A solo unas horas de cumplirse cuatro meses de que fueran detectados los primeros casos de coronavirus en Cuba, el doctor Francisco Durán, convertido en el rostro del Ministerio de Salud Pública cubano (Minsap) en el enfrentamiento a la COVID-19, dijo en su ya tradicional comparecencia de las mañanas que la enfermedad parecía infinita.
Puede resultar un simple comentario en medio de su habitual exposición de datos, pero retrató con precisión el grave problema en que esta se ha convertido para la humanidad y, claro, para Cuba, desde que el pasado 11 de marzo los cubanos empezaran a familiarizarse con una enfermedad que, hasta la fecha, ha contagiado a 2426 personas en la Isla.
Desde entonces, los datos han cambiado bastante. Si los primeros positivos fueron tres turistas italianos de paso por la colonial ciudad de Trinidad, los nuevos contagios detectados en las últimas semanas a través de las pruebas de PCR corresponden netamente a cubanos, casi siempre relacionados con otros casos ya detectados.
La irrupción fue vertiginosa. El propio 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud declaraba pandemia la enfermedad iniciada en la provincia china de Wuhan, bautizada luego como COVID-19 y producida por un virus ya de conocimiento de todos: el Sars-CoV-2.
A la vez que en la Isla se empezaban a implementar medidas y protocolos de higiene y seguridad, se suspendían actividades laborales y estudiantiles, se limitaba el transporte y crecía la producción industrial o artesanal de los ya inevitables nasobucos, se hizo normal que autoridades o especialistas del Minsap se presentaran ante las cámaras para informar sobre el avance de la enfermedad y su expansión en el país y el mundo.
Nadie quedó de espaldas al tema y comenzaron los mensajes destinados a tranquilizar, pero también a aconsejar a la población. Desde la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba hasta los institutos especializados en medicina y el Gobierno llegaban mensajes de calma y a la vez de alerta, de precaución, ante lo que estaba por venir. Se preveía no solo una ola de contagios, sino una nueva época de escasez, una crisis de proporciones insospechadas.
BioCubaFarma, a través de su presidente Eduardo Martínez, declaró a principios de marzo que 22 medicamentos producidos en Cuba formaban parte del protocolo previsto en la Isla para enfrentar al coronavirus.
Sin embargo, pronto supimos que para frenar la curva de contagios lo más importante iba a ser la actuación individual con inmediata incidencia colectiva.
Dos días después de notificados los tres primeros enfermos, Cuba tenía 150 personas ingresadas y se reportaba el primer contagio de un cubano, un villaclareño casado con una boliviana con residencia en Milán, que había llegado a la Isla sin síntomas. Poco después, este hombre sería también el primer paciente recuperado de la enfermedad en Cuba.
Hoy la cifra de recuperados asciende a 2258 personas, cuyo diagnóstico ha podido realizarse con mayor rápidez gracias a las pesquisas masivas que el Ministerio de Salud pública implementó desde los primeros momentos junto a las pruebas de PCR, de las que se han realizado más de 205 120 hasta la fecha.
En tanto actividades como los eventos culturales y deportivos empezaron a ser suspendidas, la cifra de contagios siguió elevándose en la Isla. El 22 de marzo eran 35 los confirmados. El 30, el mismo día en que los cubanos, como los españoles, italianos y argentinos comenzaban a aplaudir a su personal médico, los contagios se precipitaban a 186.
En ese corto lapsus, la enfermedad había causado 6 fallecidos: uno de los italianos diagnosticados desde el día 11, un turista ruso, un cubano de la localidad de Remedios, Villa Clara; otro, del municipio de Venezuela, en la provincia Ciego de Ávila y dos habaneros.
Que ocurriera la expansión de la COVID-19 era cuestión de tiempo. Tras el reporte de los casos identificados en Trinidad (Sancti Spíritus), el coronavirus rápidamente se fue propagando a otros territorios, lentamente, pero llegó a todos. Los últimos en reportar casos fueron Mayabeque y la Isla de la Juventud. Hasta el 12 de julio, trece provincias no han vuelto a reportar casos por lo menos desde hace 15 días.
De todas las provincias, La Habana ha tenido los índices más altos de contagio y letalidad, mientras que en Granma la enfermedad ha tenido menos incidencia, aunque fue allí donde se reportó el primer niño infectado. Dilan es un pequeño de 18 meses que había llegado junto a su madre desde Madrid para visitar a su familia en el municipio de Guisa. Estaba asintomático y es una de las 1334 personas asintomáticas diagnosticadas.
“Ojo con los asintomáticos”, ha dicho Durán.
Hasta el momento, 274 menores de edad se han identificado como portadores del virus, un número que representa el 11,3 % del total de contagios. Solo dos de ellos han presentado el Síndrome Inflamatorio Multisistémico vinculado a la enfermedad en niños.
El primer evento de transmisión local, por su parte, ocurrió en el municipio de Cárdenas, Matanzas, para luego sumar más de 40 en todo la Isla, de los que en estos momentos se mantienen activos dos en la capital.
Abril llegaba con el cierre del tráfico aéreo y el anuncio de que los festejos del primero de mayo se suspendían, uno de los grandes actos celebrados en la Isla junto a los del 26 de julio, que terminaron interrumpidos también por la situación higiénico-epidemiológica.
El primer pico de contagios se reportó también ese mes, el 24, cuando 52 personas dieron positivas en una jornada, cifra solo superada hasta el momento el primero de mayo, cuando los registros se elevaron a 72 y a 2792 los ingresos en hospitales.
En todo este tiempo, las noticias han ido y vuelto sobre los mismos temas: restricciones de movimiento, cuarentenas, zonas aisladas, personas que, no conscientes de las dimensiones de la enfermedad, escaparon de los centros de aislamiento, otras que se veían obligadas a salir de sus casas y desandar la ciudad en busca de provisiones.
También se recuerda el recibimiento de un crucero británico con casos de coronavirus a bordo, la eficacia frente a la COVID-19 de medicamentos cubanos como el Interferón Alfa 2B, el Itolizumab y el CIGB-258, y el envío a una treintena de países de brigadas médicas de la Isla, convertidas en la nueva manzana de la discordia entre Washington y La Habana.
Para el 20 de mayo, eran 80 los fallecidos y, desde entonces, casi dos meses después, el control sobre la enfermedad ha logrado que las víctimas mortales hasta el momento sean solo 87 ―la última de ellas reportada este sábado 11 de julio― y que la cifra de pacientes en condición de gravedad disminuyera drásticamente.
La mayoría de los fallecidos por la COVID-19 en Cuba tenían enfermedades crónicas asociadas que, según las autoridades sanitarias, constituyen normalmente las primeras causas de muerte en la Isla y en el mundo desarrollado. Entre las de mayor presencia en las víctimas mortales han estado la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, la cardiopatía isquémica, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y la insuficiencia renal crónica.
En el trayecto de estos cuatro meses se han ido aclarando dudas, como que el coronavirus ataca igual a jóvenes que a adultos, a mujeres que a hombres, que no se transmite a través de la comida, que podría incluso quedar suspendido en el aire, que el empleo del nasobuco, el lavado de las manos y el distanciamiento físico son las únicas alternativas de prevención hasta que se desarrolle una vacuna viable.
|Información diaria|
Se confirmaron 6 nuevos casos de #COVID19, para un acumulado de 2 mil 426 en #Cuba▪️79 positivos activos
▪️78 con evolución clínica estable
▪️2 pacientes evacuados
▪️87 fallecidos
▪️2 258 altas
▪️2 evacuadoshttps://t.co/jJPZ9sKJ4s pic.twitter.com/EGlqJ3ML9c— Ministerio de Salud Pública de Cuba (@MINSAPCuba) July 12, 2020
De momento, no se vislumbra una salida a corto plazo. La pandemia continúa acelerándose en el mundo, con Estados Unidos y América Latina convertidos en los actuales epicentros, aunque África y la India amenazan diariamente con sus cifras. No pocos países intentan retornar a la normalidad o en realidad adaptarse a una nueva, para amortiguar el golpe a sus economías, mientras lidian con nuevas oleadas y rebrotes.
Aunque en Cuba el escenario es más favorable, y casi todo el país ―salvo la capital― entró ya en una segunda fase de la desescalada, los riesgos siguen siendo altos y la percepción, insuficiente en no pocos cubanos. Las cifras del quinto mes, que ya empezó a correr, dirán cuán efectivas han sido las medidas en marcha y cuánto quedará todavía por hacer para dejar definitivamente atrás la incertidumbre y el dolor que van marcando el 2020.
Para este resumen, se consultaron las estadísticas de Covid19CubaData y la información diaria presentada por el Ministerio de Salud Pública.