Fotos: Iroko Alejo
11.00 am Lobby del Habana Libre
Ahora que lo pienso nunca antes he estado dentro del Habana Libre. Supongo que los hoteles me repelen por mi subdesarrollada mentalidad de cubano nacido en 1989. Pero después de todo mírame aquí, a la espera de ver este francés excéntrico que es una amenaza pública en medio mundo y aquí con nuestra graciosa manera de ver las cosas le damos luz verde para que haga muestra de su extraña habilidad.
Es interesante el lobby del Habana Libre. Un amplio salón bueno para todo, bueno incluso para encontrarse a un turista raro que no puede ver un rascacielos sin que despierte en él deseos de superarlo.
En medio mundo, Alain Robert es un punk, un forajido aupado por los medios. En un país de punks, no podía ser de otra manera, Alain consigue ser recibido como una celebridad. Se ha ganado el sobrenombre de Spiderman, escalando cuanto edificio inmenso se le presente. Tiene el aire que acompaña a Keith Richards y a Jeff Beck; sospecho que a eso contribuye su pelo largo y entrecano, un collar raro y su atuendo de evocación ofídica. Es un rebelde nato, lo delata su pinta de estrella de rock decadente, lo demuestra su voluntad de romper todas las reglas, las de los hombres y las físicas. Esas que dicen que no puedes subir a un rascacielos sin ser encarcelado o romperte el pescuezo.
12:25 pm Lobby del Habana Libre
El lobby del Habana Libre es un hormiguero de periodistas, curiosos y huéspedes de ocasión reunidos para ver a Alain Robert. El escalador da un par de declaraciones a la prensa reunida y se pierde en los ascensores. No volverá a aparecer hasta la 1:03 pm, en el balcón del piso 4.
Alain dice que no tiene tiempo para pensar o temer. ¿En qué piso se despojará de su condición humana y se transmuta en ese ser que no conoce las fronteras de lo racional? ¿Estará loco acaso? Si lo está, Alain es dueño de una locura provechosa, esa que nos recuerda que a veces el ser humano puede barrer sus límites y retar a lo imposible. De ahí quizás venga ese poliedro de imágenes en las que se entrecruzan un francés extravagante, un edificio mito de una revolución, un clima tropical y sus consiguientes habitantes tropicales.
El Habana Libre es uno de los edificios más difíciles de subir. No por su altura – después de todo, no pasa de ser un modesto rascacielos que tal vez no merezca ni tal nombre. La dificultad de la escalada es de otro tipo; es del mismo que hizo hasta hace poco casi imposible el trueque común entre cubanos de un carro o una casa. Superar tamaña barrera es equiparable a un par de Torres Petronas. Si hubiera intentado subir sin permisos, quién sabe cuál habría sido su suerte. Pero Alain prefirió portarse bien y lanzarse por los meandros de la burocracia local. Alain lo logró, afortunadamente, consiguió permisos donde habitualmente escala por cuenta y riesgo.
12:40 pm Piso 3
Anuncian que la prensa tendrá un sitio especial en el techo del mezzanine del hotel. Los periodistas insisten, quieren una posición mejor; desean llegar a la cima del hotel, deambular por las habitaciones. “Ahora mismo el hotel no es de nosotros”, dice con amabilidad y pena la empleada que los atiende. Como para confirmarlo, se ve salir del ascensor a un Coronel de la policía.
En el tercer piso, en una inmensa explanada sobre el mezzanine plantaron banderas los periodistas. Allá abajo, en la calle, se aprecia un cordón y una creciente multitud, no acostumbrada a estos espectáculos, espera intrigada por el acto del francés loco. La Habana.
12:50 pm Piso 3
Una pequeña multitud se agolpa a lo largo de la calle L. La Habana al mediodía es una ciudad que parece derretirse, incluso en un febrero de plena temporada invernal. Entre los grupos de reporteros apostados en el tercer piso se distingue algún que otro alto oficial del Ministerio de Interior; están nerviosos, deseosos que el extranjero loco acabe de subir para volver a su aburrida vida de fuerzas del orden sin sobresaltos.
1:03 pm Piso 4
Alain Robert comienza a escalar. Mide cuidadosamente cada movimiento, lo hace con destreza como si fueran un animal cuya única posibilidad fuera aferrarse a las paredes. No necesita mucho, apenas una minúscula hendija en la que colocar sus uñas.
La mano izquierda al bolso de la espalda. Se agarra. Cambia de mano y ahora es la derecha la que se introduce en el bolso. Una y otra vez repite el ritual. Ahí, en esa pequeña bolsa blanca carga el yeso que impide que sus manos suden.
1:08 pm Piso 9
Durante esos minutos, el hombre deja de serlo. Agudiza sus sentidos, se convierte en una madeja de nervios, músculos, actos instintivos que se reducen a donde poner el próximo pie y la mano, o caer.
Por más que lo intento no logro visualizar el Habana Libre como un rascacielos, ni siquiera un gran edificio, pero es lo más cercano a eso que tenemos. Y Alain lo sabe; por eso juega con esos veinte pisos, son apenas un ligero entrenamiento. El Spiderman francés saluda al público, sonríe, da saltos que la gente recibe con gritos de miedo y apoyo. Hace reverencias a los chicos de una secundaria cercana que lo miran impávidos, como si se hubiera escapado algún personaje de sus historietas.
1:15 pm Piso 13
El Habana Libre es un santuario desierto. En este minuto, el turista que necesitara de una mucama que arregle su habitación o un camarero que le preparare un coctel tendría que hacerlo por sí mismo. El hotel es un pueblo fantasma; hasta el último de los empleados está parado en el techo del piso 3, alentando a Spiderman.
1:18 pm Piso 17
El mundo entero está a paso de morir y ni se da cuenta. Alain lo intuye por eso desafía más conscientemente a la vida, por eso nos espanta y seduce, por la herejía que significa enfrentar la muerte con un rostro preciso y no dejarlo al arbitrio del azar.
Alain Robert toma un pequeño descanso, acepta un pomo de agua que le brindan. Apenas le quedan seis pisos. Desde el emblemático cartel azul del hotel unas auras tiñosas miran intrigadas a este ser extraño, ese forastero que se acerca a sus dominios.
1:31 pm Piso 24
Exactamente 28 minutos después de haber empezado la escalada, Alain saluda al público desde el último balcón. Sonriente, descansado, se adentra en la habitación para alcanzar la azotea. Allá arriba lo espera una celebración de champán, confeti y banderas. Abajo, una multitud -que a diferencia de medio mundo se congrega no para verlo caer, sino para su ascenso-le aplaude entusiasta por su sana locura.
1:36 pm
La multitud se dispersa rápidamente. Acaba el espectáculo. Alain Robert, el Spiderman francés, el hombre que ha sonreído desde las alturas humanas, vuelve a ser un extranjero excéntrico vestido con piel de lagarto.