En los últimos tiempos el Ministerio de economía parece aficionado a usar los paquetes de “medidas” como instrumento preferencial de dirección. Se multiplican los paquetes en diversos sectores de la economía y ello plantea una serie de interrogantes sobre la conveniencia y oportunidad de tal práctica. Expondré brevemente algunas de ellas.
En primer lugar, es sorprendente como política comunicativa anunciar un paquete de 75 medidas cuando solo se publican 28 de ellas. ¿Qué comunicación es esa que deja 47 medidas en la oscuridad? ¿Cómo juzgar un paquete del que se conoce solo un tercio de su contenido? Quizás se les presentó el cuadro completo a los diputados que nos representan, pero en casi 50 años no he tenido la oportunidad de asistir a una sola rendición de cuentas del diputado que me corresponde en la Asamblea Nacional… por la sencilla razón de que no se ha convocado.
En segundo lugar, las medidas presentadas tan solo como un listado, sin estructura, como un saco de disposiciones, disimulan con ello sus posibles contradicciones, incompatibilidades, sus prioridades o su orden lógico y temporal. Documentos como los Lineamientos o los Programas facilitaban ese análisis, los listados de medidas no. Ello hace dudar de la coherencia del conjunto y más bien sugiere una amalgama de parches y remiendos sobre políticas ya probadamente ineficaces. Es lo que Pavel Vidal mencionaba en un reciente artículo como “la economía hecha a mano”.
En tercer lugar, es sorprendente y preocupante el nivel de abstracción o la falta de concreción de muchas de ellas. Vayan algunas como muestra:
- “Redimensionar el sector presupuestario, optimizando su funcionalidad”.
- “Impulsar las producciones nacionales, industriales y agropecuarias, para sustituir importaciones en el turismo”.
- Identificar todas las posibilidades para incrementar los ingresos en divisas e implementar las acciones que correspondan”…
Expresan objetivos generales, buenos deseos, aspiraciones… pero están lejos de constituir un programa de acción. Una de ellas roza el absurdo en su redundante formulación, así inicia su redacción: “implementar medidas para incrementar…” ¿La medida es implementar medidas?
En cuarto lugar, un gran número de ellas son repeticiones y reformulaciones de medidas ya adoptadas con anterioridad. Véase las tres ya mencionadas. Hay muchas más del mismo calibre:
- “Incorporar permanentemente los resultados de la ciencia y promover la innovación”
- “impulsar y agilizar la creación, conformación y puesta en funcionamiento de los sistemas productivos locales”
- “Ajustar los planes de actividades en función de disminuir la presencialidad, minimizar las reuniones y reducir los gastos”
- “Organizar la utilización del transporte estatal en apoyo al transporte público de pasajeros”
¿Estas se consideran “nuevas” medidas? ¿Cuántas veces habrá que adoptarlas para que se hagan efectivas?
En quinto lugar, es posible que la mayor debilidad de los paquetes de medidas sea la dificultad que implica el control de su cumplimiento. Solo el hecho de ser redactadas a través de infinitivos complica en gran manera su evaluación. Una de ellas expresa, por ejemplo: “Avanzar en la constitución de empresas estatales-privadas”. Su cumplimiento podría medirse por medio del número de empresas mixtas constituidas en un periodo de tiempo determinado. Pero, desgraciadamente, solo constituir una comisión que estudie el problema… también cumple con el verbo “avanzar”. Ninguna de las medidas concreta resultados a alcanzar, ni precisa fechas de cumplimiento, ni responsables de llevarlas a cabo. Es llamativo incluso que una de ellas exprese: “Evaluar la factibilidad de las medidas ya aprobadas, que no han tenido el resultado esperado”. (¡!) ¿Pero no debiera haberse comenzado por ahí?
No he pretendido discutir la conveniencia del contenido de las medidas. Se lo dejo a los economistas, más calificados para ello. Tan solo expreso mis dudas sobre su utilidad como instrumento de dirección. Queda mucho por mejorar en las rendiciones de cuenta del gobierno y la administración. El primer paso es comenzar por formular programas cuyo cumplimiento sea analizable y evaluable a través de indicadores —cuantitativos o cualitativos— de modo que facilite la conducción de los asuntos públicos y su comunicación. Los listados de medidas que solo transmiten deseos y aspiraciones no lo son.
Cabría entonces preguntarse: si las medidas son la respuesta ¿Cuál era la pregunta?
Este nuevo “paquete” de medidas es el reconocimiento del fracaso de la tarea Reordenamiento.
Deprimente realidad el “cantinfleo” de estas “medidas”