En sus primeros seis meses en el poder, el presidente estadounidense, Joe Biden, no ha demostrado ninguna prisa por cumplir su promesa electoral de reiniciar el deshielo con Cuba, y ha dado en cambio señales de que su política hacia la Isla será más dura de lo esperado.
Las inéditas protestas antigubernamentales de la semana pasada en Cuba han obligado a Biden a dar pistas sobre su política hacia el país caribeño, que su equipo había relegado a un segundo plano para centrarse en retos como los de China, Irán o Afganistán.
Aunque Biden prometió durante la campaña electoral que “volvería” al acercamiento promovido por el expresidente Barack Obama (2009-2017), en los últimos meses ha insinuado que no planea deshacer por completo la política de mano dura impulsada por su predecesor, Donald Trump (2017-2021).
“Hay una serie de cosas que yo consideraría hacer para ayudar al pueblo de Cuba, pero eso requeriría una circunstancia diferente, o una garantía de que el Gobierno no se aprovecharía de ellas”, dijo Biden recientemente en una rueda de prensa.
Biden expresa su apoyo a las protestas de ayer en Cuba y acusa al gobierno cubano
Grifo cerrado a las remesas
La Casa Blanca revisa todavía su política hacia Cuba y está pendiente de anunciar cambios, pero durante esa misma rueda de prensa, Biden ya dejó caer un claro indicio de que sus medidas no serán las de Obama.
El mandatario descartó restablecer a corto plazo la posibilidad de enviar remesas desde Estados Unidos a Cuba, restringida desde noviembre pasado, por temor a que “el Gobierno cubano” pueda “confiscarlas”.
Ese argumento es parecido al que articuló el equipo de Trump, cuyas medidas buscaron cortar el flujo de ingresos a los servicios militares, de inteligencia y de seguridad de Cuba, y apretaron el yugo al sector turístico de la Isla.
Según expertos consultados por EFE, la reticencia de Biden a deshacer las medidas de Trump tiene que ver con su preocupación por el impacto que eso pueda tener en los resultados de su partido en Florida en las elecciones legislativas de noviembre de 2022.
La clave: Florida y 2022
Biden quiere ampliar –o al menos mantener– la estrecha minoría que ahora tienen los demócratas en ambas cámaras del Congreso de EE.UU., y le gustaría jugar con ventaja en el estado clave de Florida, que él perdió en las elecciones presidenciales.
Lo paradójico es que “levantar las restricciones al envío de las remesas sería una medida popular entre los estadounidenses de origen cubano en Florida”, dijo a EFE un experto en Cuba y profesor emérito en la American University de Washington, Philip Brenner.
Para ese analista, es “vergonzoso” que Biden haya descartado por ahora reanudar el envío de remesas, una medida que considera crucial para “apoyar realmente al pueblo cubano” y ayudarles a salir de la profunda crisis económica y sanitaria que vive la Isla.
EEUU afirma que revisa su política hacia Cuba para “incentivar” un cambio en la Isla
El presidente también ha dado pábulo a las peticiones del gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, al asegurar este jueves que está evaluando si Estados Unidos tiene “la capacidad tecnológica de restaurar el acceso” al internet móvil en Cuba, como le ha reclamado el político conservador.
Biden “no es Barack Obama”
Mucho antes de que estallaran las protestas, la Casa Blanca ya había dejado claro su escaso apetito por volver completamente a la era del deshielo: el asesor de Biden para Latinoamérica, Juan González, dijo en abril que el nuevo presidente “no es Barack Obama en la política hacia Cuba”.
“El momento político ha cambiado de forma importante, se ha cerrado mucho el espacio político, porque el Gobierno cubano no ha respondido de ninguna forma, y de hecho la opresión en contra de los cubanos es peor aún hoy que tal vez fue durante la administración (de George W.) Bush”, dijo entonces González, durante una entrevista con la cadena CNN.
Según Brenner, parte del problema está en que González “no apoyó la apertura de Obama” hacia Cuba y ahora la política hacia la Isla está prácticamente en sus manos, puesto que el Senado todavía no ha confirmado al nominado por Biden como encargado de Latinoamérica en el Departamento de Estado, Brian Nichols.
Washington vuelve a acusar a La Habana de violar los derechos humanos
El analista cree que la revisión de la política hacia Cuba que elabora la Casa Blanca resultará probablemente en cambios “moderados” que no tendrán demasiado impacto en la Isla, como una ligera flexibilización de los viajes desde Estados Unidos y un aumento del personal en la embajada en La Habana.
Como mucho, el mandatario demócrata hará “pequeños gestos humanitarios” con ayuda que esté gestionada por la sociedad civil y no por el Gobierno cubano, apuntó en declaraciones a EFE el presidente emérito del centro de estudios Diálogo Interamericano, Peter Hakim.
Sin embargo, otro experto en Cuba en la American University, William LeoGrande, advierte de que Biden se arriesga a algo peor que a que le acusen de conservador si no actúa para “levantar las sanciones de Trump”.
“Si la represión de las autoridades cubanas impide un nuevo ciclo de protestas, es posible que esas tensiones se manifiesten la próxima vez en una crisis migratoria, que le provocará a Biden problemas políticos más graves que si optara por una política de acercamiento” a Cuba, escribió LeoGrande en el diario digital Daily Beast.
Lucía Leal / EFE
Ese empecinamiento en ofrecer una misma receta a Cuba es, a mi juicio, la característica principal -con la única excepción del presidente Obama (¡honor a su persona!)- de las distintas administraciones norteamericanas hasta hoy. Todas a cual más torpe. A cual más reaccionaria. A cual más cínica. Obama fue el único que se saltó la regla y puso a temblar la vieja y desacreditada política del embargo (en realidad bloqueo). Cuando Obama visitó Cuba escribí un comentario destacando la valentía política de aquel presidente que se ganó, durante las pocas horas de su estancia en La Habana, al pueblo con su simpatía, borrando, de golpe, décadas de consignas antinorteamericanas. Si esa política inteligente y llena de sentido común hubiese prevalecido hasta hoy, seguramente la sociedad cubana habría logrado una mayor apertura democrática, obligando al Estado cubano a acelerar su ritmo de transformaciones. Era lo que se veía flotar en la realidad nacional. Pero no era eso lo que deseaba el nido de alacranes de la ultraderecha liderado por Mr. Trump. Querían esto que hemos visto y lamentamos. Querían circo, para poder vociferar a gusto sus innobles intenciones contra la Isla. Nunca se ha visto nada igual. Una campaña mediática, desaforada y vomitiva, pidiendo a gritos que Estados Unidos invada la Isla. No les importa que el pueblo cubano sufra, sino que haya sangre. Yo condeno la represión, la falta de libertades. Condeno la indiferencia frente a los problemas. Condeno el ninguneo político. Al fin y al cabo, todo eso lo único que provoca es más desgaste y más escepticismo entre quienes apoyan una causa. Y más aún cuando en medio de una crisis se emplean medidas policiales de manera indiscriminada contra ciudadanos pacíficos y desesperados. Pero esas manifestaciones de odio reforzadas con el llamado a agredir a un país soberano, me traen inevitablemente a la memoria, las palabras de José Martí en su carta a Manuel Mercado.