Esta semana ha comenzado en Cuba un nuevo ciclo político signado por la llegada del relevo presidencial y el retiro de Raúl Castro como Jefe de Estado. En EE.UU. algunos opinan que se tratará de un mero traspaso de poder sin implicaciones de cambio real para Cuba; otros especulan que la nueva dirigencia que parte de otra generación y no tiene apellido Castro, podrá ejecutar una agenda marcada por un mayor pragmatismo.
¿Qué escenario le espera a quien ocupe un puesto con tan extraño título como el de “nuevo Presidente del Consejo de Estado de Cuba”? ¿Cómo determinará en su mandato la permanencia de Raúl Castro como Primer Secretario del Partido Comunista? ¿Qué nuevos y viejos actores, internos y externos, serán sus interlocutores?
Está claro que el rol del nuevo líder está enmarcado dentro de un proyecto de continuidad apoyado por una mayoría que a todas luces, se muestra cautelosa y aun más, incrédula ante narrativas fantasmas. Pero, ¿cómo responder a la confianza y esperanzas de quienes, aun dentro del contexto de estratificación y desajuste económico que atraviesa la Isla, apuestan por la consecución del sueño socialista igualitario? ¿Cómo comunicarse y servir también a aquellos que no comparten ese ideal? Esas serían quizás, las preguntas más importantes.
A nivel económico, el nuevo líder deberá enfrentar el reto de la unificación monetaria sorteando los riesgos de la inflación e inestabilidad que pueden venir asociados a esta. Más que ello, estaría ante el imperativo de revitalizar la economía, cuyo crecimiento ha sido mínimo en los últimos años. La reactivación del sector privado y el descongelamiento de licencias para cuentapropistas serían vitales. Heredará un complejo panorama de deshielo ralentizado; de un aliado importante –Venezuela– en crisis; y de un progresivo rol protagónico para otros actores económicos como Rusia y China.
Pero sus mejores aliados serán la aplicación de soluciones creativas, con mayor énfasis en la descentralización y en la no reproducción de esquemas de dependencia.
La nueva presidencia tendrá que lidiar con otra esfera de demandas no menos complejas, marcadas por la carencia o poca efectividad de mecanismos regulatorios. Temas como los de la ley de asociaciones, la ley de cine, y la de prensa, han sido parte del debate público por años ya, y deberán ser tratados con la prioridad que ameritan. No se trata de tabúes o de demandas superfluas, sino de reclamos articulados por ciudadanos que han escogido ser parte de su destino de la mejor manera: aportando al proyecto de nación sus conocimientos, sus creaciones y su buena voluntad.
No emigran, porque Cuba es su puerto, pero esperan respuestas y cambios. ¿Qué los invita a permanecer en Cuba, dentro de una situación de crisis? ¿Cómo proveer soluciones a problemas básicos de quienes, hace muchos años ya, ven en la migración un último recurso, y que, si pudieran desarrollarse dentro de formas más normales de subsistencia, escogerían permanecer en Cuba?
No hay que desestimar, por otra parte, el complejo escenario geopolítico que se heredará, ante una administración (la de Trump) que ha potenciado el viejo lenguaje de la subversión y la injerencia. Con más razón aún, sería valioso para Cuba establecer alianzas con ese arsenal de recursos humanos internos que ha expresado su rechazo a esa retórica, pero que también clama por una renovación de los discursos; por una Cuba conectada; por nuevos escenarios de posibilidades para ejercer sus profesiones. Es un complejo acto de equilibrio, cuya difícil ejecución marcaría un hito para la nueva dirigencia.
No será solamente el nuevo Presidente ni los 11 millones de cubanos en la Isla quienes se enfrenten a los desafíos de este nuevo ciclo. Los cubanos residentes fuera de Cuba, y en especial, en Estados Unidos, serán un factor determinante en el despliegue de las nuevas dinámicas.
Será prioritario reactivar el mensaje que recibió Obama, y al cual prestó oídos: nuestra aspiración a un escenario de normalidad entre los dos países; a una relación entre pares y no a una de tutelajes. No esperamos por un Mesías Rubio que venga a poner fin a nuestros problemas ni a darnos lecciones de democracia. Nos toca a nosotros denunciar la inmoralidad de quienes buscan la mínima oportunidad para exhortar al pueblo a lanzarse a las calles y a fomentar el caos, teniendo ellos techo seguro. Sabemos que no escucharán, pero el mensaje debe permanecer.
Nos toca también marcar distancia de aquellas posiciones ostentadas por quienes se proclaman “oposición”, pero que a quienes se oponen, más que a nada, es al pueblo, cuando pactan con quienes lo asfixian.
No debemos confundir la aspiración a una Cuba más democrática y plural con concesiones ni luneta reservada para aquellos que, sin pudor alguno, piden más bloqueo. En realidad, el problema que tiene esa oposición a estas alturas, no es que no sean populares dentro de la Isla: es que afuera, tampoco lo son. Las encuestas demuestran que una gran mayoría de cubanos en EE.UU. no apoyan el embargo y favorecen el camino de la diplomacia.
El escenario montado por la administración Trump que aúpa a estos farsantes de la democracia, es, sin dudas, desolador. Sin embargo, ha logrado mantenerse un vínculo mínimo en áreas de cooperación marítima, antinarcóticos y medioambiental.
La reciente derrota en el Congreso de una enmienda para limitar fondos a la embajada, así como las declaraciones del nuevo Secretario de Estado, Mike Pompeo, referentes a la disposición a regresar personal diplomático a La Habana y a fortalecer la embajada en Cuba, aun, cuando sea por las razones equivocadas, es una pequeña señal de avance. No obstante, la triada Rubio-Pompeo-Bolton pudiera representar un deterioro aún mayor en las relaciones.
La diáspora debe jugar un papel protagónico visibilizando posiciones que son ya consenso. Seguiremos favoreciendo y enfatizando la política de engagement dentro del reactivado escenario de Guerra Fría. Esto no significa que sacrificaremos nuestras aspiraciones a una política migratoria perfectible (con un precio razonable para pasaportes, por ejemplo); a eliminar los prejuicios hacia un mayoritario sector de la diáspora que no se coloca en una actitud de hostilidad hacia Cuba; a ser incluso parte del futuro político y económico de la Isla al cual, más allá de posiciones ideológicas y gustos políticos, como cubanos que amamos a una Cuba independiente y soberana, tenemos derecho.
Las preguntas sobre los cambios, los apellidos y el radicalismo o no de la nueva presidencia, que tanto entretienen a la prensa norteamericana, no serían las más importantes, sino cómo se asumirán los nuevos retos. Retos que llegan a tocar a las puertas no sólo del nuevo liderazgo, o las de cubanos en la Isla, sino también a las de los que desde afuera, nos sentimos parte de una casa común.
*La autora es profesora cubana residente en Estados Unidos. Miembro de la Junta Directiva de Cuban Americans for Engagement (CAFE).
Vea toda la cobertura de OnCuba sobre el tema:
Yo respeto las opiniones y las ideas libres de cada cuál, lo que no respeto es el servilismo y la crítica light a la dictadura de personas que parecen más agentes de la Seguridad del Estado que ciudadanos cubanos libres, que vienen con fachada de buenones demócratas deseando lo mejor para Cuba, flaco favor le hacen a su país o a sus raíces quiénes desde posiciones europeístas y conciliadoras (valga la redundancia) creen que lograran cambiar la naturaleza del alacrán.
Esta autora es buen ejemplo de todo lo anterior, miente más que camina, o es muy ilusa y desconoce la realidad cubana y su sistema o es un hada disfrazada de solidaria y pacifista con su varita mágica claudicadora o peor aún una agente de las tantas que de seguro tiene infiltrada el régimen por el mundo para lavar su cara e imagen, muy bien denominados como tontos útiles.
Habla del embargo de USA, pero no del bloqueo interno del régimen que hace 60 años existe en Cuba y que coarta todas las libertades de los cubanos.
Habla de pacto entre la oposición y los que según ella asfixian a Cuba, pero no de la asfixia cotidiana de su pueblo por resolver las necesidades más elementales de un ser humano, esos sí que no pueden pactar nada desde 1959.
¿De verdad que una de tus preocupaciones respecto a Cuba, es el precio del pasaporte?, por favor no me hagas reír.
Hablas de hostilidad, ¿En serio?, ¿Cuál?, la de los actos de repudio, la de las turbas violentas entrándole a palos a los que se iban del país, la de los campos de concentración para los homosexuales, la de los comisarios políticos por llevar pelo largo, escuchar música en inglés, la del diversionismo ideológico, la de los religiosos, De esa hostilidad hablas o es que de esa hostilidad tenemos que olvidarnos y no hablar?.
El único engagement que tú tienes es con el régimen totalitario y comunista (valga la redundancia) que existe en Cuba, ese CAFE no lo quiero, es demasiado amargo y demasiado traidor, así no María Isabel, así no.
Maria Isabel, tu artículo es muy positivo. Son objetivas muchas de tus interrogantes, pero en algunos casos fuera de contexto o ignorantes de la realidad cubana (sin que “ignorante” constituya una ofensa, solo “que ignora”. Por ejemplo:”¿Cómo determinará en su mandato la permanencia de Raúl Castro como Primer Secretario del Partido Comunista?” Busca en la Constitución de la república de Cuba el papel que corresponde al Partido Comunista y ahí está la respuesta a tu pregunta. Otra: “la consecución del sueño socialista igualitario” No María Isabel, no, el sueño socialista no es igualitario, es equitativo. “La reactivación del sector privado y el descongelamiento de licencias para cuentapropistas serían vitales” Error, no es despreciable el sector privado en la economía socialista, pero el sector vital de la economía socialista es el estatal. “No emigran, porque Cuba es su puerto, ¿Qué los invita a permanecer en Cuba, dentro de una situación de crisis? ” Sencillo, la certeza enraizada, conciente o inconcientemente en lo mas íntimo de sus cerebros, de que la revolución es un acto de justicia, aunque cometa errores, aunque se equivoque a veces y el ser humano no lucha contra la justicia, se aferra a la idea de que algún dia la justicia triunfará. “Los cubanos residentes fuera de Cuba, y en especial, en Estados Unidos, serán un factor determinante en el despliegue de las nuevas dinámicas.” Es cierto que esa comunidad puede jugar un papel no despreciable pero, el determinante lo jugarán los que permanecen aquí, con la esperanza de que el carácter justiciero de la revolución podrá, algún dia, darnos la solución de nuestras necesidades (las de todos, con equidad, sin igualitarismos, no las de algunos) Aplaudo tu artículo (con las precisiones que te señalo) sobre todo tu párrafo final: “Las preguntas sobre los cambios, los apellidos y el radicalismo o no de la nueva presidencia, que tanto entretienen a la prensa norteamericana, no serían las más importantes, sino cómo se asumirán los nuevos retos. Retos que llegan a tocar a las puertas no sólo del nuevo liderazgo, o las de cubanos en la Isla, sino también a las de los que desde afuera, nos sentimos parte de una casa común.” Quisiera que On Cuba te hiciera llegar este comentario. Creo que intercambiar contigo aportará a mi cultura.
mmm y 2 cajas de mango, te faltaron ademas 2 cajas de mango…