan la región. Así lo expone la socióloga argentina Silvia Montenegro, Profesora titular del Departamento de antropología sociocultural de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, en Argentina, en una investigación titulada “La triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay: globalización y construcción social del espacio”:
“Existe un punto donde los tres países se encuentran, señalizado por el hito o marco de las tres fronteras que simboliza la triangulación y establece el límite territorial, se trata de un obelisco de piedra y cemento emplazado en un espacio desde donde pueden visualizarse los tres países, así como el encuentro de las aguas de los ríos Iguazú y Paraná, un lugar alejado 23 km. del centro de Foz do Iguaçu. Pero el espacio dónde los países se encuentran es, en realidad, el ámbito fluido de las dinámicas de circulación transnacional de bienes, significados y personas”.
Aunque existe una integración entre las tres ciudades que conforman la triple frontera y sus habitantes, estas no están exentas de tensiones. Sobre todo por ventajas y desventajas acentuadas por decisiones políticas y comerciales de cada gobierno. Pero, obligados a convivir en un mismo territorio, las divergencias terminan siempre por ser saldadas. En ese imaginario se construyó a mediados de los noventa del siglo pasado el concepto de “triple frontera” más allá de la cuestión geográfica.
“Ese nombre estuvo desde un principio fuertemente ligado con determinados atributos que asociaban a la región con fenómenos como el terrorismo y el contrabando. La ‘triple frontera’ en los medios argentinos y estadounidenses fue descrita como una ‘tierra sin ley’ y un ‘nido de terroristas’. Se enfatizó que entre sus ríos y sus selvas se desarrollaba sin control todo tipo de tráfico ilícito, desde drogas y armas hasta mujeres y niños. Esta manera de concebir el territorio, surge de una mirada externa y cargada de prejuicios”, explica la profesora e investigadora de la Universidad de Buenos Aires, Verónica Giménez Béliveau, en su artículo “La ‘triple frontera’ y sus representaciones. Políticos y funcionarios piensan en la frontera.”
Con una extensión de 2.500 Km2 y una población de aproximadamente 470.000 habitantes, la zona es de un alto valor estratégico y económico. Además de punto de contacto entre Brasil y Argentina, —las dos naciones más ricas y desarrolladas del Cono Sur,— la zona es rica en recursos hídricos, energéticos, forestales y turísticos.
Bajo ese suelo atraviesa parte del Acuífero Guaraní, la tercera reserva más grande de agua dulce de nuestro planeta con una superficie aproximada de 1.194.000 km², un volumen de aproximadamente 40.000 km³, un espesor de entre 50 y 800 m y una profundidad máxima de aproximadamente 1.800 m.
Sobre el río Paraná, en la frontera de Paraguay y Brasil, se alza la represa hidroeléctrica de Itaipú, la más grande del mundo. Tiene el récord de haber producido la mayor de energía del planeta con 103.098.366 Mwh, en 2015.
Del mismo modo, a unos 25 kilómetros de la triple frontera, navegando aguas arriba por el río Iguazú, Brasil y Argentina comparten las famosas Cataratas del Iguazú, Patrimonio Mundial Natural de la Humanidad por la UNESCO y una de las Siete Maravillas del Mundo. Este majestuoso espectáculo de la naturaleza, conformado por 275 saltos de agua que caen desde hasta 80 metros de altura, es uno de los destinos turísticos claves de los países.
Solo en 2019 más de un millón y medio de turistas de todo el mundo visitaron las cataratas tanto del lado brasileño como del argentino. Se estima que más del 95 % de esa cifra conocieron la triple frontera, navegaron por ambos ríos y visitaron las tres ciudades. O sea que, del turismo que llega hasta las cataratas, indirectamente y por su proximidad, también Paraguay se beneficia.
El flujo natural de vecinos y turistas entre las ciudades ha instalado un comercio tripartito donde, por ejemplo, a la parte de Argentina cruzan a comprar carne vacuna y vinos. A Brasil llegan en busca de ropa y calzados. Y, en Paraguay, se consigue a los mejores precios tecnología y electrodomésticos.
Tampoco es de extrañar la circulación constante en cada región de monedas como el guaraní, de Paraguay, el real de Brasil y el peso, de Argentina. Lo mismo sucede con los idiomas. En las tres ciudades se escucha hablar en portugués, en castellano y hasta en guaraní, la lengua de la familia tupí-guaraní. Hay que sumar a esta diversidad cultural, típica de la triple frontera, lo variopinto en términos poblacionales. En la región conviven diferentes grupos de la etnia Guaraní (Mbya, Ka’aingua, Axe, Tupí), primeros habitantes de estas tierras desde hace miles años, con colectividades alemanas, chinas, coreanas y árabes, instaladas en las últimas décadas.
La profesora Montenegro, en el trabajo antes citado, señala que “la diversidad cultural no se limita a paraguayos, argentinos y brasileños, sino que se ve complejizada a partir de la presencia de árabes, chinos, coreanos, indios y aborígenes, entre otros. Parte de esa presencia se vincula a los movimientos internacionales de trabajadores e individuos que se desplazan, por motivaciones diversas, en busca de oportunidades de vida por la geografía global. Estos procesos migratorios no deben confundirse con la “vieja migración” que contribuyó a formar las tres naciones a finales del siglo XIX y principios del siglo XX: se trata de inmigrantes recientes y de procesos de integración a los contextos nacionales que asumen características singulares”.