Tamara Awerbuch es bióloga matemática de la Escuela de Salud Pública de Harvard. Por estos días se ha hospedado en una casa particular del Vedado, y disfruta pasear, conversar con la gente, incluso ir a Coppelia. Viajó a La Habana –destino habitual en 17 años de trabajo conjunto con investigadores cubanos– para participar en la Convención Cuba Salud 2015, que terminó el pasado jueves.
Como ella, unos 20 expertos norteamericanos asistieron al evento, ausente durante casi una década. Aunque los intercambios académicos con sus homólogos cubanos datan desde antes del 17 de diciembre, sin duda ahora el escenario resulta más favorable.
“Probablemente, 5 o 10 años atrás, esto hubiera sido muy difícil, pero desde que el presidente Obama llegó al poder, y en fecha reciente, ha sido mucho más fácil, mucho más aceptado venir a Cuba”, anota Robert A. Winn, del Centro de Cáncer de la Universidad de Illinois. Y los acercamientos van ocurriendo así: a toda luz o en secreto; medio públicos, medio soterrados.
Pierre La Ramée, Gail Reed, Laravic Flores y Cristina Milf, integrantes de la organización no gubernamental Medical Education Cooperation with Cuba (MEDICC), de California, cuentan con bastante experiencia en estas lides. MEDDIC Review es la única publicación en inglés dedicada a investigaciones originales y perspectivas de autores cubanos, junto a textos relacionados con la equidad global en salud de estudiosos de otros países.
Asimismo, la psicóloga Gricel N. Arredondo, directora del Centro de Intervenciones Basadas en Evidencia y Jairo Pedraza, director de la División Internacional de Cicatelli Associates Inc., fueron invitados a ofrecer el curso post congreso “Estrategia para el cambio de comportamiento en las enfermedades crónicas no transmisibles”.
“Tuvimos un encuentro con Jorge González Pérez, rector de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, –cuenta Enrico Benedetti, profesor y jefe de cirugía de la Universidad de Illinois, Chicago. Creo que puede existir colaboración en la formación de posgrados y doctorados. También se puede aprender muchísimo de Cuba en cuanto la medicina de base, como estructura y podemos contribuir con la innovación tecnológica, como la cirugía robótica, que tenemos muy avanzada”.
El criterio del doctor Winn va en el mismo sentido. “A partir de la visita del gobernador de New York, los asuntos relacionados con la salud van a ser más fáciles: la exportación de vacunas, el intercambio de conocimientos, de software… ese es un buen primer paso. Mientras Obama siga avanzando, me parece que lo próximo va a ser el intercambio entre los doctores de ustedes y nosotros; por la forma en que ustedes interactúan y construyen asociaciones, creo que va a ser muy útil”.
¿Qué tienen los cubanos para mostrar a los especialistas estadounidenses? “Ah, esa es fácil”, sonríe Winn. “Lo que nosotros sí tenemos es, obviamente, experticia, mucha tecnología, ciencias básicas que se traducen en nuevos medicamentos… Pero lo que no tenemos, y que podemos aprender de cerca con Cuba, es su sistema de acceso a la atención.”
“Hoy pasé tiempo visitando sus consultorios de la familia, policlínicos, y entendiendo cómo los médicos de atención primaria, los policlínicos y los grandes hospitales funcionan todos juntos, como un sistema integrado. Y lo otro que ustedes hacen muy bien es tener el concepto de que no se trata solo de Cuba, sino de entrenar a la próxima generación de servidores que pueden trabajar en Mozambique, Venezuela, Brasil; que, teóricamente, podrían prestar servicio en instituciones norteamericanas, en la parte sur de Chicago”.
Por supuesto, la ciencia no se separa de los sentimientos. “Para mí, como afroamericano, es emocionante que seamos capaces de conectar, porque había estado en Haití, República Dominicana, Puerto Rico… en todos esos lugares, pero aquí no. Creo que lo que estás viendo en mí, representa a un gran número de personas que están igualmente entusiasmadas respecto al mejoramiento de los vínculos entre Cuba y Estados Unidos”.
En cambio, la doctora Awerbuch se confiesa menos optimista. “Mucha gente quiere normalizar las relaciones, pero a mí me da miedo que los capitalistas lleguen y sean como depredadores. Aquí hay más o menos igualdad, no completa, pero más o menos. Y eso puede desaparecer. Espero que ustedes no dejen que los valores sociales cambien. No es ser fatalista, pero hay que tener cuidado”.
Ella ha seguido los pasos de Richard Levins, catedrático norteamericano miembro de la Academia de Ciencias de Cuba y Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Habana, en virtud de los años consagrados a la investigación en materia epidemiológica.
Awerbuch es experta en control del dengue y ha colaborado con el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, el Instituto de Ecología y Sistemática, el Ministerio de Agricultura, entre otras entidades. “Aquí tengo muchos compañeros, muchas amistades. Las personas son muy amables: hace calor, y la gente es calurosa; en Boston sucede al revés”.
Por su condición de profesora e investigadora, el proceso de viajar hacia acá ha sido un poco menos tenso. No obstante, cuando regresaba, a veces le preguntaron: ¿Gastó dinero en Cuba? “Me compré un ron”, respondía; y ellos: ‘Pero no lo puede traer a casa’. Entonces les dije: ‘bueno, es una sola botellita’, hasta que finalmente me dejaron pasar.
Pero a partir de ahora todo aquello será pura anécdota. “Las cosas van a mejorar, muchas más gente va a venir. Yo quiero seguir colaborando con mis compañeros, con las instituciones que hacen ciencia”.