Durante un largo período, la administración colonial de Cuba dependió financieramente del virreinato de Nueva España, con sede en Ciudad México. Esa situación se prolongó hasta que en 1855 se creó el Banco Español de La Habana, facultado para imprimir billetes y acuñar monedas.
En 1898, con la ocupación militar estadounidense, se entronizó el dólar y la Isla se convirtió en el primer país dolarizado del mundo. Entre las primeras disposiciones del gobernador estuvo ordenar que todas las transacciones oficiales se hicieran en dólares y, las que se efectuaran en otras monedas, adoptaran la paridad con la estadounidense, que entonces era respaldada por oro. Eso facilitó la formación de un incipiente mercado monetario local.
En 1901 llegó a Cuba Samuel Jarvis, vicepresidente de la North American Trust Company (NATC), que instaló una sucursal para administrar los fondos del ejército y el gobierno de ocupación. De la directiva de aquella entidad, que adoptó el pomposo nombre de Banco Nacional de Cuba (cosa que nunca fue), formó parte John Carlisle, exsecretario del Tesoro de Estados Unidos.
La primera operación oficial realizada con dólares en Cuba fue la desmovilización del Ejército Libertador, que ascendió a tres millones. El primer ingreso de la República, a partir de 1903, fue el pago de 2000 dólares (oro) anuales por el arriendo de la base naval de Guantánamo.
Durante la ocupación y en los primeros años de la República nacida en 1901, junto con el dólar estadounidense, con el cual se saldaron las obligaciones oficiales, coexistieron en la Isla monedas de España y Francia que, debido a su valor intrínseco, eran aceptadas en el comercio y utilizadas para el pago de salarios
La ocupación militar de la Isla (1898-1902) y (1906-1909), y el establecimiento de los primeros gobiernos nacionales afines a los Estados Unidos, propiciaron la irrupción masiva de capital norteamericano. Al uso de la moneda estadounidense se sumaron las compras de tierras y las inversiones provenientes de ese país, especialmente en las industrias azucarera, tabacalera y en la minería.
La primera acción exitosa del movimiento obrero cubano fue la Huelga de la Moneda (1907), mediante la cual los tabaqueros de La Habana, especialmente los que trabajaban en fábricas propiedad de estadounidenses, reclamaron el pago en dólares. El pronunciamiento fue apoyado por el gobernador ocupante, interesado en la generalización del uso de esa moneda para consolidar la presencia económica de Estados Unidos.
Aunque con predominio de la divisa estadounidense, a tenor de la cual se fijaban los precios de las exportaciones cubanas, principalmente azúcar, café y tabaco, el valor de las tierras y el monto de los salarios, la ambigüedad monetaria estuvo presente hasta que en 1919 se introdujo el “peso cubano”, que convivió con el dólar. En 1961, un canje de moneda en Cuba lo sacó de circulación.
En 1914, al crearse en Estados Unidos el sistema de la Reserva Federal, debido al Tratado de Reciprocidad Comercial de 1902, Cuba avanzó hacia la formación de un sistema monetario machihembrado con el de Estados Unidos. Ese mismo año, el gobierno de Mario García Menocal promulgó la Ley de Defensa Económica, en virtud de la cual se creó la moneda nacional cubana, que igualó el peso cubano al de Estados Unidos. Fueron retiradas de la circulación todas las monedas extranjeras, excepto el dólar.
Aunque evidencia cierta supeditación económica y monetaria a Estados Unidos, lo cierto es que, amparada en una notable capacidad exportadora, Cuba avanzó en la edificación de un sistema monetario seguro y acreditado, que facilitó la estabilidad económica. En 1939, para sostener la paridad del peso, fue creado el Fondo de Estabilización de la Moneda y en 1948 se fundó el Banco Nacional de Cuba, que hasta 1959 sostuvo en 1×1 el tipo de cambio de la moneda cubana en relación con el dólar.
Con el canje de moneda, en 1961 y la nacionalización de la banca, el dólar desapareció. Regresó a la economía cubana cuando se despenalizó su tenencia y se autorizó el envío de remesas a Cuba, en 1993. En 2004 con la creación del CUC, el dólar dejó de circular en la Isla. En el presente, de forma limitada, se permite su utilización en el comercio, previa bancarización.
Las tiendas recaudadoras de divisas en Cuba y sus aspiraciones
En honor a la verdad, la circulación del dólar nunca ha supuesto para Cuba un problema cultural. Tampoco lo es de soberanía. La soberanía cubana, antes de 1959, no era afectada por la circulación del dólar a la par del peso cubano, sino por el entreguismo de los gobiernos de turno, cosa que adquirió matices de un nacionalismo moderado durante los llamados gobiernos auténticos (1944-1952)
El principal obstáculo para que el dólar se integre a la economía cubana radica en el bloqueo de Estados Unidos, que prohíbe al Estado cubano operar con esa moneda, con lo cual dificulta también la gestión de los emprendedores y del sector privado nacional. Obviamente, para que el papel del dólar se incremente, se necesitan dólares que solo pueden llegar de tres maneras: como inversión extranjera directa, mediante el turismo y vía remesas.
Al despenalizar el dólar, las autoridades cubanas repararon un error que puede haber costado millones y no pocas angustias. Al excluirlo de la circulación y de los circuitos comerciales, adoptaron una medida monetaria aceptable. El error no parece haber estado en la creación del CUC, sino en la fijación de una paridad artificial, cosa que al parecer será subsanada en la “nueva normalidad monetaria”.
A pesar de las tensiones que generará la presunta dolarización, esa no es la más grave de las dificultades de la economía cubana y, más que parte del problema, lo es de la solución. El entuerto radica en encontrar los modos coherentes y prácticos para que esa moneda, utilizada por inversionistas, emigrados, turistas, visitantes y viajeros para aportar remesas y pagar los servicios y mercancías que adquieren, vuelva a circular sin traumas ni prejuicios.
Como “un ensayo general” debe tomarse el magnífico ambiente económico creado en los últimos meses de la administración de Obama, cuando, en virtud de políticas correctas impulsadas por el entonces presidente Raúl Castro, la apertura económica interna coincidió con el incremento de viajes, remesas, intercambios académicos y cruceros. Esto facilitó que el dinero, sin alcanzar cifras exorbitantes, corriera en La Habana y otros puntos del país.
No sé cuándo, pero esa coyuntura volverá. La cuestión es estar preparados para no dejarla pasar. En cualquier caso, el dólar no es el enemigo; ni siquiera un arma del enemigo. El dólar es una herramienta para la supervivencia y el desarrollo, cuya presencia de ninguna manera compromete la soberanía cubana ni es parte de ninguna “guerra cultural”.
Por culpa de la estúpida Enmienda Platt y del no menos estúpido bloqueo, las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba se han internado en un ramal ciego, del cual solo puede salirse dando marcha atrás. De eso se percataron los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, que, sin traumas ni complejos, en reversa, avanzaron un largo trecho. Los hechos están a la vista.
No puedo omitir dos anécdotas.
La primera: debido a que en esa moneda se pagaba a los trabajadores cubanos de la base naval de Guantánamo, las localidades aledañas fueron las más dolarizados de Cuba. Una nonagenaria natural de la comarca me dijo: “Vi el primer peso cubano en los años sesenta. Mi abuelo, mi padre y mis tíos cobraban en dólares. Para la merienda recibía un ‘níquel’, como llamaban en Cuba a las monedas de cinco centavos de Estados Unidos. Tener dólares no nos hizo menos patriotas”.
La segunda: en un esfuerzo por afirmar su soberanía, en 1869, el gobierno de la República en Armas aprobó una ley que le permitía la emisión de papel moneda. Uno de esos billetes fue conservado por la Sra. Petra Jiménez, quien lo obtuvo de su padre, Francisco Jiménez Pérez, un militar español que en 1895 lo recibió de un periodista cubano preso. Este, ante la inminencia de su fusilamiento, lo entregó al militar español que lo guardó hasta que en México sus descendientes lo entregaron a la señora Petra. Ella lo entregó a Cuba, en la persona de Fidel Castro, y se conserva en el museo numismático.
Extraordinario y enjundioso trabajo. Felicidades a su autor.
Son muy inteligentes y brillantes lis artículos del periodista bien informado de Jorge Gómez barata, por eso que siempre lo busco para ilustrarme de los mismos. Felicidades batata por lis artículos RC