Iba a salir ya al dienteperro, aburrido de ensartar ejemplares con el arpón, cuando lo tuvo frente a frente: tan gordo que le costaba nadar, con el cuerpo rayado en carmelita y rojo y los ojos verdes. “¿Que cómo sé que tenía los ojos verdes? Porque ese bicho y yo nos miramos fijo, como si fuéramos dos pistoleros del oeste”.
Se miraron fijo y de cerca, solo que José Luis Ruiz Montes de Oca no pudo desenfundar el arma con la agilidad de Charles Bronson. “Ahora que lo pienso, así mismo fue: en cámara lenta, como las películas del oeste”.
Una vez en tierra, los amigos le auguraron lo que luego se encargaría de ratificar el jurado: aquel pez león, el último de la docena que capturó antes de quitarse las patas de rana y la careta, sellaría su victoria como el pescador que más ejemplares consiguió durante el torneo de pesca deportiva que mantuvo en vilo a los cerca de 30 contendientes de Trinidad y Sancti Spíritus. “El terror del pez león”, ya han comenzado a llamarle a la altura de sus 26 años.
Lo más importante del certamen, sin embargo, no fueron el pulóver, el diploma y la botella de ron que le entregaron cuando llegó a la costa; ni siquiera los vítores de Playa La Boca, la apacible comunidad marítima de Trinidad que lo recibió con algarabía de héroe. Lo más importante, José Luis lo sabe bien, es “haber quitado de en medio a un pesca’o tan dañino como ese”.
Precedido por su fama se apareció el pez león en las costas trinitarias a principios de los 2000, cuando los viejos pejes de mar no creían posible que este depredador originario del Pacífico, el Índico y Oceanía les estuviera maleando las capturas.
Hipótesis aún sin confirmar culpan al mismísimo huracán Andrew de la expansión de la especie, pues al destruir un acuario al sur de la Florida quedaron libres un grupo considerable de especímenes que hoy se pasean desde Nueva York hasta la frontera entre Brasil y Argentina.
Pero ni los más curtidos pescadores de la región, acostumbrados a zambullirse a pleno pulmón tras las colonias de langostas; ni los expertos del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) de Sancti Spíritus se explican de modo convincente la vertiginosa proliferación del pez león por estos contornos, tan lejos de su hábitat natural, al punto en que se ha pasado, de esporádicos avistamientos en el año 2009 —con sorprendida cobertura de la prensa local— a la pesca intencional y documentada de unos 800 animales solo en el 2014. “Un boom inconcebible”, sostiene Yessica Portal Ríos, especialista del Centro de Servicios Ambientales en Sancti Spíritus.
Aunque posee glándulas de veneno en sus espinas dorsales, anales y pélvicas que provocan náuseas y problemas respiratorios, el contacto con esta especie no implica un riesgo mortal para la salud humana.
No obstante, el pez león no lleva ese nombre por gusto: en media hora se alimenta de hasta veinte ejemplares de fauna marina. De ahí que su invasión del área haya provocado la desaparición de la especie Malacoctenus boehlkei, que con anterioridad era común en la costa sur trinitaria, mientras las grandes colonias de Grammatidos (Loreto y Melacara) están prácticamente aniquiladas y varios tipos de Serranidos y Acanthuridos han cambiado sus estrategias de alimentación.
Al tanto de los perjuicios que acarrea tener la línea costera infectada de estos peces, los especialistas del CITMA en la provincia convocaron a una suerte de cruzada que, si bien resulta insuficiente para desaparecerlos, al menos contribuye a erradicar una cantidad para nada despreciable y, mejor aún, a consolidar una cultura ecológica y de armoniosa convivencia con el entorno en la comunidad.
De ello da fe la propia Yessica Portal, quien tuvo a su cargo la organización del torneo de pesca deportiva y la sesión teórica del evento, protagonizada por alumnos de sexto grado que integran el círculo de interés “El pez león: especie exótica invasora en las costas espirituanas”.
“No hacemos nada con limpiar un día la playa, pescar muchos ejemplares y luego dejar que La Boca se llene de nuevo —sostiene—. El proyecto internacional que impulsa la iniciativa se propone, sobre todo, enseñar a las personas cómo vivir en un ecosistema vulnerable como este, enseñarles las características del pez león y su ciclo de vida para que aprendan a manejarlo”.
De hecho, hay quienes lo manejan tan bien que han comenzado a capturarlo para engrosar el menú diario de sus hogares y hasta el de algún paladar ávido de especies exóticas, muy a pesar de que aún no tiene el visto bueno del Instituto cubano de Nutrición e Higiene de los Alimentos. “Ni falta que hace, si es riquísimo”, admite Juan Carlos González, Juanca, un lugareño al tanto de los precios que imperan en el mercado del pez león en países como Colombia y Costa Rica.
¿Y es tan rico como la langosta?
Tampoco así, periodista —aclara—, que si en La Boca le tenemos tanta inquina al pez león es porque, cazando langostas, ese bicho es más bravo que nosotros.