Ante una audiencia de especialistas, estudiantes y analistas en el segundo día de sesiones de la Duodécima Conferencia sobre asuntos Cubanos y Cubano Americanos de la Universidad Internacional de Florida, el economista Carmelo Mesa-Lago enfatizó que la economía cubana se encuentra en su peor momento desde la década de los 90 del siglo pasado.
Un descalabro en Venezuela sería una especie de sentencia para la economía cubana actual. “Si Maduro falla, la crisis en Cuba se agravará significativamente”, sentenció este viernes en Miami. Una solución sería la búsqueda un nuevo “subsidiador”.
Las reformas que el presidente Raúl Castro intentó introducir en el país “han sido muy lentas y están sometidas a muchas restricciones, los impuestos desincentivan las inversiones y eso impide el avance del sector privado conspirando contra la necesidad de crecimiento económico”, dijo.
Durante la sesión de preguntas de la audiencia, Mesa-Lago, expuso que el liderazgo cubano no ha avanzado mucho en las reformas económicas porque “para mí es obvio que hay un sector que se opone a ellas”.
“Otro país puede asumir los subsidios de la economía cubana. Puede ser Rusia o China, pero Rusia es el séptimo socio comercial y los acuerdos que han firmado están bajo estudio. El petróleo que Rusia exporta [a Cuba] es realmente pagado por PDVSA [la petrolera estatal venezolana]. En eso no se avanza mucho. Y con China es cierto que es el segundo socio comercial pero el intercambio es muy bajo, poco expresivo”, precisó el investigador.
Cuando Raúl Castro tomó el poder en 2006 el producto interno bruto creció 12,3%. Pero ha venido decayendo paulatinamente hasta que en 2018 ha caído a 1,2%.
Las cifras se complican, según Mesa-Lago, con el hecho de que el déficit fiscal saltó del 3,2% en el 2007 al 8,7% diez años después.
La formación de capital prácticamente no cambió en 10 años, tuvo algunas oscilaciones, pero el 2007 era de 10,2% del producto interno bruto y el 2017 fue apenas 10,3%.
“El índice de producción industrial el 2017 fue 32% más bajo que en 1989, cuando la Unión Soviética comenzó a desaparecer”.
“La disminución de las remesas petroleras [provenientes de Venezuela], que sostienen el país, juegan un papel relevante todavía por mucho que hayan bajado. La crisis política ha aumentado y eso afectará profundamente la economía cubana si se cortan los nexos”, agregó.
Pero el economista reconoce que hay ciertas reservas económicas, la mayoría consecuencia de la reconversión que la isla sufrió en las últimas décadas al transformarse en un país que presta servicios, como el envío de médicos al exterior y el turismo.
Si en 1958 el azúcar representaba el 75% de las exportaciones y el 22% del producto interno bruto, en 2018 todo esto ha sido sustituido por el turismo y los servicios profesionales, que representan ahora el 80% de las exportaciones y el 12% del producto interno.
Aún así, en valores absolutos, la exportación de servicios aporta unos 8,061 millones de dólares anuales y el turismo 3,318 millones. “Esos son los ingresos limpios”, precisa, porque en cifras globales el déficit de la balanza de pagos es complicado. Cuba exporta 2,704 millones de dólares en mercancías pero importa 10,212 (2017), la mayoría para sostener las industria turística. Los ingresos de ese rubro crecieron 53 veces entre 1958 y 2018.
Panel sobre Cuba y Puerto Rico en la 12 Conferencia de estudios cubanos y cubano-americanos. Foto: Marita Pérez Díaz.
La maldita circunstancia…
En un contexto donde el cambio climático es una realidad con impacto económico y social para islas como Cuba y Puerto Rico, la academia estudia las prácticas más recientes de preparación y recuperación ante los desastres naturales.
Una ponencia comparativa entre los procesos de recuperación en ambos países resaltó que la principal diferencia radica en que Cuba es un país soberano, mientras Puerto Rico “es una colonia que no interesa al imperio”, explicó una de sus autoras, Katsyris Rivera-Kientz de la Universidad de Massachusetts en Boston.
“Esto incide directamente en las acciones que toma el gobierno en las labores de recuperación, como ocurrió luego del paso del huracán María”, dijo Rivera-Kientz, quién argumentó que el plan de respuesta en Puerto Rico estaba destinado solo para huracanes de categoría uno y “la ayuda de las agencias federales como FEMA fue insuficiente”.
A pesar de que el sistema de defensa civil en Cuba previene con efectividad la pérdida de vidas, Rivera-Kientz se refirió a la fina línea que separa la intervención oficial y la libertad individual de las personas que deciden no evacuarse.
“Puerto Rico es una isla envejecida, y muchas personas deciden tercamente no evacuarse, lo cual es una práctica que se respeta tanto en la isla como en Estados Unidos”, comentó.
Por otra parte, la coautora de la investigación, Denisse Delgado-Vázquez, dijo que en el caso de Cuba “sería recomendable evaluar una descentralización de esas estructuras que le otorguen mayor poder a los gobiernos locales, como intermediarios entre los afectados y la ayuda humanitaria”.
Las panelistas destacaron el uso de las redes sociales para movilizar la ayuda desde la diáspora en ambos países.
En el caso específico de Cuba, el reciente uso de la tecnología 3G y el mayor acceso a redes sociales como Facebook y WhatsApp generó respuestas espontáneas e iniciativas privadas efectivas tanto dentro como fuera de la isla luego del destructor tornado que golpeó La Habana.
“Internet en los móviles ofreció varias cosas luego del desastre: acceso a información en tiempo real, maneras alternativas de organizar la ayuda y mayor libertad de acción a través de iniciativas privadas”, resumió Delgado-Vázquez.
La gestión cultural y los artistas de ambos países lideran numerosas iniciativas que podrían imitarse y estudiarse más a fondo para futuros procesos de recuperación ante desastres naturales, concluyeron las panelistas.