Trump recorta fondos culturales hacia Cuba que nunca fueron utilizados

El "intercambio cultural" del que se habla nunca se oficializó ante la ausencia de relaciones culturales; los músicos cubanos viajan a EE.UU. contratados por empresas privadas.

Foto: Pablo Martínez Monsiváis/AP.

La administración de Donald Trump decidió cortar los fondos federales que se utilizan, entre otras cosas, en los programas culturales que el gobierno promueve en el exterior. Cuba se encuentra en la lista de los “afectados”.

En una ordenanza publicada en el Federal Register, Trump justifica la decisión porque los países incluidos en esta sanción no han hecho esfuerzos destacados para eliminar la trata de personas, y mientras dure el año fiscal 2020, Cuba, Corea del Norte, Rusia y Siria no recibirán un centavo para los programas culturales.

El documento subraya que Estados Unidos “no proporcionará asistencia no humanitaria o no relacionada con el comercio, ni permitirá el financiamiento de programas de intercambio educativo y cultural con funcionarios o empleados de los gobiernos de Cuba, Corea del Norte, Rusia y Siria”, en el año fiscal actual.

El anuncio coincide con el recorte de cerca de 897 millones de dólares que la administración hizo a los presupuestos relacionados con la cultura, las artes, las comunicaciones y los medios de comunicación con subvenciones gubernamentales. Algunos de estos cortes tienen connotaciones políticas, porque desde la campaña electoral del 2016, el entonces candidato venía abogando por el recorte de fondos federales en ese sector. Y desde entonces ha sido así y este año fiscal es el tercero consecutivo en que los recortes se hacen efectivos, con la anuencia del Senado y Cámara de Representantes.

¿Qué intercambio cultural?

Pero en el caso de los programas en el exterior financiados por el gobierno federal el asunto es diferente. El mandatario tiene autoridad para recortar y acabar con los intercambios culturales con los países que quiera a su libre albedrío.

Los programas de intercambio cultural se apoyan ante todo en acuerdos bilaterales y aquí es donde el caso de Cuba se sale de la regla porque, al menos desde 1961 –cuando se rompieron las relaciones– los dos países no han firmado ningún acuerdo cultural.

En abril del 2016 cuando se discutía en La Habana el acuerdo de trafico aéreo, una delegación cultural de Estados Unidos, visitó Cuba para recomendar a Obama el diseño de una aproximación cultural hacia la isla. Sostuvieron una serie de reuniones con autoridades e intelectuales cubanos y diseñaron protocolos de intercambio que promovieran el envío de académicos cubanos a Estados Unidos y viceversa. Pero eso jamás fue aprobado por el Congreso, además llegó a pocos meses del fin de esa administración demócrata.

Cuando las relaciones entre los dos países se reanudaron a nivel de sección de intereses en el año 1997, la oficina de prensa y cultura en la misión diplomática norteamericana en La Habana no tenía oportunidad de promover la cultura estadounidense ante la ausencia de un acuerdo bilateral y el rechazo del gobierno local ante todo lo que sonara a “penetración ideológica y diversionista”.

“Nunca pudimos hacer rigurosamente nada. Siempre nos negaban los permisos, nos saboteaban cualquier actividad que hiciéramos con gente que no fuera del régimen y la revista que producíamos era de pequeña circulación y a cada ratos los cubanos se quejaban de su contenido”, explicó a OnCuba un diplomático estadounidense que estuvo estacionado en La Habana a inicios de la década de los años 1990. Es más, “llegamos a un punto en que mi oficina tuvo un recorte de presupuesto porque Washington al ver que los fondos para la promoción de nuestra cultura no se usaban, me los quitó”.

En términos de “intercambio cultural”, cuya definición consiste básicamente en el trueque de información, en intentar entender y conocer una cultura y la otra, los dos países nunca tuvieron una relación oficial; apenas casos puntuales que se dieron más por una voluntad personal de los involucrados en pos de la mejoría de relaciones que propiamente por un acuerdo mutuo de gobierno.

“Hace unos años el National Endowment for the Arts, trajo varios músicos cubanos a presentarse en el Centro Kennedy en Washington. Fue una gran gala. Pero estaba la administración Obama y las cosas se iban abriendo”, comenta a OnCuba el director del Centro de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de Florida, Jorge Duany.

Se dio el caso también en que varios administradores de la Smithsonian viajaron a La Habana y establecieron acuerdos de intercambio científico con sus pares en la isla. Pero no había nada oficial que fuera más allá de la voluntad política de facilitar los contactos con el otorgamiento de visas. “En este caso el intercambio en sí es un movimiento de intelectuales, escritores, pintores, que se mueven entre los dos países, aunque más hacia Cuba”, enfatiza Duany a OnCuba. De hecho, “son muy raros los casos en que se usan fondos federales para traer gente de Cuba. Músicos, escritores y pintores, viajan con invitaciones privadas”, enfatiza.

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El intercambio privado

Cuando hace unos 20 años comenzaron a aparecer en los escenarios de Miami, bares, cafés o restaurantes cantantes cubanos que viven en la isla, se dispararon las alarmas, porque muchos pensaron que la trifulca que se dio en el exterior del recinto donde los Van Van actuaran en Miami en octubre de 1999, sería el punto final a la aparición de músicos cubanos en Estados Unidos.

Se equivocaron. Varios empresarios, algunos sin gran experiencia en el ramo, comenzaron a viajar a La Habana y a contratarlos. Comenzó a llegar Manolín, el Médico de la Salsa, Gonzalito Rubalcaba, Pedro Luis Ferrer, Carlos Varela y muchos otros. Poco a poco, en la medida en que la comunidad fue cambiando de morfología, los jóvenes comenzaron a reclamar a los empresarios nuevas voces y el sur de Florida tuvo oportunidad de bailar con artistas como Kelvis Ochoa o Descemer Bueno. Pablo Milanés actuó en Miami a teatro lleno y Silvio Rodríguez cantó en Orlando pero una noche manejó hasta la Calle Ocho, se paró delante del restaurante Versailles y nadie lo reconoció.

Todo este movimiento que, si bien no ha sido abrumador, movilizó multitudes y dividió a familias. Pero los antagonistas y la clase política cometieron un error que se transformó en un mito: a simples transacciones comerciales, contrataciones de artistas, le comenzaron a llamar “intercambio cultural”. Y comenzaron las quejas porque la gente en Miami no veía una reciprocidad, los artistas o cantantes del patio no estaban viajando a Cuba.

El cantante Willy Chirino fue uno de los primeros que protestó. Es de hecho uno de los más activos en las protestas. “No va haber reciprocidad si no podemos ir a cantar a Cuba. Queremos pero no nos dejan”, dijo el cantante nacido en Consolación del Sur.

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“Es una exigencia rara, torcida, porque no creo que Chirino sobreviviría en Miami si va a Cuba. Lo iban a rechazar”, comenta Luovis García, quien regentea una tienda de discos en la Calle Ocho, en el corazón de la Pequeña Habana, donde se vende todo tipo de música cubana, “de acá y de allá”, como se dice popularmente.

Lo mismo piensa el musicólogo cubano-americano, Eloy Cepero, productor de programas de radio y televisión sobre música cubana. “Si los músicos de acá van a cantar allá, claro que los van a criticar y mucho. Van a decir que estás tocando en un país que atropella a sus ciudadanos. No entienden cómo se han ido de allá y ahora regresan. Mira el caso de Aimée Nuviola, fue a La Habana, actuó y ya le están criticando, pidiendo el pellejo”, dijo el musicólogo a OnCuba. Y, “con lo lindo que canta”, añadió.

La cuestión del dinero

Pero en el fondo, la reacción en Miami frente a un “intercambio cultural” que nunca ha sido más que una operación comercial, tiene una razón muy especifica: el dinero, los salarios que los músicos cobran. Algunos bien altos porque llenan espacios ya que un segmento importante de su público cubano ha emigrado a Estados Unidos. Y los que se oponen a esta presencia han reciclado el argumento de que el dinero va a parar las arcas del gobierno cubano. “Mucha gente habla de eso, pero nadie lo sabe bien. Creo que era así hace unos años. Pero recientemente me he enterado que ha cambiado bastante”, comenta Cepero.

A este musicólogo no se le puede acusar de ser procastrista. Es uno de los directores de la Fundación Nacional Cubano Americana pero también un fanático de la música cubana. De ambos lados, que para él son solo uno. Por eso le indigna un nuevo movimiento de “ideas” que ha surgido recientemente.

Con el pretexto de que los músicos cubanos que vienen de la isla a tocar en Estados Unidos, varios políticos han aprobado ordenanzas que prohíben usar espacios públicos para esas presentaciones. El caso de Miami es el más emblemático. En junio, el alcalde Francis Suárez propuso y logró la aprobación de la insólita propuesta enviada al congreso de Estados Unidos de prohibir la actuación en todo el país de músicos cubanos residentes en la isla. Todavía está esperando la respuesta.

Durante dos días el asunto ocupó espacios en los noticieros pero después desapareció como por encanto. Pero no fue un gesto único. En esa misma onda se expresó la ciudad de Hialeah que canceló un contrato para las celebraciones del 4 de julio, día nacional, con Señorita Dayana, Jacob Forever y El Micha, reguetoneros cubanos, porque viajan a Cuba, sin que importara que habían cantado en la misma festividad el año pasado.

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Todo esto se enmarca en lo que la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) llama la tendencia de Miami a tener una política exterior muy particular aunque no tenga efectos prácticos.

La comisión del condado Miami-Dade también aprobó su resolución de prohibir los cantantes a actuar en el sur de Florida, pero también sin ningún efecto. Hace una década intentó lo mismo con el comercio con la isla pero mientras duraron los cruceros a Cuba, no logró impedir a ninguno zarpar pese a que el puerto de Miami se encuentra bajo administración condal.

Por otro lado, hay toda una ola, rayando la cacería de brujas, que pide al gobierno de Trump la cancelación de visas y residencias en Estados Unidos de músicos que viajan regularmente a Cuba. “La ley es muy pero muy clara. Un residente solo pierde la residencia si comete un delito de mayor cuantía, no por viajar a otro país. Todo esto es política”, explica a OnCuba  el abogado especialista en inmigración Javier Domínguez. Lo demás, precisa, es “politiquería”.

Además de pedir prácticamente la expulsión del país, ese movimiento promovido básicamente en las redes sociales, también llama a un boicot a las actuaciones con fuerza redoblada y rodeado de una retórica que estaba desapareciendo del Miami cubano. El caso más reciente es el de la cantante Haila que terminó viajando a Miami pese a los llamados a boicotearla por sus actuaciones y posturas políticas en la isla. Durante semanas ha sido atacada, pero ella no se aminora. Lo dijo esta semana a OnCuba y sin rencor, que para ella lo más importante es que en Miami, “hay mucho sabor a Cuba pero también mucha añoranza”.

La decisión de la Casa Blanca de incluir a Cuba en los países con recortes de programas culturales también coincide con un incremento en las restricciones por parte de la administración, entre ellas la suspensión de los vuelos hacia Cuba lo cual ha provocado una reacción muy fría en la comunidad cubano-americana, que mira ahora las dificultades futuras y, a corto plazo, escollos para poder ver a la familia en esta Navidades.

Y para eso Jorge Duany tiene una explicación. “Es más bien un gesto simbólico para complacer algunos sectores de la comunidad cubana, incluyendo a la comisión del condado, que pasó una resolución en ese sentido”.

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