La doble moneda y lo real maravilloso

Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida.

Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida.

Cuando se visita otro país, hay un asunto que más temprano que tarde hay que atender: el cambio de dinero. Siempre uno tarda en acostumbrarse al valor relativo de la moneda del país al que llega, pues tiende a pensar en términos de la moneda propia, y acaba canjeando y re canjeando en la mente cientos de veces al día, con las consabidas dudas e incomodidades que acosan a quien no se quiere equivocar. Tengo la certeza de que acabo de describir un problema global. Si usted viaja desde México a Burundi: le pasa; desde China a Islas Caimán: le pasa. Desde cualquier parte, a Cuba: le pasa, pero con asterisco.

Escribo estas líneas pensando en aquella persona que visita Cuba, sea por primera vez, o de regreso después de algunos años. Seguramente usted viene con dólares o con euros –que son las divisas que se pueden canjear en casi todas partes– y el primer problema al que se enfrenta es a nuestra dualidad monetaria. Sí, tenemos CUP y CUC, que son como dos hermanos con mucha diferencia de edad y escaso respeto mutuo. Por lo tanto, el problema global del primer párrafo se adereza aquí con una encrucijada: ¿cambiar a CUP o a CUC? Y esa, mi estimado colega, es una pregunta que no tiene una respuesta exacta.

Sepa usted que un CUC puede equivaler a 23, 24 o 25 CUPs, en dependencia de la hora, el lugar, la cantidad cambiada, el cariño que le tenga su pareja de canje, la humedad relativa del ambiente, o la cifra de cachorros del parto de la gata de un vecino. En esencia, es un problema multifactorial. Ah, un detallito adicional, que viene siendo la guinda del pastel: el CUC fraccionado equivale a 20 CUPs. Para ser más claro, una moneda de 25 centavos de CUC, equivale a 5 CUPs.

No me hago ilusiones de que usted entienda esto a la primera lectura. Se necesita leer, releer y memorizar. Y como el ejercicio práctico no tiene sustituto a la hora de adquirir experiencia, es preciso perder dinero cambiando, para tomar conciencia y comprometerse con un estudio concienzudo. No lo atiborro de detalles, ya se dará cuenta usted mismo de un sinfín de cosillas mínimas, como que el billete de 5 CUP y el de 500, son casi del mismo color…

No se alarme. Yo, que tengo 37 años de buena calle, todavía me sorprendo con frecuentes pinceladas que califican dentro de lo real maravilloso. Hay camionetas de hace 60 años que están valoradas en 35 mil dólares y que en cualquier otro país (o en este mismo si funcionara la venta de autos como es debido) no valen nada.

Hay especialistas que te hacen una dentadura postiza por 30 dólares, que allende los mares costaría más de mil. Hay cebollas tan caras que para no hacer el ridículo con uno mismo, es casi elegante comérselas de plato fuerte, relegándole al cerdo el modesto papel de ensalada de estación.

Por lo general, sale más caro el refresco gaseado que el jugo natural de frutas. Puede usted ir a la tienda diez veces a comprar detergente y encontrarse siempre una única marca, diferente cada vez. O puede recorrer sin éxito La Habana de cabo a rabo procurando pechuga de pollo y que a la hora alguien toque a su puerta con una propuesta de carne de caguama, venado o cocodrilo.

Tengo un amigo cuya casa fue valorada en 4500 CUPs por un arquitecto en representación del Estado y al mes siguiente, en el marco de la revolución energética, le vendieron (también el Estado) un refrigerador marca Haier en 5500 CUPs. Por cierto, después de recogerle un añejo General Electric, que funcionaba.

El 14 de febrero paraliza la ciudad. Los sitios para comer se atestan y el transporte se hace imposible. Un Día de las madres congestiona la red de teléfonos celulares y los mensajes de felicitación llegan al día siguiente. No se extrañe de que en cualquier momento empiecen a demorar también las llamadas, y en fecha tan especial su progenitora le conteste el celular desde el futuro. Así que, si durante su visita se llega a sentir como Alicia después de caer por la madriguera del conejo, relájese y disfrute, que a los de aquí la sensación tampoco nos resulta tan extraña.

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