Tras una primera jornada de duelo oficial en Cuba en honor a las víctimas del incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas, este viernes tienen lugar en la propia urbe matancera las honras fúnebres de las 14 personas desparecidas por el siniestro, considerado el peor de su tipo en la historia de la Isla.
Con anterioridad, las autoridades cubanas habían confirmado la muerte de otros dos hombres, ambos bomberos —uno de 62 años, cuyo cuerpo fue hallado en el lugar de la tragedia, y otro de 24, fallecido en el hospital como consecuencia de las graves quemaduras sufridas—, con lo que la cifra oficial de perecidos se eleva a 16. En estos dos primeros casos, las condiciones en que se produjeron sus decesos permitieron no solo su segura identificación, sino también la realización de tributos póstumos y despedidas familiares en sus respectivos municipios de residencia, en Rodas y Bayamo, incluso antes de que se diera por extinguido el fuego y los expertos forenses pudieran comenzar la búsqueda de restos de los desaparecidos.
Lamentablemente, con los otros 14 no pudo ser así. Luego de varios días de intenso y complejo trabajo por parte de los especialistas, tanto en el terreno como en los laboratorios, este miércoles se informó públicamente que no resultaba posible identificar de manera absoluta los restos encontrados. A esta conclusión se llegó luego de los análisis realizados por los peritos cubanos, miembros del equipo multidisciplinario conformado para esta sensible y necesaria labor, y las consultas hechas con expertos internacionales, quienes coincidieron en que, teniendo en cuenta el estado de los pequeños fragmentos óseos hallados, como consecuencia de las elevadas temperaturas a las que estuvieron expuestos, no se podría ponerle nombre y apellidos a estos restos y entregarlos por separado a sus familias.
Un día después, mientras la Isla vivía la jornada de duelo, fueron finalmente reveladas de forma oficial las identidades de los desaparecidos. Aunque las autoridades, sus compañeros y familiares, así como los especialistas que trabajaron en la búsqueda de los restos las conocían, y ya habían trascendido varios nombres y fotos en las redes sociales.
De esta forma, se le dio nombre y rostro de manera pública a estas 14 víctimas mortales del siniestro, todos hombres, varios de ellos muy jóvenes —tal y como revelan las fotos—, quienes dejaron de existir en un escenario terrible, infernal. Una semana más tarde, y ya con el incendio prácticamente extinguido, aunque todavía con algunas llamas en la zona, el equipo de expertos pudo acceder a ese mismo escenario, un sitio calcinado, destruido, aún ardiente, para iniciar una labor cuyos resultados podían presumirse a priori, pero resultaban muy difícil de predecir con exactitud.
Allí los encontró OnCuba el pasado viernes 12 de agosto, durante un recorrido por el sitio siniestrado, en el que pudimos no solo dejar constancia gráfica del desolador estado de la Base de Supertanqueros luego de seis interminables días de combate contra el fuego, sino también del quehacer de los especialistas en los alrededores del tanque 51 —el segundo en ser alcanzado por las llamas, prendido tras el estallido del primero en la fatídica madrugada del 6 de agosto—, en sus primeros empeños en hallar restos y objetos de quienes habían perecido en aquel lugar.
No fue, en lo absoluto, un trabajo sencillo, como tampoco comenzó en aquella jornada sino desde días atrás, con la preparación de la búsqueda, las entrevistas a sobrevivientes y familiares de los desaparecidos, y el mapeo y modelación de los posibles escenarios que podrían encontrar una vez en el terreno. Así lo narró el Dr. Jorge González Pérez, presidente de la Sociedad cubana de Medicina Legal, experto con vasta experiencia en este campo —baste decir que dirigió las labores de búsqueda de los restos del Che Guevara y otros miembros de la guerrilla en Bolivia—, quien estuvo al frente de un equipo multidisciplinario integrado por especialistas en Medicina Legal, Antropología Forense y otras ramas afines, de conjunto con peritos y otras fuerzas del Ministerio del Interior y las Fuerzas Armadas.
Al respecto, González Pérez resaltó la experiencia y conocimientos de los participantes en este trabajo y en general del sistema de la criminalística cubana, con presencia en diversas situaciones y eventos que han requerido de sus servicios, tanto dentro como fuera de la nación. También aseguró que la Isla dispone de la tecnología necesaria, “acorde al desarrollo del momento actual”, para afrontar “cualquier tipo de investigación que se hubiese derivado de este proceso”. Con estos avales y el deseo de contribuir al cierre de este doloroso capítulo para las familias de las víctimas y para toda Cuba, iniciaron lo que no pocas personas —de fuera del equipo de especialistas y hasta del país— catalogaban como una misión imposible.
Los trabajos previos
De acuerdo con el líder del grupo de expertos, como parte de la preparación previa a la búsqueda se realizaron modelaciones de lo que podía encontrarse en la zona siniestrada. Una primera indicó que no se hallaría ningún resto y que todo sería “ceniza disuelta en el combustible que se había derramado”. A esta posibilidad se arribó teniendo en cuenta que las temperaturas en el centro del incendio —y en particular en los alrededores del tanque 51, donde se concentraría el trabajo— fueron estimadas en más de mil o dos mil grados centígrados, lo que, unido al largo tiempo de exposición a las llamas, daba muy poco margen a la esperanza.
“En un horno incinerador de cadáveres como los que hay en Cuba o en cualquier país del mundo, en dos horas, a 800 grados centígrados, se convierte en ceniza un cuerpo. De forma tal que, partiendo de este concepto, la primera modelación que hicimos era que si las condiciones ahí fueron por el efecto de las llamas podía haberse desaparecido todo”, explicó el especialista.
No obstante, una segunda modelación resultaba un poco menos pesimista. La misma tuvo en cuenta un posible derrumbe de alguna estructura construida o elemento metálico sobre sobre algún cuerpo, que impidiera su incineración total. También que, debido al derrame de combustible como consecuencia de las explosiones de los tanques, los cuerpos pudieran haber quedado debajo de la capa de líquido, luego endurecida por el fuego, lo que también podría permitir el hallazgo de algunos restos. En la práctica, esta sería la modelación acertada.
González Pérez detalló igualmente que, gracias al cotejo de videos hechos por periodistas que entraron a la zona del incendio esa primera noche y también de los realizados por medios, en especial drones, del Ministerio del Interior y las Fuerzas Armadas, pudo precisarse que alrededor del tanque 51 estaban 30 personas en el momento de la explosión, una de las cuales era el bombero bayamés fallecido días después en un hospital, mientras que otros 15 pudieron ser hallados y entrevistados como sobrevivientes. Ello confirmó la cifra de 14 desaparecidos. En un principio, las autoridades hablaron de 16, pero luego rectificaron ese número, al explicar que dos de los inicialmente dados como tal habían sido encontrados con vida.
Con la información de estos videos y las entrevistas a los sobrevivientes se hizo entonces un mapa de ubicación de todas las personas que estaban en el lugar cuando el estallido del primer depósito de combustible, y también de los medios y equipos que se encontraban en aquel sitio, como los carros de bomberos, los vehículos civiles y las pipas de abastecimiento de agua de las constructoras militares que apoyaban el enfrentamiento a las llamas y las —a la postre infructuosas— labores de enfriamiento del segundo tanque. La realidad, sin embargo, daría la última palabra, y con ella tendrían que trabajar los especialistas en el terreno.
En la zona del incendio
Cuando el fuego finalmente permitió su entrada, y tras entrevistarse también con los familiares de los desaparecidos en busca de características, objetos y otros detalles que pudieran —de ser posible— facilitar las labores de búsqueda e identificación, los expertos accedieron a la zona del incendio. Pero desde el inicio no resultó nada fácil.
“Tuvimos que entrar cuando todavía había áreas incendiadas. Había humo, tuvimos que entrar y salir. Hubo compañeros a los que los zapatos se les derritieron producto al calor intenso que había en el suelo. Hubo dificultades que se fueron superando en la medida en que fue pasando el tiempo y por la acción del equipo de extinción que estaba constantemente ahí, además para protegernos a nosotros”, relató el jefe del equipo en una intervención ante la prensa el pasado miércoles.
Ya en el terreno, los especialistas forenses comprobaron que el mapeo inicial de las ubicaciones de los desaparecidos había sido trastocado por la crudeza de la situación. En particular, el colapso y estallido del primer tanque, y la consecuente ruptura de las estructuras y muros de contención, y el derrame del crudo incendiado, así como las propias características e inclinaciones del lugar, les llevó a comprender que aunque los testigos afirmaran haber dejado a las personas cuyos restos ahora se buscaban en un sitio determinado, “no necesariamente tenían que estar allí”.
Debió consultarse entonces a especialistas del Instituto Nacional de Investigaciones del Petróleo, para tener en cuenta lo que sucede con el petróleo que contenían los tanques en condiciones como las provocadas por el fuego. Así supieron que “en la medida que pasa el efecto del calor y del incendio el crudo original va perdiendo las sustancias volátiles que lo componen”, lo que hace que el líquido se convierta primero en una especie de pasta incandescente y luego, “si el efecto del calor continúa, se convierte en lo que se denomina coque, que ya es una piedra”. Ello fue precisamente lo que ocurrió en el lugar, según explicó el Dr. González Pérez, quien comentó que al explorar la zona pudieron comprobar que en el área del fondo, al que por la pendiente del suelo avanzaría el crudo, este se encontraba “coquificado”.
Con esa información y con la ayuda de los drones de las Fuerzas Armadas, los expertos establecieron el flujo de los líquidos derramados y la posible dinámica de lo sucedido en el escenario del desastre, en el que, de acuerdo con el líder del grupo, más de un vehículo que estaba allí fue desplazado desde donde se encontraba originalmente y el líquido llegó incluso a penetrar en un registro eléctrico.
Finalmente, con todos esos elementos en la mano, los especialistas, peritos y fuerzas de apoyo comenzaron un rastreo organizado y homogéneo de la zona señalada a lo largo de varios días, para lo cual dividieron el área en cuatro cuadrantes, con sectores que tenían cuadrículas de 5 x 5 metros, según explicó González Pérez, quien añadió que en esta labor debieron emplearse desde picos y palas —que terminaron siendo dañados por la dureza de los “coques”— hasta martillos neumáticos. Gracias a esta labor ardua y paciente fue posible levantar 1 679 metros cuadrados y encontrar lo que parecía imposible: pequeños fragmentos óseos, pertenecientes a los desaparecidos y agrupados en diferentes ubicaciones.
Los resultados
Desde las jornadas iniciales de la búsqueda, y tras el levantamiento de las primeras áreas barridas, se anunció el hallazgo de restos, mínimos fragmentos de huesos —nunca cuerpos ni restos de mayores dimensiones, como se malinterpretó por algunos— que al encontrarse en agrupaciones determinadas parecían corresponder a cuerpos específicos. Así, con el avance de los días, fueron hallándose más agrupaciones de este tipo hasta completar 14, cifra equivalente a la cantidad de desaparecidos. Ello permitió que el pasado lunes, según informó un día después el ministro cubano de Salud Pública, Dr. José Ángel Portal Miranda, concluyera lo que llamó “un primer momento de búsqueda en la zona” del siniestro, tras lo cual las principales acciones pasaron a desplegarse en los laboratorios. Allí, dijo, se trabajó “en la caracterización y clasificación de cada uno de los restos óseos encontrados”, para lo cual se procedió “al análisis y descripción de todos los detalles, con el propósito de buscar signos que permitan su identificación”.
Tras estas labores, el propio martes los investigadores emprendieron una “última revisión del lugar” y se reunieron para debatir los resultados obtenidos y fijar los próximos pasos a seguir en función de la evidencia científica. En total, de acuerdo con lo explicado por el jefe del equipo de especialistas, en el área estudiada se hallaron más de 750 fragmentos óseos, correspondientes a diferentes huesos de los cuerpos, en las 14 agrupaciones ya mencionadas, y también se encontraron objetos en la zona que pudieron pertenecer a los desaparecidos, como linternas y un fragmento de una cadena de plata.
Sin embargo, como también precisó el Dr. González Pérez, a pesar de los restos y otros materiales recuperados, no fue posible determinar con precisión a qué persona en particular correspondía cada fragmento hallado y dar así con la identidad absoluta de esos restos. Ninguna de las técnicas existentes para ello, como las pruebas de ADN, el estudio de las dentaduras y la identificación de las huellas dactilares, eran factibles de aplicar debido a los efectos de las elevadas temperaturas durante un largo tiempo en los pequeños restos encontrados. Ni dientes y mucho menos huellas aparecieron en el sitio, y los fragmentos óseos no contaban con las condiciones necesarias para descubrir sus identidades.
“Estábamos buscando una identidad absoluta y lo que encontramos fue una identidad relativa”, señaló el presidente de la Sociedad Cubana de Medicina Legal, quien detalló que esta última solo permite saber el sexo, una estatura aproximada y un rango de edad del fallecido, pero no definir con exactitud de quién se trata.
“Lo que le hemos explicado a los familiares es que tenemos 14 agrupaciones de restos óseos que se corresponden con las 14 personas desaparecidas, pero que no podemos distinguir o diferenciar una de otra y ponerle nombre a estos restos”, comentó el líder de los expertos, quien confirmó que habían llevado consultas al respecto con reconocidos especialistas foráneos, de países latinoamericanos y también europeos como España y Portugal, a través de la Cruz Roja y de la Red Iberoamericana de Ciencias Forenses, quienes coincidieron con su apreciación.
“Los expertos internacionales coinciden con nosotros que, en las condiciones del siniestro, que además les hemos descrito y enviado material fotográfico para su valoración, es imposible aplicar en este caso ninguna técnica de biología forense que pueda identificar”, aseguró González Pérez.
No obstante, aunque por el momento los trabajos de identificación finalizaron sin el resultado añorado por las familias y por todos los cubanos, y ya este viernes tienen lugar las honras fúnebres de los desaparecidos, el jefe de los expertos forenses no cerró la puerta a cualquier ayuda o contribución que pueda conducir a su identificación absoluta, ni desdeñó la posibilidad de que en el futuro una nueva técnica o tecnología permita terminar de forma más precisa esta sensible labor.
“Si existiese mañana una nueva tecnología (que permita descubrir la identidad total de los restos encontrados), puede hacerse la exhumación y la investigación requerida”, afirmó. Entonces, el trabajo de los especialistas bien podría no haber concluido todavía.