Pensaba que empezaríamos
una reacción en cadena que destruiría todo el mundo…
eso fue lo que hicimos.
J.R. Oppenheimer,
En diálogo con Einstein
La creación de la bomba atómica es un capítulo complejo y determinante en la historia contemporánea, cuyos protagonistas fueron científicos, políticos y militares. El proyecto lo dirigió el físico estadounidense Julius Robert Oppenheimer, cuya vida y obra se ha reflejado en libros, artículos y documentales y, más recientemente, en la película de Christopher Nolan, Oppenheimer, basada en El Prometeo Americano, el libro de Kai Bird y Martin J. Sherwin que les valió, entre otros, el premio Pulitzer en 2006.
Para entender mejor el proceso histórico en que esto sucede es necesario conocer algo de la ciencia involucrada.
A finales del siglo XIX y principios del XX se descubren fenómenos inesperados y se enuncian nuevas teorías para explicar la materia y el universo. Así entran en el panorama mundial la radioactividad, la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica y, con ellas, una nueva concepción de la energía y del espacio-tiempo.
Einstein muestra que la velocidad de la luz es una barrera inalcanzable, a mayor velocidad el tiempo se dilata y el espacio se contrae; se descubre que al desintegrarse la materia su masa se transforma en energía.
A lo largo del siglo la sociedad se electrifica, se industrializa con un ritmo vertiginoso. El conocimiento de la ciencia es el alma del desarrollo; la tecnología, la forma de lograrlo; mientras el capital y la búsqueda de recursos son las fuerzas para dominar el mundo, un mundo, por demás, en guerra.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en la que se enfrentan dos grandes bandos, las Tropas Aliadas y los Países del Eje, la nueva ciencia y la tecnología se convierten también en armas. Científicos e ingenieros son soldados en activo, sus conocimientos y habilidades se ponen a disposición de las tendencias políticas y militares de sus países.
Uno de los elementos cruciales de la época es el descubrimiento de la liberación de la energía nuclear al desintegrarse la materia y emitir partículas y radiación. Los físicos buscan la transformación de la masa en energía (según había mostrado Einstein con la conocida expresión E=mc2) y con ella la sospecha de la posible creación de una bomba atómica, con un poder colosal nunca antes visto. Era una posibilidad entonces no desarrollada, pero que le daría una ventaja notable a quien la obtuviera.
La clave que permite la liberación y el aprovechamiento de esta energía está dada por dos fenómenos físicos: la fisión o ruptura de átomos pesados y la fusión por la unión de núcleos ligeros; y dos procesos: la reacción en cadena, cuando las partículas y la radiación emitidas dan lugar a nuevas reacciones similares, y la obtención de la masa crítica, cantidad de materia necesaria para que la reacción en cadena no se detenga y se pueda liberar cantidades de energía inmensas. Solo faltaba crear la tecnología para producirlas.
Los científicos y políticos involucrados en este capítulo de la historia fueron personas con grandes contradicciones. A la hora de tomar ciertas decisiones, los intereses y los temores pugnaron ante el uso de una fuerza desconocida en sus consecuencias y la posibilidad de dominio del mundo con una nueva arma, considerada el arma definitiva.
J. Robert Oppenheimer, conocido como Oppie, era un científico de amplia cultura, gran facilidad para los idiomas, impulsor de los estudios de Física Teórica en Estados Unidos y seleccionado para estar al frente del proyecto Manhattan para la creación de la primera bomba atómica. El conocimiento de sus acciones, las consecuencias que tuvieron y la forma en que luego fue tratado son fundamentales para entender la época.
Existen hitos en este proceso histórico, reflejados tanto en el libro como en la película, la formación profesional de Oppenheimer, el proyecto Manhattan para la creación de la bomba, las maniobras de descrédito contra su persona y la recuperación de su prestigio moral y científico.
La creación de la bomba
Se crearon cuatro bombas durante el Proyecto Manhattan: Gadget, Thin Man, Little Boy y Fat Man (estas dos últimas, lanzadas contra población civil en Japón). Little Boy usaba uranio enriquecido en un diseño llamado de tipo cañón; por su parte, Fat Man se basaba en el plutonio y en un proceso de implosión.
La detonación exitosa de Gadget en Nuevo México, EE. UU., el 16 de julio de 1945 en la que fue una explosión experimental llamada Trinity, permitió estudiar el radio de acción de los efectos sobre personas y construcciones, además de procesos colaterales, así como comprobar si no se producía, como sospechaban algunos, el incendio de la atmósfera del planeta.
Las brutales explosiones sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki (6 y 9 de agosto respectivamente), más que acciones militares fueron acciones políticas; además con un aire de revancha por el ataque a Pearl Harbor y para demostrar, a punto de terminarse la guerra, quién tenía el mayor poder. Fue ante todo una muestra de adelanto en tecnología y fuerza militar, unido al hecho de que Estados Unidos era el país que menos había sufrido durante la guerra.
Los bombardeos tuvieron además otro efecto: causaron un gran pesar y arrepentimiento en Oppenheimer, más que por el bombardeo, que consideraba una acción de guerra necesaria, por el peligroso futuro que implicaba.
Más tarde, ante la sensación de culpa del científico, Truman le dijo: la bomba la tiré yo, no usted.
Así, Truman lleva a segundo plano la figura de Oppenheimer, como si cualquier otro equipo de científicos lo hubiera hecho igual. El personaje —deja entender Truman— soy yo. El político dueño del poder que decide el futuro.
Es de destacar el caso de la junta de Gray de 1954 donde se procesa, por decirlo de alguna manera, a Oppenheimer, por instancias de Lewis Strauss para denigrarlo, donde logran revocarle sus credenciales de seguridad y poner en duda su fidelidad a Estados Unidos. Tomaron, entre otros argumentos, que desde su cargo de asesor jefe de la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos, que ocupaba después de la guerra, manifestó su oposición al desarrollo de la bomba de hidrógeno para evitar una carrera armamentista dentro de la creciente tensión de la Guerra Fría con la Unión Soviética. Fue una farsa de proceso que tuvo un desenlace negativo para el científico.
Sin embargo, las autoridades militares y de seguridad relacionadas con el Proyecto Manhattan y algunos de los científicos citados por la junta declararon a favor de Oppenheimer.
En el filme de Nolan los diálogos, tratados de teatrales al presentar este episodio, eran comunes en el desarrollo del proceso, aseguran Sherwin y Bird. Las transcripciones de la audiencia se conocieron públicamente y fueron llevadas a varias obras de teatro en Inglaterra y Francia en los años 60.
El científico no dejó de servir a su país, aunque discrepara y fuera acosado por personas con mucho poder en el Gobierno. Fue atacado por las tendencias más radicales de los republicanos. Quizá no se defendió como debía y actuó en algunos casos con mucha ingenuidad.
En 1960, con la llegada de un Gobierno demócrata a la Casa Blanca, Oppenheimer recibe una restauración política como figura nacional, y se le concede en 1963 el premio Enrico Fermi propuesto por el propio presidente Kennedy.
Oppenheimer siempre manifestó su opinión de que los conocimientos nucleares y sus implicaciones deberían ser conocidos por todos los países, que se debía abrir el diálogo para el control de las armas nucleares, y así evitar una destrucción total de la vida en el planeta.
Al preguntársele en 1965 si el presidente Johnson debía abrir ese diálogo, Oppenheimer respondió que la proposición llegaba con veinte años de atraso, pues debía haberse hecho al día siguiente de la explosión de la bomba Gadget, en Nuevo México.
Durante los sucesos de su enjuiciamiento informal y aún hoy mucho después de su muerte, ocurrida en 1967, muchos republicanos continúan viendo a Oppenheimer como alguien que encarnara una amenaza y afrenta a la seguridad de los Estados Unidos.
La eliminación del fascismo fue la justificación para crear una tecnología bélica nuclear. Sin embargo, en el desarrollo posterior de proyectos militares y de aeronáutica estadounidenses algunos estuvieron a cargo de científicos nazis que habían trabajado en las armas del Tercer Reich.
Mientras un científico como Oppenheimer, fiel a su país, fue relegado a segundo plano, cargado de sospechas y excluido de sus credenciales de acceso a los mismos laboratorios que antes dirigió, por confrontar problemas de conciencia y bajo la acusación de ser comunista.
Disfruté leyendo el libro, y lo recomiendo, ya que es ameno, detallado y riguroso. En cuanto al filme, considero que a pesar de ser extremadamente largo, destaca varios momentos históricos en la vida de Oppenheimer, que Nolan diferencia con variaciones de color e iluminación, pero no con fechas, las que el espectador debe conocer de antemano o a posteriori, por tratarse de hechos históricos supuestamente conocidos. Las escenas por momentos resultan coherentes, pero los inesperados flash backs que llevan a distintas épocas confunden al seguir detalles de la trama. También es difícil seguir la identidad de los científicos y políticos y otras personas, no hay referencias claras a fechas o personajes a los que unas veces se les llama por el nombre y otras por el apellido o el cargo. Tampoco es rigurosa la forma de presentar la ciencia, lo que se podría haber hecho con más cuidado sin necesidad de llegar a presentar un denso tratado científico.
Para los entendidos la película está llena de guiños históricos como cuando Oppie le dice a Kitty que recoja las sábanas, las frases en los diálogos con Einstein o cuando en una velada entre los científicos Richard Feynman toca la tumbadora. Casi todos los personajes quedan muy bien definidos en su papel, pero no siempre resultan bien identificados.
Aunque la película en general me gustó y es un filme que se agradece por el momento de riesgo nuclear que vivimos, creo que decepciona la escena de la explosión atómica, esta debía causar un gran efecto en quienes la presenciaron, y aunque hemos visto documentales con explosiones similares, al pasarla con lentitud como los efectos especiales de algunos filmes, le resta el choque que significó presenciar el poder de una explosión nunca antes vista, que le hizo recordar a Oppenheimer las palabras del Bhagavad Gita: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”.