Seis meses después de su anuncio, el pasado 26 de noviembre la Fundación Antonio Núñez Jiménez (FANJ) inauguró oficialmente su nueva sede. Tras la primera soirée de muchas, en Obispo #204, pleno Centro Histórico, se han convertido en la comidilla del vecindario.
La FANJ, pionera en el trabajo ambiental en Cuba, pretende usar el espacio donde los ha acogido la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHC), un antiguo edificio de los años 30, para dar continuidad a su trabajo y entablar diálogos con la comunidad y el entorno. En esa relación, ambas partes se benefician, algo que la organización, fundada hace treinta años, viene practicando desde que ocupara su anterior casa matriz en Miramar, municipio Playa.
Para presentarse a los vecinos acogieron en su planta baja, candidata a convertirse de forma permanente en la vitrina artística del centro, la exposición “Mareas Negras”, del artista Leslie Sardinias, un manifiesto visual que se propone conscientizar a asistentes y transeúntes sobre la contaminación de la bahía de La Habana y para cuya instalación han contado con el apoyo de la Embajada de Noruega en Cuba.
Una docena de escalones más arriba, los visitantes podrán encontrar la sala Fibonacci, espacio de proyección de materiales sobre ecosistemas de difícil acceso (espeleológicos, marinos y terrestres) producidos por Esteban Grau, miembro de la junta directiva de la Sociedad Espeleológica de Cuba, y vice-delegado de la Fundación en Matanzas.
De momento, apenas estos dos espacios están abiertos a la comunidad. Una biblioteca pública y una sala dedicada a las expediciones del conocido explorador que da nombre a la organización serán los próximos. “Los espacios administrativos estarán en los pisos superiores. A medida en que se va subiendo el acceso será más especializado. Los espacios abiertos al público estarán en la planta baja y en la primera. En el tercer piso estarán los archivos más antiguos y especializados de la Fundación, los talleres de conservación de papel, el área editorial, etc.”, comentó a OnCuba una animada Liliana Núñez, presidenta de FANJ, para quien cada acción constructiva o de restauración del edificio que ahora ocupan, aún sin terminar, debe basarse en criterios de sostenibilidad.
“La cristalería que vamos a usar para las ventanas es de una fábrica de paneles solares de Pinar del Río que no tenía movimiento de ventas. Nosotros les compramos los cristales con los que se cubren los paneles. Cada paso que demos en términos de inversión y de reciclaje será pensando en dejar una huella positiva”.
La nueva sede de la Fundación pretende ser un edificio ecológico y autosustentable. ¿Qué significa que así sea y qué representa esto para el entorno cercano?
La nueva sede aportará una hoja de ruta para la restauración y el uso de un edificio con criterios sostenibles con un mínimo de financiamiento. Esa es la principal novedad de este proyecto. Por el contexto actual que atraviesa el país y todas las dificultades que hay para acceder a materiales de construcción decidimos ir ocupando partes del edificio en lo que se termina la obra, aunque todavía no esté completamente apto para funcionar como sede.
Queremos lograr tener un edificio funcional pensado en criterios bioclimáticos, con paredes verdes, captación de lluvia, etc. Esta nueva sede representa muy bien el espíritu ecléctico y de “todo mezclado” de la Fundación. Tiene diferentes etapas constructivas, desde los años 30 hasta reparaciones que se hicieron en los 60.
Por lo pronto, uno de nuestros criterios de sostenibilidad más inmediatos es que logremos ser fuente de empleo para los vecinos. Ya tenemos un primer trabajador, del edificio #201, que queda frente a la sede. Es una persona muy respetada por la comunidad y será nuestro custodio. La comunidad nos ha acogido con mucha calidez.
¿Qué representa la abertura de esta sede en la historia de la Fundación? ¿La nueva casa matriz también conlleva nuevas misiones y responsabilidades?
Nuestra misión sigue siendo continuar la obra de Antonio Núñez Jiménez y trabajar por una cultura de la naturaleza en la que sociedad y entorno estén en armonía. Pero ciertamente, estar en un enclave tan valioso y accesible como el Centro Histórico es una oportunidad. Hoy el movimiento ambientalista mundial ha resumido en la palabra “sostenibilidad” toda la complejidad, los anhelos y los sueños que puede causar el trabajo ambiental.
Pensamos en este edificio como una referencia particular de modos de vida sustentables. También queremos vincular la historia y la geografía, la archivística, el manejo y la conservación patrimonial de los archivos, así como los concibió Núñez. Todo se mantiene igual, pero con una mayor facilidad logística y operativa para lograr un mayor alcance.
Cada metro cuadrado es una responsabilidad. Queremos preservar en el edificio lo que esté funcionando todavía, y si tenemos que reparar algo, que sea con materiales de poco impacto ambiental. Para cambiar el piso, por ejemplo, usaremos cemento pulido, un material que preserva mucho las tradiciones constructivas de los campos en Cuba y refresca bastante la temperatura, reduce importaciones, etc. Estamos muy felices porque la OHC coincide con nosotros en esto.
¿Se proponen hacer algún tipo de intercambio con la comunidad local? ¿De qué forma los vecinos de Obispo podrán interactuar con la FANJ?
No podremos evitar la gentrificación, pero podemos aminorarla. Ocuparemos un edificio público ubicado en una zona residencial y la comunidad no está acostumbrada a esta dinámica. Por eso queremos que nuestra presencia respete al máximo los modos de convivencia del barrio.
La Fundación siempre sigue la máxima de pensar globalmente los problemas ambientales y actuar a nivel local. Una de las cosas que queremos hacer en ese sentido es acopiar el orgánico compostable que genere la Fundación para mejorar el poco suelo cultivable que tiene el Centro Histórico. Entre quienes se van a beneficiar de esto está el Proyecto de Desarrollo Local (PDL) InsurGentes, co-dirigido por Sandra Sotolongo. Ellos siembran café y el volumen de compost que necesitan es justo el que la Fundación puede producir. Nos complace mucho generar este pequeño impacto, que para nosotros es inmenso, en La Habana Vieja.
Por otro lado, un edificio restaurado y funcional tiene un impacto directo en la comunidad. Por ejemplo, los vecinos mayores del edificio de enfrente suelen poner un tablero de ajedrez en la acera y jugar, pero cuando cae la noche el juego cesa por la falta de luz. Ahora, con el portal de la sede iluminado, ellos ponen su mesita y las horas de juego se extienden. Eso da vida y utilidad a la calle. Teniendo en cuenta que la sostenibilidad también se basa en aportes sociales, consideramos que este impacto forma parte de la ética que buscamos practicar.
Queremos trabajar con la comunidad, no en ella. Para el próximo año haremos un calendario con las actividades que nos permitan poner en operación el local, y en dependencia de los intereses de la comunidad, los invitaremos a que formen parte de esas actividades.
¿Qué espacios serán abiertos al público?
Recientemente inauguramos dos: la Galería 11, en nuestra recepción, y la Sala Fibonacci, ambos serán públicos En los días de mayor tránsito por Obispo pasan unas 800 personas por hora, lo cual convierte nuestra recepción en una vitrina para el arte con vocación ambientalista que se exponga allí. No debemos desaprovechar la oportunidad de atraer las miradas de las personas sensibles a la causa ambiental, o despertar esa sensibilidad en ellos. A eso le decimos “planificación adaptativa”.
La Sala Fibonacci, por su parte, será un espacio para proyectar materiales en 3D producidos por el espeleólogo Esteban Grau, vice-delegado de FANJ en Matanzas. Queremos hacer proyecciones sistemáticas de esas obras, que hasta ahora se habían proyectado en el Paseo Narváez, de Matanzas. Las tendremos de forma permanente en La Habana. Le pusimos ese nombre porque las Sociedades Espeleológicas Italiana y Francesa han sido las que más han apoyado el proyecto “Bellamar”, que produce estos materiales. Fibonacci fue un eminente matemático italiano cuya principal contribución fue la famosa secuencia presente en muchas formas en la naturaleza. Este equilibrio entre la naturaleza y la humanidad también dialoga con el espíritu de Núñez.
Lo próximo que se va a reparar es el fondo del edificio, donde estará ubicado otro de la Galería 11, para ampliar las posibilidades expositivas, el comedor, las oficinas. En la planta de arriba estarán abiertas al público la biblioteca pública “Salvador Massip” y la Sala del Explorador, en la que intentaremos recoger lo más representativo del espíritu explorador de Núñez. Queremos que despierte en quien la visite ese deseo de explorar el mundo.
En el contexto de la XV Bienal de La Habana, el edificio acoge la exposición “Mareas Negras”, una serie pensada para concientizar sobre la contaminación de la bahía de La Habana. ¿Es un evento puntual o esta simbiosis arte-ambientalismo será habitual?
Esa mezcla entre arte y ciencia, acción e investigación, siempre ha estado presente en el legado de Núñez, que se hacía acompañar de pintores o artistas plásticos en sus expediciones. Pronto publicaremos el libro “Geopoética de Cuba”, donde ese maridaje se refleja bien. En la sede de Miramar no logramos que esa dimensión artística fuera tan clara. Ahora, en una vitrina urbana como Obispo, esta particularidad será más notoria.