Los cerros que abrazan a Caracas, la capital de la República Bolivariana de Venezuela, asemeja a un gigante cuadro barroco en movimiento. La luz y la diversidad de colores; las discontinuas líneas y perspectivas paradójicamente armonizadas, exhiben al descubierto las miles y miles de pequeñas casas apiladas en esas montañas.
Ese impacto estético es el primer recuerdo que tengo de mi viaje a Venezuela, en diciembre de 2015. Sucedió apenas llegué, en el recorrido que hice desde el aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar, en el estado Vargas, pegado al mar, hasta el hotel donde me alojaría, en el centro histórico de la ciudad, a unas cuadras de la célebre Plaza Bolívar donde, sin quitarse el polvo del camino, llegó José Martí en 1881 a rendirle homenaje al Libertador.
Mas, mi observación preliminar sobre esos barrios populares no eclipsó, en lo más mínimo, la situación social de esos cuadritos de colores donde vive el sector más pobre de la gran ciudad venezolana. Al traspasar en un par de visitas fugaces el umbral del cuadro barroco que vi desde la distancia, mi experiencia fue la de estar entre gente muy familiar y humilde que cada día, con muchas precariedades, salen a trabajar con la única aspiración de vivir un poquito mejor.
Estos barrios surgieron a mitad del siglo pasado cuando, en medio de una crisis económica y política, el estado lanzó un plan masivo de subsidios de viviendas en Caracas (donde se concentraban por entonces los principales hospitales, escuelas y demás instituciones sociales) para personas desempleadas. Tal medida atrajo una ola de personas de otras regiones del país, fundamentalmente rural. También vinieron muchos de países vecino, fundamentalmente Colombia. Enseguida la zona del valle de Caracas quedó saturada y no quedó más opción que asentarse en los cerros.
Así, sin ningún diseño urbanístico, construyendo donde se pudiera, se formaron cientos de comunidades. La fisonomía se distingue por calles estrechas, laberínticas, que desembocan en pasillos o en largas y empinadas escaleras. Casas improvisadas y edificadas por sus propios vecinos con materiales como adobe, chapas y bloques.
Hoy los cerros están habitados por más de un millón de personas –en su inmensa mayoría trabajadores informales– que subsisten en condiciones de fragilidad social, signados por la insalubridad, altos índices de inseguridad y elevadas tasas de homicidios.
Sobre este fenómeno, el Doctor Carlos Acedo Mendoza, fundador de la Oficina de Estudios Socio-Económicos (OESE), publicó en 1969 un libro de referencia titulado La vivienda en el área metropolitana de Caracas. Mendoza analiza en su trabajo las desiguales formas de apropiación de la vivienda por parte de los diferentes grupos socioeconómicos. Puntualmente, sobre los asentamientos en los cerros caraqueños, expresa que “la existencia de estos barrios, más que representar la causa de un problema social, representa el efecto de un problema más complejo: el de la marginación social”.
Esa segregación urbana, ese desclasamiento y estigmatización alarmante es algo que analiza el sociólogo Juan S. Martín en su articulo “Cómo ven los ‘no marginados’ de Caracas los barrios y su gente”. En este texto se advierte como “para algunos –de la élite social-, los barrios tienen algo de fantasmagórico, sobre todo cuando se sienten cerca, muy próximos en violento contraste (…). Los barrios y su gente han sido vistos y calificados como ‘la lepra inevitable de las grandes urbes…. El paraíso y felicidad del emigrante rural’”, concluye Martín.
Con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, en diciembre de 1998, comienza una profunda transformación social en todo el país. La denominada Revolución Bolivariana tendría como principales beneficiarios a los sectores más vulnerables, como los habitantes de los cerros. De esta manera, por ejemplo, comenzaron a hacerse obras públicas nunca antes hechas como cloacas, redes de agua y luz. Del mismo modo se construyeron consultorios médicos donde se alojaron miles de profesionales de la salud cubana que, hasta el día de hoy, prestan asistencia gratuitamente. Aunque con estas medidas bajaron los índices de pobrezas, la actual crisis económica ha reflotado las terribles condiciones de vida de los vecinos de los cerros caraqueños.