En medio del mar poco profundo que bordea el sur de Cuba, la langosta es tan solo un plato más en el menú de las embarcaciones. A veces tan reiterativo que con frecuencia algunos prefieren cambiarlo por pollo o por pescado. Todo lo que se repite demasiado cansa, y este marisco no es la excepción.
Claro que a solo unas millas, en tierra firme, el panorama cambia. Los decomisos y las contravenciones insisten en preservar hasta la última libra para el turismo o la exportación, con el argumento de generar divisas para la economía del país.
Pero aquí, los cientos de pescadores encargados de la captura de estos suculentos crustáceos, nada tienen que ver con tales decisiones.
Su trabajo es sacarlos del fondo del mar y garantizar que lleguen sanos y salvos a puerto. De eso han vivido siempre, y a estas alturas no sabrían hacer nada más. Cuentan que en otra época los métodos eran muy primitivos, pero con los años se han ido modernizando.
Rogelio Millar, patrón del Ferro 304, explica que en tiempos de su abuelo, nadie habría pensado que una sola embarcación podría lograr 100 toneladas en un año.
Entonces, en una chalana, los hombres tenían que usar un cubo con un cristal en el fondo, para ubicar las langostas debajo del agua, y luego zambullirse a sacarlas. En el 2014, sin embargo, Rogelio y su tripulación, sobrepasaron las 150 toneladas.
Es el resultado de la introducción de barcos mejores y nuevas técnicas, entre las que se incluyen varios tipos de jaulas. Además, por la creación de centros de acopio, una suerte de pequeños acuarios ubicados en los bajos de la plataforma insular, donde los barcos descargan la captura del día, para poder continuar pescando sin tener que perder tiempo viajando a puerto.
Aun así, sigue siendo un oficio duro y solitario, que le exige a estos hombres pasar la mayor parte de su vida navegando. La paga es buena, pues cada uno puede llegar a sobrepasar en un mes los 6000 pesos y los 1000 CUC, 52 veces el salario promedio de Cuba y nadie duda de que se trata de un dinero bien ganado.
Incluso suele afirmarse que es solamente la familia la que disfruta realmente del esfuerzo de los pescadores. No obstante, la vida en el mar tiene otras recompensas. El aire puro, el paisaje, y una langosta en el plato cada vez que apetezca…
Dicen que no hay un chef en Japón o en Europa, que domine más recetas que un cocinero de barco langostero, ni que pueda hacerle la competencia a la hora de prepararlas.
Durante mucho tiempo, solo las tempestades, y quizás el tormento de tener que tirarse al agua en los meses de invierno, alteraban su rutina. Hoy, sin embargo, les toca lidiar además con el furtivismo, un mal que se empeña en flotar en todo el sur del occidente cubano, precisamente la zona más productiva del país.
Rolando Muñoz, patrón del Argus II, afirma que se trata de embarcaciones ilegales que zarpan desde diversos poblados costeros como Dayanigua, Boca de San Diego, Majana, para saquear sus jaulas.
El problema va más allá de que les roben la langosta. “También nos rompen las artes de pesca, para llevarse las sogas y las mallas. Cada vez que esto pasa, no solo perdemos la captura, sino que tenemos que pasarnos días enteros reparando jaulas”.
Según datos de la Oficina Nacional de Inspección Pesquera, como resultado de las acciones emprendidas por las autoridades para contener esta situación, tanto en mar como en tierra, en el 2014 fueron ocupadas unas 14 toneladas de langosta, y hasta el mes de agosto de este año, ya habían sumado otras siete.
A pesar de ello, muchos pescadores coinciden en que el furtivismo sigue causando estragos.
Eladio Lazo, jefe del centro de acopio de la zona 9, un hombre acostumbrado a escuchar los lamentos de las embarcaciones que llegan hasta allí todos los días, asegura que en mayor o menor magnitud, el fenómeno está presente en toda la plataforma.
Se trata, según Eladio, de un asunto complejo, con múltiples causas como la falta de opciones de empleo en muchos pueblos de la costa y el alto precio de la langosta en el mercado negro. Además, por una filosofía que ha prevalecido siempre entre quienes navegan sobre estas aguas del Caribe: “el mar es de los piratas”.
En vez de hablar de la ilegalidad y del mercado negro de langosta porque mejor no hablan de en que lugar se puede comprar legalmente, que no sea rejo de langosta en las pescaderias en MN que no es mas que lo que les sobra a ellos despues de exportar o mandar a los restaurantes, del eletismo que significa consumir este marisco viviendo en una isla
¡Que viva el furtivismo y la piratería langostera en Cuba! Gracias a ellos pude comprar al menos un par de veces unas colitas que me quedaron espectaculares. Jamás se me ocurriría comprárselas al Estado ladrón ese, que ha deformado la economía y que quiere las langostas para vendérselas a los turistas, aunque segurito Antonio Castro también se lleva unas cuantas en la nevera de su súper yate mientras viaja por el mundo, para no perder las costumbres caras que le enseñó papá.
Buen trabajo del periodista y muy amplio, además. Hacía falta el acercamiento a estos temas, también parte de la realidad cubana.