Cuando el 23 de marzo del 2016, el expresidente Barack Obama en el Gran Teatro de La Habana mencionó a la salud pública cubana como un logro de la Isla, gran parte de la audiencia sonrió y aplaudió.
Si la visita de Obama a la capital de la Isla resultó un hecho extraordinario —la segunda de un mandatario estadounidense en la historia del país y la primera desde el triunfo revolucionario que colocó a ambas naciones en bandos opuestos—, el reconocimiento público de uno de los mayores orgullos de Cuba fue algo inesperado, viniendo de quien vino.
Esta semana sucedió algo parecido cuando el diario The Washington Post reconoció que, “contra todo pronóstico”, el hecho de que Cuba haya entrado en la carrera mundial por las vacunas contra la COVID-19 es consecuencia del desarrollo de su industria biotecnológica, algo inusual en países del Tercer Mundo.
“Cuba es un estado autoritario y de partido único con estrictas restricciones a la libertad de expresión, el activismo político y las libertades económicas. Pero las inversiones en educación y atención médica plantaron la semilla de lo que hoy es un aparato biotecnológico inusualmente sofisticado para un pequeño país en desarrollo, con al menos 31 empresas de investigación y 62 fábricas con más de 20.000 trabajadores”, escribió el rotativo estadounidense.
A decir verdad, continuó, “cuarenta años después, la nación isleña comunista podría estar en la cúspide de un avance singular: convertirse en el país más pequeño del mundo en desarrollar no solo una, sino múltiples vacunas contra el coronavirus”.
En estos momentos, dos de estas vacunas, Soberana 02 y Abdala, están ya en la fase tres de ensayos clínicos y probadas en centenares de cubanos, aunque los resultados finales de los estudios no han sido revelados aún. En total, los cubanos trabajan ya en cinco candidatos vacunales en total, las tres restantes todavía en fases menos avanzadas. Pero ya tienen clientes, apunta The Washington Post.
Venezuela, por ejemplo, es uno. Otro es Irán, nación a la que se han enviado 100.000 dosis también para su estudio entre los iraníes. Este último caso es un indicio raro de la política, porque el país persa pudo haber escogido la vacuna china o la rusa, que ya han logrado ingresar a Latinoamérica. Lo curioso de esto es que la diplomacia estadounidense sigue considerando a los tres países como miembros del “eje del Mal”, una expresión acuñada por el expresidente republicano George W. Bush.
Cuba envió 100 mil dosis del candidato vacunal Soberana 02 a Irán
Las vacunas anticovid “podrían convertir a Cuba en el farmacéutico de las naciones agrupadas por Washington en el ‘Eje del mal’ y la ‘Troika de la tiranía’. Irán y Venezuela han firmado acuerdos de vacunas con La Habana. Irán acordó albergar un ensayo de fase 3 de uno de los candidatos más prometedores de Cuba, Soberana 2, como parte de un acuerdo de transferencia de tecnología que podría producir millones de dosis fabricadas en Irán”, enfatiza la publicación del diario estadounidense. Existe el rumor también, aunque no verificado ni anunciado oficialmente, de que Irán ha participado en los gastos de desarrollo de la vacuna, incluyendo la obtención del acceso a Cuba en el mercado mundial de varios componentes necesarios para su producción.
“En caso de que tuvieran éxito, las vacunas (cubanas) serían una proeza de destreza médica contra todo pronóstico, así como un golpe de relaciones públicas, para un país aislado de 11 millones que fue agregado nuevamente a la lista de Estados Unidos de patrocinadores estatales del terrorismo en el últimos días de la administración Trump”, subraya el periódico de la capital norteamericana.
“Tenemos una gran confianza en la ciencia médica y la biotecnología cubanas”, dijo el canciller venezolano Jorge Arreaza a The Washington Post. “No solo será fundamental para Venezuela, sino para América Latina. Será la verdadera solución para nuestra gente ”.
Además, para el diario editado en Washington DC, un eventual éxito cubano en este campo pudiera sacudir el inmovilismo de la política estadounidense hacia la isla del Caribe, que prácticamente sigue siendo la misma del expresidente Donald Trump, aun cuando sea ya Joe Biden quien ocupe la Casa Blanca. El demócrata apenas ha definido que una política hacia la Isla entra por el filtro del respeto de los derechos humanos y su gobierno anunció la revisión de lo implementado por su antecesor.
“Eso podría dar prestigio a un gobierno bajo fuego por la represión en los últimos meses de las protestas por la libertad de expresión lideradas por artistas, poetas y activistas por los derechos de los homosexuales, conocido como el movimiento San Isidro”, escribió el rotativo estadounidense.
Uno de los especialistas consultados es de la misma opinión. “A la vista del público, (el éxito de las vacunas cubanas) suavizaría la imagen de un país que está siendo acusado de hacer cosas bastante malas”, dijo Eric Farnsworth, crítico del gobierno cubano y vicepresidente del Consejo de las Américas y la Sociedad de las Américas. “Socava el mensaje de que Cuba es un país ampliamente autoritario que no puede producir nada bueno”.
Es que, “si se alcanza, ese ambicioso objetivo podría ubicar a Cuba, un país donde el investigador científico promedio gana alrededor de 250 dólares al mes, entre las primeras naciones del mundo en alcanzar la inmunidad colectiva, poniéndola en posición de atraer turistas de vacunas y exportar excedentes de lo que los funcionarios afirman que podría llegar a 100 millones de dosis para fin de año”, amplió el analista.
Después de todo, un éxito en este terreno sucedería para Cuba en un momento crítico. Luego de tasas de infección relativamente bajas el año pasado, los casos de coronavirus de la Isla se han disparado en las últimas semanas, convirtiéndola en uno de varios nuevos puntos calientes en una América Latina muy afectada por la pandemia, considera el Post.
No obstante, el rotativo también señala que algunos críticos han advertido que el gobierno cubano podría estar actuando demasiado rápido, impulsando una vacuna experimental en una amplia población en un esfuerzo por recuperar rápidamente los dólares de los turistas perdidos por los retrocesos y sanciones de la administración Trump, que Biden ha heredado.
Aun con sus señalamientos, la publicación de The Washington Post resulta un hallazgo porque el diario estadounidense tiene una política editorial no muy halagadora hacia la Isla. Desde que Fidel Castro llegó al poder, sus editoriales, usualmente no firmados, han sido muy críticos del gobierno cubano, al contrario de los del The New York Times que jugaron un rol positivo en el nacimiento de la política de deshielo bilateral impulsada por los expresidentes Barack Obama y Raúl Castro.