Mientras las cámaras y la atención seguían las actividades de la Segunda Dama estadounidense Jill Biden en La Habana y Camagüey, Michael Froman se movía entre la Cancillería y el Ministerio cubano de Comercio Exterior e Inversión Extranjera. Su presencia casi pasó desapercibida, sin bombos ni platillos, y muy poca prensa.
Froman, Representante Comercial de EE.UU., uno de los principales funcionarios económicos de la Administración Obama, se reunió por separado con dos ministros cubanos, el canciller Bruno Rodríguez y el titular de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca: “Reuniones bilaterales” indicaba su agenda pública. “El Embajador Froman encabezó una misión de investigación económica en Cuba, como parte del diálogo en curso entre los dos países. Se reunió con altos funcionarios cubanos, accionistas del sector privadores, defensores de la conservación y granjeros”, explicó a OnCuba en un email Matthew McAlvanah, portavoz de su oficina.
Michael Froman pasará a la historia por haber negociado la Asociación Transpacífica (TPP, Trans-Pacific Partnership), el mayor acuerdo de libre comercio jamás pensado, que involucra a los doces países que mueven el 40 por ciento del intercambio de mercancías y servicios en el mundo; una de las prioridades de la política económica del actual Presidente y uno de los temas de la campaña electoral 2016, una política que comparte no pocos puntos en común con la diplomacia comercial hacia Cuba.
“El TPP nos permite establecer las reglas en el camino hacia esta región”, dijo en junio pasado.
Llamado por The Wall Street Journal como el jefe negociador comercial de la Administración Obama, las actividades de Froman no tendrían nada de relevante si ambos países tuvieran relaciones económicas normales o al menos comercio. Pero no es así. El intercambio está limitado en el presente a la importación por parte de Cuba de productos agrícolas y, teóricamente, debido a las recientes excepciones hechas bajo el mandato de Obama que “no funcionan y parece que lamentablemente no podrán funcionar”, según explicó el ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez.
En 2015, Cuba importó desde Estados Unidos bienes por un valor de 180 millones de dólares, un 40 por ciento menos que en el año anterior, según datos disponibles en el sitio web de la propia oficina de Froman. Del total, 150 millones eran para la compra de alimentos, principalmente pollo.
Cuba dedicó la versión 2016 de su informe anual a Naciones Unidas sobre el bloqueo a exponer “el alcance limitado de las medidas adoptadas por el Ejecutivo estadounidense y el espectro de acciones que aún este pudiera desarrollar para la eliminación del bloqueo”, un documento de 45 páginas donde se detalla qué y cómo falla la una vez llamada diplomacia comercial con el país caribeño.
El propio presidente cubano Raúl Castro recién resumió en un discurso que “ha habido algunos avances, sobre todo en el ámbito diplomático y de la cooperación en temas de interés mutuo, pero no ha sido igual en la esfera económico-comercial, debido al alcance limitado, aunque positivo, de las medidas adoptadas”, una frustración que se repite en los comunicados y declaraciones de otros funcionarios y ministros de su país.
El nombre de Froman se suma a la lista de emisarios gubernamentales que viajan de Washington a La Habana, y viceversa, para tratar temas económicos-financieros. En septiembre pasado, la viceministra de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Ileana Núñez Mordoch, inauguró en la capital estadounidense la primera reunión de Diálogo Económico Bilateral junto al subsecretario de Estado norteamericano John Creamer.
En julio, el Departamento del Tesoro envió a Cuba a una de las burócratas cancerberos del bloqueo: Andrea Gacki, la subdirectora de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés). La revista conservadora Washington Examiner se preguntó qué hacía en la Isla la principal “policía” de sanciones económicas de los Estados Unidos, participando en una reunión regulatoria enfocada en los obstáculos financieros entre ambos países.
Durante el último trimestre de 2016, se prevén siete visitas de alto nivel y una decena de encuentros técnicos intergubernamentales, como anunció la diplomática cubana Josefina Vidal tras la cuarta sesión de la Comisión Bilateral a finales de septiembre.
Tanto Obama como uno de sus probables sucesores, Hillary Clinton, confían en “poner fin al fallido embargo y reemplazarlo con un método más inteligente que empodera a los negocios cubanos”, como comentó la candidata presidencial demócrata a la revista People, “no podemos bloquear a las empresas estadounidenses que pueden ayudar a que un sistema de libre empresa germine en tierra cubana.”
El gobierno cubano ha tomado nota de esas intenciones: al mismo tiempo en que se expresa inconformidad por los pocos avances económicos, da a entender que no modificará su sistema socioeconómico para encajarlo a las medidas aprobadas desde la Casa Blanca.