Cuba regresa a una mortalidad infantil del siglo pasado

Las condiciones socioeconómicas van aparejadas del comportamiento de la tasa de mortalidad infantil en la Isla.

Foto: Kaloian Santos.

Cuba registró en 2021 una mortalidad infantil de 7,6 por cada 1000 nacidos vivos. Esta tasa revirtió los resultados inferiores a 5 logrados por el país durante más de una década. Puso fin, además, a una tendencia decreciente mantenida durante más de veinte años. En 2022 los números no son alentadores. Trascurridos los 10 primeros meses del año, el país registra una tasa de 7,4. La información la ofreció la Dra. Tania Margarita Cruz, viceministra primera del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) al cierre de la primera quincena de octubre. Los resultados de este indicador en los dos últimos años implican un retroceso de casi tres décadas.

Al volver la vista atrás: las cifras

Los números más recientes solo son comparables con los de 1996, cuando la Isla contabilizó una cifra ligeramente superior: 7,9. Desde el 2000 no se cuantificaban en Cuba tasas por encima de los 7.

Los cálculos más elementales evidencian que los indicadores del año precedente —y los que se reportan hasta octubre del actual— casi duplican las cifras más bajas alcanzadas hace apenas un lustro atrás, en 2017, cuando este parámetro marcó un récord histórico de 4,0. Un récord que, por demás, logró mantenerse en 2018.

En materia de estadísticas, el 2021 fue el gran punto de giro. Sin embargo, el deterioro de las buenas prácticas en la atención materno-infantil en todas las provincias de Cuba comenzó inmediatamente después de sus récords históricos.

Antes de la llegada de la pandemia —señalada por los expertos como la principal causa del incremento de los números— en 2019 el país subió hasta 5,0.

Evidencia de ello resulta el comportamiento del parámetro en provincias que en 2017 mostraron índices incluso inferiores a 4,0 —promedio general del país— como Sancti Spíritus (2,0), Pinar del Río (2,1), Camagüey (3,0), Holguín (3,3) y Ciego de Ávila (3,8). En 2019 todos estos territorios cuantificaron números más altos. La mayor parte del resto del país corrió la misma suerte.

Fuente: Oficina Nacional de Estadística e Información de Cuba (ONEI).

Sin lugar a dudas, el impacto de la pandemia en 2021 radicalizó la tendencia al aumento de la mortalidad infantil. Los territorios con mejores estadísticas en 2017 lo ilustran: Sancti Spíritus, Camagüey y Holguín duplicaron sus estadísticas de entonces; mientras Pinar del Río (9,6) y Ciego de Ávila (13,6) las multiplicaron en casi cuatro veces.

Ante los efectos directos sobre la salud de las gestantes y el contexto de tensión en el que se sumergió el sistema sanitario del país, no fueron suficientes los esfuerzos ni los recursos para poder contener el crecimiento de las cifras. Sin embargo, a solo dos meses de cerrar el 2022 la Isla mantiene un indicador elevado. Ello ocurre a pesar de que el Sars-Cov-2 está contenido con la vacunación masiva.

Casos y cosas de la tendencia al alza

El hecho de que el repunte de las cifras de Mortalidad Infantil (MI) no haya conseguido modificarse de forma significativa en lo que va de 2022 evidencia que la recuperación de mejores números en el programa materno infantil (PAMI) depende de la solución de otras causas no tan nuevas; algunas de ellas particularmente agravadas.

Lo constató en su información más reciente la Dra. Tania Margarita Cruz, al señalar entre los principales “problemas relacionados con los resultados del programa” que se han identificado en todo el territorio nacional en este año, las “plantillas incompletas de cuadros y funcionarios que intervienen en la atención materno infantil”.

En palabras de la viceministra, esta carencia impide que se logre “la efectividad necesaria en las acciones de control y fiscalización que le corresponde realizar a los cuadros”. En particular, las acciones de fiscalización y control sistemáticos de las condiciones higiénico sanitarias en los servicios hospitalarios. Sin dicho control se cometen “violaciones de procesos en algunas instituciones del país” lo que, según el propio ministro de Salud Pública, José Ángel Portal Miranda, da lugar a la aparición de cuadros de “sepsis adquirida”, una de “las principales causas de muerte” tanto infantil como materna.

Al cierre de octubre de 2022, según subrayó la vicetitular, se reportan “plantillas incompletas” en Pinar del Río, Ciego de Ávila, Camagüey, Guantánamo, Santiago, Granma, Mayabeque, Villa Clara y La Habana, nueve de las 15 provincias del país.

Tampoco ayuda la situación constructiva de los salones de parto y cesárea y de otras estructuras hospitalarias. El deterioro y sobreexplotación de las instalaciones de salud, sumado a la falta de recursos para su restauración son factores que propician la aparición de infecciones adquiridas dentro de los centros médicos. De ese modo, no resultan promisorios los pronósticos. En los primeros seis meses de 2022, la ejecución del presupuesto en salud pública y asistencia social fue 16 veces menor que la inversión, por ejemplo, en servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler (construcción de infraestructura para el turismo), de acuerdo con datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI).

La ejecución del presupuesto destinado a salud pública y asistencia social en lo que va de año equivale a menos del 2 % de las inversiones totales del país.

De tal modo, a la carencia de personal para controlar los procedimientos sanitarios en ajuste a los establecido, se suma la falta de recursos y dinero para mejorar la infraestructura y facilitar el cumplimiento de los protocolos. Lamentablemente, no son tampoco estas las únicas carencias que enfrenta el PAMI.

De acuerdo con un reporte del periódico Invasor, de la provincia de Ciego de Ávila —territorio con mayor índice de mortalidad al cierre de 2021—, las causas van desde el Consultorio del Médico y la Enfermera de la Familia, donde a veces las embarazadas no reciben el seguimiento oportuno, hasta los hogares maternos y los salones de parto y cesárea.

El Dr. Luis Carmenate Martínez, funcionario del PAMI y jefe del Grupo Provincial de Ginecología y Obstetricia en dicha provincia, lo declaraba a Invasor sin medias tintas: “ha fallado la atención prenatal, la evaluación de los riesgos en las embarazadas y la aplicación de protocolos”.

En lo fundamental, según el especialista, porque en las áreas de Salud faltan “profesionales en puestos clave”, faltan “los pediatras en los Grupos Básicos de Trabajo” (GBT).

Los GBT son equipos de la atención secundaria de salud integrados por pediatras, obstetras, clínicos, psicólogos y enfermeras supervisoras que deben visitar, como mínimo, una vez al mes los consultorios para interconsultar y confirmar o no los diagnósticos del médico de familia sobre determinados casos. En tal sentido, los GBT realizan un trabajo vital. Pero, cuando en alguno de los niveles de la atención de salud faltan los especialistas “comienza a resentirse el resto”, como lo definiera el Dr. Carmenate Martínez.

En palabras del médico especialista en Gerontología y Geriatría, Jesús Menéndez, en el espacio de debate Último Jueves de la revista Temas: “el sistema de salud es un reflejo de la situación del país”. Y Cuba atraviesa una crisis que comenzó antes de la pandemia. Desde entonces, el sistema de salud enfrenta, entre otros problemas, según subraya Menéndez, “el económico y la migración del personal”.

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Hospitales afuera, sociedad adentro

Fuera de las instituciones sanitarias, otros factores no menos importantes inciden de forma negativa en el parámetro de la mortalidad infantil.

Como reconocía al periódico Demajagua el Dr. Francisco Fornaris Jiménez, especialista de Primer Grado en Pediatría y jefe del Departamento provincial del PAMI en la provincia de Granma, “nos golpea desde hace 15 años el índice [elevado] de bajo peso al nacer (…) y los factores son múltiples: problemas sociales, índice de embarazo en la adolescencia”.

Granma ha sido, en el último quinquenio, la provincia del país con mayor índice de embarazo en la adolescencia, con un 23,1 % al cierre del año 2021, por encima de la media nacional de 18 %. Pero no es la única. Otras provincias como Camagüey, Las Tunas, y Holguín superan también la media nacional, que ya de por sí es alta.

Al embarazo adolescente se asocian en la Isla riesgos como el bajo peso al nacer y la prematuridad señaladas por el ministro de Salud cubano entre las principales “causas de muerte” infantil.

La gestación en adolescentes en la sociedad cubana tiene entre sus causas el inicio precoz de las relaciones sexuales y una insuficiente educación integral de la sexualidad. Se relaciona también y de forma directa con el entorno socioeconómico concreto.

Según estudios de la Dr.C. Reina Fleites, profesora titular del Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana, en la Isla la maternidad temprana ocurre más en adolescentes mestizas y negras, residentes en entornos rurales, desvinculadas del estudio y el trabajo, y en viviendas con bajos ingresos y en condiciones precarias.

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Para agravar estas variables en el escenario general, desde 2018, se ha sumado la deficitaria disponibilidad de métodos anticonceptivos en la red de farmacias de todo el país.

En esencia, es un hecho ineludible que las condiciones socioeconómicas inciden en el comportamiento de la tasa de mortalidad infantil; no solo porque pueden condicionar la ocurrencia de embarazos no intencionales —sean precoces o no—, sino porque influyen en la calidad de la gestación. Por eso, se reconocen como más preocupantes las madres de menos ingresos per cápita, y las que tienen malas condiciones de la vivienda, según declaró la Dra. María Teresa Machín López-Portilla, jefa del PAMI en Pinar del Río al periódico Guerrillero.

En Cuba, el enfrentamiento exitoso de tantas variables desfavorecedoras requiere un trabajo intersectorial que hoy se reconoce como inexistente y que resulta vital. Si no se articulan el trabajo en la comunidad con la atención primaria y secundaria de salud, bajar las cifras tomará más tiempo del que debería. Más tiempo y, lamentablemente, también más vidas.

 

 

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