Un caballero inglés visitó La Habana para conversar sobre aeronaves que se impulsan con el sol, autos eléctricos de plástico y edificios con techos que producen energía. Su nombre es Sir David King y tiene como responsabilidad ser el Representante Especial para Cambio Climático del Ministro británico de Relaciones Exteriores.
Su sólido estudio en el tema de los retos que enfrenta el planeta Tierra y la Humanidad le valió para ofrecer la conferencia “Ciudades Inteligentes del Futuro”, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Sus argumentos mostraron un enfoque holístico del tema y mantuvieron la tesis de “no concentrarse en un solo problema a la vez”, mientras alertaron sobre la urgencia de acción para combatir los efectos del Cambio Climático.
Sir David fue Asesor Científico en Jefe del Gobierno Británico y Director de la Oficina Gubernamental de Ciencia desde el año 2000 hasta el 2007. Por su trabajo ante el desafío energético y climático fue investido Caballero en 2003 y nombrado Oficial de la Legión de Honor francesa en 2009. Dentro de su apretada agenda en la isla, concedió unos minutos de entrevista exclusiva para OnCuba.
Es su primera visita a nuestro país, ¿por qué llega a Cuba en esta ocasión?
El primero de octubre del año pasado empecé a trabajar en este puesto. Así que en 12 meses he visitado 31 países. Siempre había querido venir a Cuba, porque pienso que tenemos muchos puntos en común. Gran Bretaña también es una isla, y se enfrenta como Cuba a los impactos del cambio climático. Mi trabajo es sostener encuentros bilaterales sobre el tema, porque mi país cree que esta es la manera de trabajar de conjunto, no lo dejamos a la negociación en las grandes reuniones con miles de representantes de otras organizaciones. Mi función es eliminar malos entendidos e incentivar el trabajo y la cooperación. En estos momentos presido, por ejemplo, la organización Catapulta para las Ciudades del Futuro y represento además el Programa Global Apollo. Para la realización de estos proyectos esperamos recaudar 10 mil millones de dólares si los países contribuyen con el 0,02 de su Producto Interno Bruto anualmente en el plazo de una década. Ese fondo nos permitiría solventar diversas iniciativas a nivel mundial, referidas fundamentalmente al tema del aseguramiento energético. Es una manera de impulsar el desarrollo sostenible de nuestros países.
¿Cómo serían las ciudades del futuro, qué haría falta para construirlas o transformarlas y cuánto tiempo tardarán en existir?
Vas a estar muy decepcionada de mi respuesta, porque no sabemos cómo serán. Estamos creando un centro global de intercambio para trabajar con expertos a lo largo de todo el mundo y encontrar la respuesta a esa pregunta. Porque cada ciudad, pueblo y región tiene diferentes desafíos, diferente historia. Así que estamos creando no tanto una solución como una metodología, una herramienta para llegar a las ciudades del futuro.
El problema fundamental de esas ciudades del futuro se centrará en la obtención, almacenamiento y distribución de energías “limpias” y sostenibles, como usted dijo en su conferencia, pero algunos detractores alegan que no existe ninguna tecnología que sea totalmente amigable con el medio ambiente, ¿cuál es su visión al respecto?
Vamos a definir lo que entendemos por energía “limpia”: cero emisiones de dióxido de carbono y cero deterioro de la atmósfera. Esas son las dos condiciones esenciales. Las regulaciones de energía “limpia” son muy estrictas y se refieren a que tengan un cero impacto en el medioambiente y en la ecología. También podemos hablar de un impacto estético en lo que nos rodea. Estas son cuestiones muy importantes cuando hablamos de buscar energías “limpias”, seguras, atractivas y que hagan un manejo adecuado del suelo.
En Islandia, por ejemplo, las fuentes geotermales pueden ser puntos atractivos de obtención de energía. Esta manera es muy amigable con el medio. Pero no muchas partes del mundo tienen este mecanismo de obtener energía. Así mismo ocurre con la eólica, la solar y otras, porque cada lugar tiene sus características especiales que le permiten utilizar una fuente u otra de energía renovable. La energía solar necesita grandes extensiones de terreno para poder utilizarse, pero estoy en contra de dedicar tierra fértil para la colocación de paneles. Una solución podría ser ubicarlos en los techos de las casas, como ocurre en varios países, y aprovechar ese espacio para generar energía. Es un desafío por el problema espacial. Pero si es un país como la India, que tiene grandes desiertos y extensiones de tierra no usadas en la agricultura, la instalación de esta tecnología podría proveerla de toda la energía que necesita. El tema geográfico, por tanto, es esencial.
Otras personas argumentan como negativo el alto costo de producción de energía renovable…
Al inicio un Watt de energía solar costaba 75 dólares; hoy cuesta apenas un dólar y la tendencia es a seguir bajando, al igual que con la energía eólica. La lección más importante que intento ilustrar se refiere a la curva de aprendizaje. Los costos se reducen mientras más aumenta la curva de aprendizaje. Muchos economistas ignoran esta curva. El precio seguirá reduciéndose, porque más personas conocerán de sus beneficios. Por eso el programa Apollo reviste tanta importancia, para poder llegar al punto en el 2025 donde será más barato producir energía a partir de los métodos renovables y alternativos que usan hidrocarbonos, a lo cual se añade la seguridad del suministro energético, que no deberá ser importado, la salud y el bienestar del pueblo a partir del cero daño al medioambiente y por supuesto, el enfrentamiento que esto significaría al cambio climático.
Muchos países, como Francia, generan casi la totalidad de su energía a partir de técnicas nucleares, ¿cómo se ubicaría la energía nuclear en este contexto? ¿Podría coexistir con las energías renovables?
Sí, por supuesto. Los países al norte de Europa dependerían casi todos de la obtención de energía a partir de técnicas nucleares. Esa parte de Europa está densamente poblada, sin embargo, atravesando el mediterráneo está el desierto del Sahara, que es un gran recurso para la energía solar. Así que se puede instalar redes inteligentes en la bota de Italia y a partir de ahí distribuir al resto de Europa. Es una posibilidad que también se maneja.
Recientemente el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla y algunos presidentes de Latinoamérica declararon en la Cumbre Climática de la ONU que la única posibilidad de salvación del planeta es la transformación radical de los hábitos de consumo generados por el capitalismo, ¿cuál sería entonces el sistema político y socioeconómico que acompañaría a las ciudades del futuro?
El modelo económico del mundo capitalista del siglo XX no es un modelo que sirva a los propósitos del siglo XXI. Ese es un modelo según el cual se producían bienes para el mercado y a partir de la vida útil depreciada se convertían en desechos. Bajo este modelo el mundo no encontró un mecanismo para darle valor a la atmósfera, el medio ambiente y los ecosistemas que comparte la gran familia humana. Eso se conoce en el capitalismo como “fallos en el mercado”, que tienen que adaptarse. Pero no hemos tenido éxito en muchos de estos desafíos. Sí hemos tenido éxito en generar lluvias ácidas, en la polución de las ciudades por los automóviles. Muchas de estas prácticas están prohibidas hoy, y se han hecho regulaciones, normas, para mejorar estos desafíos dentro del capitalismo. Pero de manera general hemos fallado. Y sinceramente, no creo que ningún sistema imperante en la actualidad esté preparado para enfrentar estos retos, ni haya podido solucionarlos. Necesitamos entonces una nueva forma de organización, de administración, una nueva forma de pensar económica y socialmente. Hay un debate inmenso sobre este tema.
¿Pero estaría basada esa nueva manera en patrones de consumismo moderado?
Tiene que estar basado en valorar el bienestar humano por encima de todo junto a la preservación de los ecosistemas que nos proveen de lo que necesitamos para vivir. Cualquier sistema económico tiene que tener esas dos cosas en cuenta, sin sobre demanda ni sobre oferta. Hasta el momento impera la economía lineal, donde existe producción, consumo y desecho. En una economía circular el sistema completo estaría diseñado para que luego de terminar la vida útil del producto pueda volver a la línea de producción y sirva como materia prima para fabricar otros productos. No desechar nada reutilizable.
Llevamos décadas observando a los países discutir sobre el cambio climático, sin llegar a acuerdos concretos que frenen el deterioro ambiental, ¿qué cree que pasará en las próximas reuniones de Lima, en diciembre, y París, en 2015?
Va a haber un acuerdo en París y no será una segunda Copenhague. La reunión que Ban Ki-Moon llamó la semana pasada en la ONU fue la mayor reunión de jefes de Estado en cualquier tema que el mundo haya visto jamás y eso es un buen síntoma. Cada vez que el representante de Estados Unidos intervenía se refería a que estaban hablando de cerca este tema con sus colegas chinos. El fallo principal de Copenhague fue porque China y Estados Unidos no se ponían de acuerdo. Habrá un acuerdo esta vez. Pero, ¿será este acuerdo lo suficientemente fuerte? No inmediatamente. Será un acuerdo que permita un mecanismo de reevaluación constante, pero nuestro trabajo no terminará en París.
Marita interesante artículo