Desde hace varios días, se escribe con gran intensidad en diversos medios, acerca de la salida de cubanos hacia otros países, el énfasis fundamental de estos trabajos ha sido la prioridad de los cubanos en llegar a la frontera sur de Estados Unidos, para acogerse a la legislación que los favorece.
Esa tendencia de los cubanos a emigrar no es nada nuevo, antes y sobre todo después del triunfo de la Revolución se ha producido la emigración desde la Isla hacia otros destinos, especialmente Estados Unidos, reportando un saldo migratorio1 negativo en todos los años, con la excepción de 1959, año en el que entraron más personas de las que salieron, con un saldo migratorio positivo de más de 12 000 personas.
No es el objetivo de este trabajo analizar por qué se van los cubanos, y qué ha causado las olas migratorias en diferentes períodos, sino abordar los efectos de esta nueva crisis, centrándonos en la economía, en lo que tiene un elevado impacto teniendo en cuenta la composición de los que emigran y los efectos a mediano y largo plazo.
Cuba es hoy muy diferente desde el punto de vista de sus indicadores demográficos a años anteriores, en el pasado emigraban muchas personas con experiencia laboral, pero los mismos se sustituían por otras, dadas las elevadas tasas de nacimiento, había reemplazo laboral asegurado.
Hoy la realidad es otra, la población decrece en su totalidad, con tasas de crecimiento anual negativas desde el 2017. Con una estructura de edades que se va envejeciendo lo cual significa que cada día hay más jubilados, pero a la vez es difícil reponer esa fuerza laboral, porque la población de 0 a 14 disminuye cada año.
La realidad es que son los más jóvenes quienes más emigran, a cualquier destino, muchos de ellos con educación media superior y superior, pues este nivel les puede permitir ajustarse a los perfiles de programas de inmigración de fuerza laboral calificada. Entre sus aspiraciones está revalidar el título que obtuvieron en Cuba, en un estudio realizado hace algunos años, se planteaba que alrededor del 86 % de los emigrados procedentes del sistema de instituciones de educación superior, lo hacía antes de los 40 años.
Pero el gran flujo se incrementa con una emigración irregular, que ingresa a territorio estadounidense bajo el amparo de una política inmigratoria preferencial, que desafía los debates sobre la Reforma Migratoria actual y de la aprobación de leyes antiinmigrante en diferentes Estados. El marco legal inmigratorio que la implementa incluye normativas que garantizan la admisión y la obtención de la residencia legal permanente, independientemente de la vía de ingreso y el país de procedencia del cubano que está arribando después de un año y un día en ese territorio. Entre ellas, se encuentran la “Ley para Ajustar el Status de los Refugiados Cubanos al de Residentes Permanentes Legales en los Estados Unidos, y para otros fines”, Ley Pública 89-732 de 1966, conocida como Ley de Ajuste Cubano, y otro conjunto de regulaciones jurídicas y administrativas.
En el anterior gráfico se muestra el saldo migratorio cubano desde 1959 a la fecha. La ligera recuperación que se muestra en los años 2013 y 2014, no es muy real, ya que fue cuando entró en vigor la Reforma Migratoria del 2013, en el Decreto Ley sobre el cual se ampara se considera “que un ciudadano cubano ha emigrado, cuando viaja el exterior por asuntos particulares y permanece de forma ininterrumpida por un término superior a los 24 meses sin la autorización correspondiente”. Por lo tanto, muchos emigrados, que han entrado a Cuba antes de los dos años, pero que poseen residencia permanente en otros países, no son considerados como tal. Otros dos factores han incidido en estas estadísticas: de marzo a diciembre del 2020 y entre enero y octubre del 2021 las fronteras cubanas estuvieron prácticamente cerradas debido a la COVID-19, y la Embajada de EEUU en La Habana detuvo el Programa de Reunificación Familiar desde el 2017, y ha estado prácticamente cerrada sin otorgar visas desde 2020.
Lo interesante es que esta nueva ola, que surge después de la conclusión del documento ejecutivo conocido como pies secos-pies mojados, con la retórica antinmigrante de la pasada administración de Trump, se puede convertir en la salida más grande que se ha producido desde Cuba en los últimos 62 años, donde incluso puede superar al éxodo del Mariel. Esa tendencia se demuestra en que solo entre enero y marzo del 2022 habían entrado por la frontera sur de Estados Unidos 58 489 cubanos y numerosas estimaciones plantean que se puede sobrepasar en el año 2022 los 155 000 emigrantes.
Es lógico preocuparse, ¿Cuáles serán los costos para Cuba de este éxodo de fuerza de trabajo? ¿Quién estará en los campos de caña al pedido del gobierno de salvar la industria azucarera? No estamos en los años 70 y 80, cuando la movilización y la exhortación a la población permitía ir a esos campos, la Cuba de hoy es otra, aunque se insista en los medios cubanos con la palabra continuidad. Para un trabajador hoy los incentivos materiales son más importantes que los morales, los estímulos deben ser financieros, pero cuidado, el déficit del presupuesto se hace cada vez mayor, es decir, si se introducen más pagos salariales, la inflación viene acompañada.
Esta nueva ola migratoria está captando buena parte de las divisas que circulan en el país, que no pueden ser absorbidas por las instituciones cubanas, al no tener mecanismos para ello. En concreto nos referimos al dólar estadounidense dado que es una moneda que no se puede utilizar en la red de tiendas nacionales, pero es la que se está utilizando para pagar el alto costo de la travesía hacia la frontera Sur de Estados Unidos, que como promedio sobrepasa los 10 000 dólares por viajante. Un cálculo muy simple, solo estimando que lleguen a los Estados Unidos unas 100 000 personas a lo largo del 2022 a un gasto de entre 8 000 o 10 000 por persona, estamos hablando de un valor de entre 800 o 1 000 millones de dólares que salen del país o no llegan al país. Tener presente que solo los boletos para viajar al único destino que no exige visa a los cubanos —que es Nicaragua—, tiene un costo actual de 4 500 dólares.
En conclusión, hay afectaciones importantes en la fuerza laboral del país, no solo ahora, sino a mediano y largo plazo. Una gran parte de quienes emigran son mujeres en edad fértil, por lo tanto, su salida contribuye a mantener la tendencia de la baja natalidad del país, aunque hay otros factores, este es digno de tenerse en cuenta.
El país se está descapitalizando de una masa de profesionales de todas las ciencias, en su edad de generación de conocimientos, o sea, están ávidos de proponer ideas o nuevas percepciones sobre la realidad nacional, pero el modelo no los reconoce como debería.
Por lo tanto, además de reconocer el problema sería útil saber qué se plantea hacer el estado cubano para revertir la tendencia de que las personas tengan como una de sus primeras opciones partir a otra sociedad. No creo que con slogans y diplomas se logre ese propósito, se necesitan medidas contundentes y sólidas, que no son las 163 medidas para potenciar la agricultura, ni las 15 para la industria. Debe haber otras salidas a la triste realidad de la economía cubana.
El bloqueo, que es una constante en esta ecuación, afecta a toda la sociedad cubana, pero creo que hay que mirar para adentro y ver qué más puede hacer el gobierno cubano para paliar la profunda crisis económica existente.
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Nota:
1 Saldo migratorio: Es la diferencia entre las entradas por migración y las salidas por el mismo motivo; en consecuencia, el signo positivo o negativo del mismo indica que las entradas superan las salidas o viceversa.