El escenario digital y de conectividad en Cuba ha cambiado considerablemente en los últimos años. En menos de una década, la Isla ha pasado de ser un país mayormente desconectado, en el que el acceso a internet era una utopía para muchos y una gran parte de los procesos sociales se realizaban de manera analógica, a sumergirse en el universo de las llamadas nuevas tecnologías de la comunicación y la información, en el vasto océano de las plataformas, programas y aplicaciones informáticas y las muy seguidas y polémicas redes sociales.
Ni siquiera los más críticos y suspicaces pueden desconocer esta realidad, lo que no significa que este tránsito haya marchado siempre “sobre ruedas” ni que no existan aún deudas e indiscutibles desafíos si se desea seguir ―aunque sea desde la distancia― las sendas del desarrollo tecnológico global. Tampoco puede desconocerse que con lo hecho hasta ahora puedan darse por satisfechas las lógicas demandas de la población en términos de informatización, las que, en consecuencia con lo avanzado, si acaso resultan cada vez mayores, más perentorias y exigentes frente a un país y un mundo cada día más interconectados.
Lo que ha sido un insistente reclamo de la sociedad cubana a lo largo del siglo XXI, comenzó a ganar cuerpo el decenio anterior con el programa de informatización impulsado por las autoridades de la Isla, el cual se convertiría en uno de los estandartes gubernamentales bajo la presidencia de Miguel Díaz-Canel. Más de un lustro después, este programa puede exhibir no pocos resultados, que confirman los cambios experimentados en el país en esta dirección. Varios de ellos fueron resaltados por la ministra cubana de Comunicaciones, Mayra Arevich, en la apertura de la Convención y Feria Internacional Informática 2022, la principal cita del sector en la Isla, que se desarrolló esta semana en formato mixto ―presencial y virtual―, luego de dos años sin realizarse debido a la pandemia.
De acuerdo con datos oficiales, más de 7,5 millones de personas acceden a internet en Cuba ―de una población de poco más de 11 millones―, en tanto están registrados unos 7,2 millones de suscriptores de la telefonía móvil, de los que alrededor de 5,5 millones se conectan por esa vía a la red de redes. Además, se ha venido potenciando el comercio electrónico, un empeño no exento de visibles tropiezos y márgenes de mejora, y las plataformas nacionales de pago ―Transfermóvil y En Zona― cuentan con más de 3 millones de usuarios. Solo por ellas, por ejemplo, se pagaron más del 50 % de las facturas de electricidad y más de 40 % de los impuestos en 2021.
En cuanto al servicio de 4G, actualmente disponen de él todas las cabeceras municipales y el 49 % de los Consejos Populares del país, mientras que a lo largo de la Isla existen más de 400 Joven Club de Computación, en los que, más allá de la conectividad, se brindan diferentes cursos y servicios asociados a la informática y las tecnologías de la comunicación, se organizan eventos y competencias de videojuegos, y se ofrecen diversos contenidos audiovisuales y multimedia. A la par, las autoridades han promovido la creación de portales institucionales y de gobierno, como parte de la política de gobierno electrónico; la puesta en marcha de la televisión digital ―un proceso que, no obstante, se desarrolla con retraso con respecto a la planificación inicial―; y la realización de trámites y asesorías de manera online.
Además, durante Informática 2022 ―evento que contó con participantes de 14 países y cuyo programa estuvo integrado por paneles, ponencias, conferencias magistrales y una feria virtual― autoridades y especialistas cubanos también ponderaron el desarrollo de una industria informática nacional, los pasos dados en la informatización y digitalización de actividades y procesos en todos los sectores del país, la diversificación de los actores vinculados al sector con la creación de Mipymes privadas, y el registro y organización de datos en formato electrónico en proyectos como la Ficha Única del Ciudadano y el certificado digital de la vacunación anticovid.
Estos avances, sin embargo, aunque innegables e implementados en un contexto de creciente crisis económica ―catalizada, por demás, por la pandemia y las sanciones de Estados Unidos―, no deberían ser motivo de envanecimiento ni conformismo. Sin restarle valor al impulso gubernamental en el sector, no haber seguido este camino, aun con todas las dificultades y retos que conlleva, hubiese sido una decisión fatal, un considerable error que hubiera impactado negativamente en el desarrollo económico del país, hubiera ahondado las brechas sociales y digitales en la Isla, y también el retraso tecnológico y el enclaustramiento de Cuba en el concierto global. Seamos claros: no es al mundo al que le corresponde sumar a Cuba ―aun cuando pueda proporcionarle asesoría y cooperación en este sentido―, sino a Cuba a quien debe interesarle insertarse en el mundo, aun en la medida de sus posibilidades, y, a la par, garantizarle a sus ciudadanos los derechos indispensables para el acceso y el disfrute del entorno digital.
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Y entonces, la transformación digital…
En el actual escenario nacional e internacional, con sus crecientes demandas y complejidades, las autoridades cubanas han comenzado a hablar de transformación digital en la Isla. El concepto supone ya de por sí un cambio en el enfoque y el alcance del programa gubernamental de informatización de la sociedad que ha venido implementándose en la última década. Ahora, en el contexto de Informática 2022 ―cuyo slogan, sintomáticamente, fue “Juntos por la transformación digital” ― este nuevo enfoque, más integral y en sintonía con los discursos y políticas globales del sector, fue presentado como un nuevo paso en el proceso emprendido desde años atrás, con nuevas implicaciones y desafíos que elevan la varilla a lo hasta ahora logrado.
Justo en el primer panel de la cita, en el que intervinieron directivos de diferentes ministerios cubanos, el vice primer ministro y extitular de Comunicaciones, Jorge Luis Perdomo Di-Lella, aseguró que no se trata solo de un cambio de término, sino de un proceso propio que continúa lo ya hecho en materia de informatización y que “demanda de una cultura que es necesario asimilar”. “Nosotros vemos la transformación digital como un estadio que viene caminando posterior al de informatización, el cual todavía no hemos concluido. Un proceso no sustituye al otro, sino que lo empezamos a implementar a otro nivel con una visión de cierre de ciclo hacia la persona”, explicó.
“Significa orientarse más a la integración de lo que ya hemos hecho enfocados en el ciudadano, en transformar más los procesos que están de cara al ciudadano, ya sea en la administración pública, en el gobierno, en las instituciones sociales, en las empresas. Implica también diversificar los actores económicos y la industria tecnológica e informática, para lograr una mayor calidad y competitividad, para acortar los tiempos y crear más plataformas y herramientas digitales que permitan satisfacer a las personas. Sin esa transformación no podremos cerrar el ciclo de los servicios que se ofrecen y que forman parte hoy de las dinámicas globales”, añadió Perdomo Di-Lella.
El vice primer ministro cubano aseveró que “aun cuando en muchos lugares del país, por un grupo de factores, no estén creadas todas las condiciones y no tengamos todavía los niveles que queremos de creación de infraestructura, es importante avanzar en este proceso”. “Creo que lo experimentado durante la pandemia y las dinámicas del escenario actual en que nos encontramos, aun con las complejidades crecientes del entorno económico del país y del mundo, demuestran la importancia de seguir adelante en esta dirección”, consideró.
Desafíos en el horizonte
Aun con la voluntad gubernamental para emprender este camino, Perdomo reconoció que la ruta hacia la transformación digital en Cuba no será en lo absoluto sencilla. Para empezar, enumeró como retos los problemas derivados del propio contexto económico de la Isla, del impacto de la pandemia y del embargo estadounidense sobre el sector de la informática y las Comunicaciones, que dificultan el acceso a financiamiento y tecnología necesarios para avanzar con mayor celeridad en este pretendido proceso. Pero los desafíos, estimó, van mucho más allá, aun con estos inevitables escollos.
En su opinión, un primer desafío a considerar es el que representa alcanzar un mayor desarrollo de la infraestructura y de acceso a internet en la Isla. “Aunque hoy tengamos ya un camino recorrido en este sentido, hayamos llegado hasta los municipios y se haya crecido en el acceso a internet y a la telefonía móvil en todo el país, es necesario seguir creando capacidades, porque hacerlo nos va a favorecer en el próximo período”, señaló Perdomo, quien explicó que en el plan de desarrollo económico y social de Cuba hasta el 2030, existen metas e “indicadores comprometidos” en tal dirección.
Además, resaltó la relevancia de “seguir creando capacidades de cultura, de formación profesional”. “Esas capacidades ―dijo― pueden ser, incluso, más importantes que la propia infraestructura, porque su desarrollo posibilita utilizar eficientemente los recursos y tecnologías que tenemos a disposición”. Por ello, consideró “prioritario” el trabajo formativo de universidades, escuelas técnicas y otras instituciones docentes vinculadas al sector, pero al mismo tiempo estimó necesario crear “también en la población, en los ciudadanos, una cultura que les permita a las personas no solo acompañar este proceso, sino ser el actor fundamental del mismo y aprovechar al máximo los servicios y posibilidades que se les brinden, con un pensamiento crítico, creativo”.
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A lo anterior, Perdomo sumó la necesidad de “aportar más desde el punto de vista de la creación de contenido y de servicios”. “Hoy los actores económicos de esta industria están diversificados, tenemos un grupo de pequeñas y medianas empresas que se están integrando en todos los procesos, incluso a nivel de provincia y municipio, con una gama de ofertas que se amplía y donde lo principal no es el producto en sí, sino el servicio que se oferta. Y entonces también tenemos que transformar los modelos de negocios en estos procesos para enfatizar precisamente en los servicios, que logren una recuperación y tengan un impacto en los niveles de vida de las personas”, estimó, a la par que abogó por el fomento de plataformas y aplicaciones cubanas, con contenidos que se correspondan a la realidad nacional y reflejen la cultura e identidad de la Isla.
Finalmente, el vice primer ministro insistió en entender la transformación digital como “un proceso interdisciplinario, multisectorial, que no abarca un único ministerio, o una única institución”. “No se puede pasar de la informatización a la transformación digital con un plan nacional que establezca el avance de este proceso visto por separado en cada sector, porque no se trata de una suma de lo logrado en los distintos sectores ―afirmó―. Hay que definir en la agenda del país cómo integrar todos los procesos con una óptica interdisciplinaria y multisectorial que permita llegar a los ciudadanos y cubrir sus necesidades de una manera asequible y rápida, en un entorno de ciberseguridad razonable, cumpliendo con todas las garantías para la salvaguarda de la información personal y del cumplimiento de los derechos y deberes establecidos en la Constitución”.
Ese, aseveró Perdomo, es “el principal desafío” y, visto en perspectiva, resulta comprensible su apreciación. Como también lo es ―a partir de todo lo explicado por él sobre el tema y considerando también otros condicionantes sociales, culturales y económicos insoslayables en la Cuba de hoy― el hecho de que la transformación digital no es algo a lo que podrá llegarse solo por obligación y voluntarismo, y que su implementación exitosa dependerá de involucrar activamente todos los actores sociales y económicos ―y no solo a las entidades e instancias estatales―, de transformar enfoques y mecanismos enquistados más allá de planes y discursos gubernamentales, y de colocar ciertamente al ciudadano en el centro del proceso como su principal protagonista y beneficiario. El futuro dirá entonces si la travesía esbozada ahora en Informática 2022 llega, más temprano que tarde, al puerto deseado.