Hace poco más de diez años, cuatro agentes de la Policía del condado de Miami-Dade, dos oficiales del Servicio de Guardacostas, dos del FBI y un funcionario del Departamento de Justicia se reunieron en una oficina en el centro de la ciudad para estudiar la “mafia cubana”.
Nada que ver con la política. Es la mafia delincuencial, que se dedica a perseguir por tierra, aire y mar a grupos de cubanos que vinieron de la Isla. Tienen un largo expediente de crímenes cometidos fuera de Estados Unidos. Esas fechorías no tienen nada que envidiarle a las de sus colegas estadounidenses. Parecen salidas de una película, pero aun así obligan a los agentes a ser imaginativos.
Uno de esos agentes le dijo a OnCuba que han sacado a la luz una banda en particular porque, piensan, ya la han desarticulado. Siguen creyendo que hay algunos elementos andando “por ahí”, si bien la mayoría está detrás de las rejas. Ningún nombre de los agentes será público y lo conversado con el grupo solo puede ser mencionado, no citado textualmente.
Cuenta el oficial (no revelaremos su nombre real) que estos delincuentes profesionales nacieron en la Isla. Llegaron a Estados Unidos muy pequeños, con sus padres emigrantes, pero provienen de familias rotas o con muchos problemas. La mayoría crecieron solos y se dedican a lo más salvaje de la delincuencia: robos de oro, asaltos a joyerías, bancos, secuestros de inmigrantes que traen de Cuba, contrabando de deportistas, robos de autos y narcotráfico. No se limitan a Estados Unidos; han llevado sus fechorías a México y Cuba.
La banda se llama el “El Sindicato del Crimen del Jabao”. Veinte de sus miembros están ya tras las rejas, todo logrado con horas y horas de planificación en una oficina en el centro de Miami.
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El “Sindicato del Crimen del Jabao” no es la primera banda al estilo mafioso estadounidense. Ya antes existió José Miguel Battle (1929- 2007), un expolicía en la Cuba pre 1959 que se volvió un asesino despiadado. Fue brigadista de Bahía de Cochinos, fundador de “La Corporación”, organizador del juego clandestino de la bolita en Nueva York y Miami y administrador de casinos en Perú. Pactó con la mafia italiana la división y el control del narcotráfico en la Gran Manzana.
Battle fue el primero a quien las autoridades llamaron “mafia de Miami”, pero siempre lo consideraron muy peligroso, entre otras razones porque tenía una amplia red de complicidades. Se rodeó de un número nunca determinado de colaboradores, pero terminó ultimándolos a casi todos porque paulatinamente lo entregaron a la Policía.
Uno de sus asesinatos más sangrientos fue el de su lugarteniente, quien lo entregó a las autoridades. Cuando supo que este había escapado con la novia a Miami, Battle lo persiguió discretamente. Una noche entró en su casa. Lo sorprendió en el baño y lo ultimó con 30 balazos, dejándole desfigurado el rostro. El hombre fue identificado porque la novia sobrevivió, con graves heridas.
Pasó 20 años en la cárcel, desde donde controló su imperio que, sin embargo, mermó en fuerza. Lo perdió todo cuando volvió a prisión por narcotráfico en Carolina del Sur, donde falleció en 2007. No es muy recordado ni en Miami ni en Nueva York.
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El más famoso del “Sindicato del Crimen del Jabao” es el Jabao mismo. Llamado George Ferrer Sánchez, tiene un pasado enorme desde que llegó de Cuba en el año 2000, según un agente policial. La documentación judicial lo señala como el cerebro del grupo, de padre desconocido, y cuya madre se suicidó cuando él tenía 21 años.
Su sueño era ser pelotero para ayudar a sus hermanas, pero no lo logró. En 2006 fue acusado de intento de homicidio, aunque nunca fue llevado a juicio. Sin embargo, se dedicó a traer clandestinamente a peloteros cubanos y a lavar dinero con las ganancias del negocio. En 2019 terminó preso y condenado a nueve años de cárcel, tras una larga investigación. Dicen varias fuentes policiales que esos delitos los cometió en México, y que las autoridades policiales mexicanas no cooperaron mucho.
Tardaron años en demostrar los secuestros de los peloteros, a quienes retenían hasta recibir el pago de su traslado desde la Isla. Además, se agravó su causa cuando uno de los peloteros murió durante el secuestro. Las autoridades nunca han identificado al fallecido.
Al mismo tiempo, se dedicaba a asaltar joyerías en barriadas como Hialeah y la Pequeña Habana, y casas particulares en Quintana Roo, México. “Tenía la banda dividida entre México y el sur de la Florida. Había un par de colegas suyos que estaban en Cuba, dedicados a reclutar a los peloteros, a presionar a los agentes y las familias y a pagar por adelantado para que los trajeran a Miami. Y tenían éxito”, dijo la fuente.
Su brazo derecho era Tomás Vale Valdivia, alias El Tomasito. Fue el hombre que transportó personalmente a Yasiel Puig fuera de la Isla, en un bote rápido, en octubre de 2013, según documentos judiciales.
De acuerdo con el Sun Sentinel, David Bolton, un investigador privado que estuvo años rastreando a la pandilla, Valdivia “era una de las cabezas de la serpiente en México, gobernó la Isla Mujeres por tráfico de personas”. Actualmente cumple una sentencia de cuatro años y ocho meses por conspiración para cometer tráfico de personas, luego de ser arrestado y extraditado de México en 2018.
El lugarteniente del Jabao es, curiosamente, un sacerdote de Ifá llamado Leonardo García Morales, quien organizó en 2012 el mayor robo de un cargamento de oro en Coral Gables. Sin embargo, no participó en la acción porque la semana anterior habia recibido ocho disparos durante un asalto a una residencia de la ciudad de Miramar, al norte de Miami.
Esta vez, el grupo iba en busca de marihuana, que se suponía que estuviera escondida en una casa vacía, pero estaba ocupada y el ocupante bien artillado.
Estando convaleciente en el hospital, García Morales confesó semanas después el asalto a Coral Gables y el robo del oro. Cuando salió de la cárcel, se decidió a comprar 7 kg de cocaína, pero con la poca suerte de que el vendedor era un informante de la DEA.
Actualmente están presos 20 miembros de la banda del Jabao, y allí van a quedar entre 10 y 16 años. “Tardamos unos diez años, pero fueron productivos. No es el fin de la mafia de Miami. Esto no se acaba nunca”, puntualiza la fuente policial, quien añade: “Mis nietos tendrán que leer esto y no llegarán a saber que el abuelo estuvo involucrado. Así es la vida”.