La belleza aflora incluso donde no imaginamos, en el momento y lugar en que no se le espera. La belleza de lo natural, de lo cotidiano; la que no pretende otra cosa que ser, la que no precisa de retoques y maquillajes para cautivar a quienes la descubren.
Cuba es, sin dudas, una tierra rica en ese tipo de belleza. No se trata de chovinismo o exageración, sino de un hecho; de una realidad que enamora en cualquiera de sus parajes y ciudades, en el verdor de su naturaleza y la calidez de su gente.
Puede que la publicidad y el turismo hayan estereotipado algunos paisajes, que hayan edulcorado otros. Que las postales y portadas de revistas pugnen por ganarle el pulso a la sorpresa y la naturalidad. Pero si se les conoce sin afeites, si se les mira con detenimiento y fruición, siempre habrá motivos para el asombro.
Ahora que la pandemia de coronavirus ha impuesto el confinamiento y las restricciones, que la añoranza por lo conocido ha sustituido en muchos casos la oportunidad de regresar donde nos gustaría, lo virtual, lo digital, han venido a llenar ese vacío y a alimentar en lo posible nuestras remembranzas.
El domingo pasado le propusimos visitar varios lugares de Cuba a través de las fotos de nuestro corresponsal Otmaro Rodríguez. Ahora, le invitamos a un nuevo viaje y, como en aquella ocasión, lo retamos a reconocer los sitios retratados, a decirnos cuáles son.
Como entonces, preferimos no nombrar cada lugar en los pies de foto y dejarle a usted la opción de hacerlo en los comentarios, y también en sus recuerdos. Y esperamos que, aun cuando no lo haga, pueda disfrutar sinceramente de estas imágenes; descubrir la hermosura y armonía que muestran sin pretensiones; hallar, en fin, en ellas la belleza de Cuba.