El campo habla

Foto: Leandro Armando Pérez Pérez

Foto: Leandro Armando Pérez Pérez

Dos semanas atrás una resolución gubernamental dispuso topar precios en los mercados agropecuarios bajo gestión del Estado, para proteger los bolsillos y, adicionalmente, contribuir a contener la inflación que deja rengos los salarios de la mayoría de los trabajadores.

Con el paso de los días los funcionarios de la Agricultura y los gobiernos locales provinciales han logrado mantener una oferta estable (aunque no muy variada) en buena parte de las tarimas. Es algo notable sobre todo en la capital.

Los llamados a la constante supervisión y “exigencia” sobre los diferentes eslabones de la cadena de suministros no faltan en este proceso, cuyo éxito en la opinión pública puede verse comprometido si regresaran los desabastecimientos.

El problema, han hecho notar varias voces de prestigio, es garantizar la efectividad de esta política en el mediano y largo plazos.

“No es la primera vez que se topan precios en el mercado agropecuario. En su momento tuvieron y —tienen en los primeros instantes— un efecto medianamente positivo pero después se pierde totalmente ese efecto”, ha señalado el periodista especializado en asuntos de economía Ariel Terrero.

Por su parte el economista Pável Vidal considera que este tipo de intervenciones en el mercado pudieran ser un repliegue dentro de las propias reformas que el Estado cubano ha tratado de implementar.

“En el imaginario popular existe la impresión de que los intermediarios privados en la agricultura, controlan los precios y forman oligopolios. Este es una tesis alimentada por la prensa estatal y que también salió a relucir en el VII Congreso del PCC. Dadas las características del mercado en cuestión y el número de agentes participantes en el proceso de comercialización, parece extremadamente difícil que ello pueda ocurrir. No es el tipo de mercado que se presta para este tipo de prácticas. Pero en caso de que existan dudas, la manera que se tiene para acabar con cualquier vestigio de control sobre un mercado es la eliminación de las barreras a la entrada de nuevos participantes.”

Un aumento significativo de la producción de alimentos en el país sería la mejor garantía para sostener en el tiempo el esquema de precios accesibles acompañado por una mejora de la productividad del campo cubano. Y de paso, una disminución de las importaciones de alimentos que rondan los 2 000 millones de dólares anualmente.

A pesar de las medidas enfocadas en el sector agrícola, incluidas en la reforma económica posterior a 2011, el sueño no se consigue: el volumen de las cosechas no despega y los precios no bajan.

¿Cuáles son las causas de esta situación? En el campo cubano, en la voz de los agricultores, están muchas de las respuestas.

Insumos más caros, costos más altos

A Yurielsy Taboada le dieron en Sagua La Grande varios cordeles de tierra, tradicionalmente cañera, para sembrar arroz. De la experiencia como asociado a la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Feliberto González, extrae sus argumentos:

“El precio de los insumos del año pasado para acá ha subido. El saco de abono, de urea, está a ochentipico o cien pesos. Hay líquidos ahí como el Nominé que sale a mil pesos el litro. Todo está más caro que antes.

“A mí me vendieron insumos, y entonces fui un día a recoger cuánto debía, porque yo saco crédito. Me dice la económica: “Mira, aquí tienes el aumento de los precios”. Aumento de petróleo, de tal líquido… Todo eso sumaba miles de pesos. 22 mil y pico de pesos tuve que pagar en insumos. Ahí en la CCS están los descuentos archivados”.

Rigoberto Rodríguez García vive en Majagua, Ciego de Ávila y pertenece a la CCS fortalecida Alfredo Gutiérrez.

“Mil posturas de tomate antes costaban 3 pesos y pico y ahora cuestan entre 70 y 100 pesos por el Estado. Antes una cosecha de tomate salía en mil o mil y pico de pesos; ahora necesitas por lo menos de 15 a 20 mil pesos para una cosecha mediana, de 40 a 50 cordeles de tierra. Para que tengas una idea, un saco de abono valía 3.15 pesos, la tierra arada 2 pesos el cordel y pasar la picadora y la chapea apenas un peso el cordel. Hoy arar ese mismo cordel cuesta diez pesos, pasar la picadora 6 pesos el cordel, y la chapea a 5 pesos.”

“El valor de la producción subió unos pesos, pero el valor de los insumos aumentó más”, responde a OnCuba desde Pinar del Río Domingo Fernández Pérez, uno de los miembros de la CCS Lázaro Acosta Paulín, ubicada en el kilómetro 3 y medio de la Carretera a Luis Lazo.

“Los rastrillos de preparar tierras cuestan más de mil pesos, las mangueras cuestan mucho, un machete no cuesta 5 pesos, vale mucho más, un tornillo de arado que valía centavos ahora cuesta 5 pesos (…) Detrás de los burós la gente piensa, “se nos vuelven millonarios los guajiros, ¡mira cuanto ganó!”, pero no piensan que de 180 mil pesos, por ejemplo, que facturó alguien en su cosecha el banco se quedó con 120 mil, y que ese campesino debe pagar jornal a los trabajadores, porque un viejito contrata jornaleros, y hoy los campesinos se nos están quejando de que los jornaleros cobran mucho”.

“El precio del petróleo es de 3 pesos el litro, antes lo pagabas a 50 centavos; o sea, ahora es seis veces más, aunque no es caro”, considera desde Zulueta, en Villa Clara, Pablo Miguel Benítez Bravo, productor de cultivos varios y también tabacalero.

“Las mochilas también aumentaron bastante el precio. Puedes pagarlos porque también aumentó el precio de compra de algunos productos por el Estado. Por ejemplo, un quintal de tabaco valía cerca de 600 pesos, y el precio máximo hoy es 2450 pesos”.

Foto: Yariel Valdés
Foto: Yariel Valdés

¿Y qué pasa con los contratos?

“El contrato es una cosa, y luego en la práctica se hace otra. No se respeta por los funcionarios que están comprometidos a hacerlo cumplir. Se ríen de las leyes”, lamenta en su terruño de Sagua el arrocero Yurielsy.

“Yo cumplo con el contrato. La CCS, en cambio, no cumple conmigo”, insiste.

“Pude cumplir el último contrato de siembra, pero ellos permitieron que las máquinas se fueran del campo y no terminara mi cosecha. Tuve pérdidas que nadie me pagó, pero yo sí tuve que pagar lo que debía al banco”.

“Siempre he apoyado que los contratos con Acopio haya que cumplirlos para luego poder vender el excedente, pero con el campesino también deben cumplir”, opina desde la experiencia el campesino de Majagua, Rigoberto Rodríguez.

“Yo antes era de los productores grandes, ahora soy de los chiquitos, porque en la cosecha 2008-2009 perdí más de mil quintales de tomate porque no me los recogieron. En un campo en que no recogieron ni un solo tomate, se echó a perder todo. Desde entonces no pongo los pies en el suelo”.

“En cada viaje desde el campo hasta la industria todavía pierdo mil y pico de pesos por las demoras en la recogida y luego los descuentos que hace la fábrica a causa del bajo rendimiento del tomate. Este año he tirado poco y en lo que va de cosecha ya perdí cuatro o cinco mil pesos a causa de la demora. El año pasado debo haber perdido entre 400 a 500 quintales de tomate y alrededor de 80 de mango, porque no me los cargaron en tiempo”.

“Yo hace un mes y pico que comencé a tirar tomate y todavía no me lo han pagado, así es con todo. Lo mismo con los animales. Hace seis meses que vendí un lote de puercos con el fin de comprar comida para el resto de la cría y todavía no me han pagado”.

En el extremo occidental de la Isla , la perspectiva de Domingo es otra.

“Si hay demora con el pago de la cosecha, es por culpa de la cooperativa, porque la fecha de pago se incluye en el contrato. Es posible que demore algo, pero es mal mecanismo. Hay sus trabas que hay que tratar de resolver, por el mismo Estado. Que un campesino se meta tres meses sin cobrar es un mal manejo de la cooperativa. A nosotros las producciones nos las recoge Acopio en tiempo y forma. Lo que hay que fiscalizar es que los recursos lleguen en tiempo, para evitar el desvío, y que se produzca bien.”

Foto: Leandro Armando Pérez Pérez
Foto: Leandro Armando Pérez Pérez

¿Cuánto más se puede hacer para estimular al productor?

Mejores precios de compra, acceso a créditos y paquetes tecnológicos, cobertura del seguro agropecuario para una parte de las posibles afectaciones climáticas y cierta libertad para disponer de los excedentes de su producción, son algunas de las medidas tomadas para estimular a los campesinos, el primer eslabón de una cadena que termina en la mesa de los cubanos.

Pero el sistema de comercialización de productos agrícolas está lejos de ser eficiente. Es muy fácil notarlo, tan solo hay que mirar las diferencias entre las tarimas de los mercados estatales y los de la llamada “oferta y demanda”.

Por las opiniones que emiten los involucrados, queda una reserva muy amplia de medidas más profundas que podrían incrementar los rendimientos y la producción. Son ideas sugeridas desde hace mucho tiempo, pero todavía no aplicadas.

“El Estado no le vende equipamiento a las CCS. Por ejemplo, los tractores que nosotros tenemos son particulares, están respaldados por la base productiva pero son particulares y hay que pagarlos cuando los utilizas. Si uno pudiera comprar ese equipamiento, ayudaría a producir más”, opina Rigoberto Rodríguez.

“La compra limitada de insumos perjudica, igual que la selección que se aplica para decidir quiénes son los que pueden adquirir un paquete tecnológico”, argumenta el zulueteño Pablo Miguel Benítez.

“Si tuviera acceso libre a todo lo que necesito para producir, compraría todo lo necesario para las cosechas, y aumentaría el área de siembra, la producción, los rendimientos. Eso daría tremendo respaldo productivo, porque no es derrochar, es comprar libremente todo lo que te hace falta, sin tener que esperar el paquete tecnológico, la contratación, ni nada. Así se acaba la bolsa negra, compras lo que te hace falta y listo”.

“Sería bueno que si pudiéramos tener nuestro propio transporte la cooperativa llevara las producciones directamente en los centros, por área geográfica, o que haya un centro pagador que pague al momento”, expone el pinareño Domingo Fernández. “El problema de tener que ir por nuestra cuenta a los mercados es que si llegas a uno mercado sin avisar, te dicen, “¡qué va, estoy lleno!”, y tienes que seguir gastando petróleo, hasta encontrar un comprador”.

“Yo lo mío lo resumo rápido: a mí me dieron las tierras pa’ trabajar, así que los de Control de la Tierra no deberían poner tantos obstáculos burocráticos para certificar en qué puedo usar la tierra y en qué no”, explica el sagüero Yurielsy.

“Yo no estoy pidiendo condiciones, sino que no se me moleste. Me dieron una tierra por 10 años y cada seis meses tengo que ponerla en explotación. Entonces, facilítame las condiciones. No me pongas tantos obstáculos para producir, que es lo que más está afectando a los productores del país”.

Foto: Leandro Armando Pérez Pérez
Foto: Leandro Armando Pérez Pérez
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