Cuba por WhatsApp: la Asamblea Nacional, las mipymes “malas” y los 11 millones que ya no son

“No es que yo pensara que iba a ser distinto, pero es muy fuerte que el propio Gobierno te suelte de golpe lo mal que anda todo, como si nada,” me dice Yolexis desde La Habana.

El primer ministro cubano Manuel Marrero habla ante la Asamblea Nacional. Foto: @AsambleaCuba / X.

El primer ministro cubano Manuel Marrero habla ante la Asamblea Nacional. Foto: @AsambleaCuba / X.

“Lo de la Asamblea Nacional estuvo fuerte”, me dice Yolexis, más preocupado de lo habitual en nuestros debates por WhatsApp.

“No es que yo pensara que iba a ser distinto —acota—, pero es muy fuerte que el propio Gobierno te suelte de golpe lo mal que anda todo, así, como si nada, y la vida siga igual, como la canción de Julio Iglesias. O, en realidad, peor.”

“¿Qué tú esperabas? —le pregunto—, ¿que dijeran que las cosas están bien y van a seguir mejorando, cuando, por lo que tú mismo me cuentas, la situación en Cuba está más difícil que cuando yo salí?”.

“No sé, brother, algo diferente —responde. Algo que no fuera solo aprobar nuevas leyes y culpar a las mipymes y el bloqueo, aunque se sabía que lo iban a hacer; y tampoco apretar más la jugada con más multas y restricciones que lo que hacen es poner a la gente más erizada y que lo poco que hay todavía se pierda”.

“Mira lo que ha pasado con el tope de precios del pollo y la leche en polvo. Todo el mundo sabía que se iban a esfumar, pero igual lo hicieron, y ahora andan poniendo multas a troche y moche como si con eso fueran a resolver el asunto”, explica.

“Ahora resulta que las mipymes son malas, que son evasoras de impuestos, que venden a precios abusivos, que generan corrupción e ilegalidades y no han respondido a la confianza del Estado, como dijo Díaz-Canel y me soltó mi suegro ayer en una discusión —el hombre se echó la Asamblea completa por televisión—, y yo me pregunto: ¿y eso salió así, de la nada?”, añade.

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“No digo que las mipymes sean santas —sigue Yolexis—, pero al menos resuelven unas cuantas cosas; caro, es verdad, pero el Estado no las tiene o las vende más caro todavía en las tiendas en MLC. ¿Por qué unas sí y otras no? ¿De dónde son los cantantes?”.

“Además —continúa entonado—, ¿de verdad nadie pensó que esto podía pasar cuando autorizaron las mipymes? ¿Nadie del Gobierno se dio cuenta de que sin venderles dólares iban a tener que comprarlos en el mercado negro y subir los precios cuando el dólar subiera? ¿O que, con todas las trabas y carencias que hay para producir en Cuba, muchas se iban a dedicar a importar cosas hechas?

“Cálmate, que te va a subir la presión”, le digo, mientras rumio la avalancha de preguntas y razonamientos de mi vecino.

“Na’, si yo estoy curado de espanto —me dice—. ¿Tú sabes cuántas veces ya hemos chocado con la misma piedra? Mira el desastre que armaron con el Ordenamiento y todo el pa’lante y pa’trás con el dólar: que si lo ponen, que si lo quitan, que si tumban el CUC, que si inventan el MLC, que si la unificación monetaria y la tasa de cambio, que si los dólares son un problema por el bloqueo…”

 “Y ahora, después que dijeron y recontradijeron que no iban a dolarizar el país, sueltan en la Asamblea que van a dolarizar algunas cosas porque estamos en una ‘economía de guerra’ y hace falta hacerlo para que el peso se recupere. Y hasta que van a cobrar en divisas las importaciones de las mipymes, así que ya tú sabes lo que va a pasar cuando lo hagan: los precios más para arriba todavía”, apunta.

“Entonces —le pregunto—, ¿de qué te extrañas?”.

“Extrañarme, la verdad, a estas alturas ya no me extraño de nada —contesta—, pero uno no tiene la sangre de horchata. Y que te disparen todo esto de sopetón en tres días, sin nada que suavice la cosa, sin un plan que de verdad parezca que puede dar resultado, es para ponerle los nervios de punta a cualquiera. ¿No crees?”.

“Arriba de eso, vienen y te dicen en la propia Asamblea que en dos años se ha ido más de un millón de gente, y que ya en Cuba vivimos menos no de 11, sino de 10 millones, y que vamos a seguir para atrás como el cangrejo, que tampoco me extraña, pero es duro, brother”, agrega Yolexis, compungido.

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“Sí, lo es —concuerdo. Y ese dato que dieron en la Asamblea puede ser más fuerte todavía, porque puede que estén contando gente que en verdad ya no está en Cuba. El otro día leí sobre un estudio que calcula que en los dos últimos años se fue casi el 20 % de los cubanos, y estima en menos de 9 millones la población del país”.

“Lo peor es que, de acuerdo con ese estudio, alrededor del 80 % de los cubanos que se han ido tienen entre 15 y 59 años. Es decir, es gente en edad laboral, profesionales, técnicos, lo que pinta un futuro bien complicado”, le apunto.

“Ni me lo digas, que eso lo veo yo todos los días —me contesta Yolexis. En la pincha a cada rato se va alguien, casi siempre jóvenes. Tú ves que piden la baja y ya sabes por qué. Y dice Dania que en su escuela es lo mismo, que los maestros no duran, entre los que se van del país y los que se ponen a trabajar en otro lado, para levantar presión y hacer dinero para luego irse también”.

“Y hasta los viejos, brother. ¿Te acuerdas de Lorenzo y Ana María, los padres de Tony, el socio de la esquina que se fue hace un tiempo para Brasil? Pues arrancaron también para allá, por la frontera con Guyana, y además se llevaron a la abuela de Tony que tiene como 90 años. Mira tú qué clase de locura”, me cuenta. 

“Y eso que Lorenzo estaba bastante bien —agrega. Ese no debía tener una mala jubilación, porque había sido jefe en su empresa, y además desde hace un tiempo estaba pinchando en una mipyme. Y así mismo partió sin pensarlo dos veces”. 

“¿Y tú —aprovecho para preguntarle—? ¿No has cambiado de planes?”.

“Qué va, brother. Tú sabes que Dania no va a dejar a sus padres y ellos no se van a ir de Cuba ni amarrados. Y eso que mi cuñado a cada rato les cae arriba y les dice para ponerle el parole o la reunificación, pero ellos, sobre todo el viejo, no quieren saber del tema”, me responde con aire de resignación.

“Así que yo sigo rodilla en tierra, trabajando e inventando, para que al menos a la niña no le falte lo principal. Esa es mi lucha —me dice resuelto. Ya yo te dije que al paso que voy me toca apagar el morro. Y alégrate, porque si me voy, ¿quién te va a contar del barrio por WhatsApp?”.

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