“Todo el mundo tiene que vivir”

El mercado negro de pasajes interprovinciales incluye a los propios empleados de las terminales.

El mercado negro de pasajes interprovinciales incluye a los propios empleados de las terminales.

En Florida, Camagüey, la familia de Olivia solía tener un negocio. Su mamá, su abuela, sus hermanos y primos aprovechaban que vivían frente a la Terminal de ferrocarriles, y hacían largas colas para comprar pasajes por cantidad, que luego revendían en la misma Terminal por el doble, el triple, y hasta cuatro veces su precio, en dependencia de la época del año, y lo desesperado que estuviera el pasajero.

Solo se podía comprar tres pasajes por persona, cada uno compraba los tres a los que tenía derecho, y cada pasaje en tren hasta La Habana costaba 17 pesos. Así que, una vez revendidos los pasajes, las ganancias, aunque no daban para hacer a nadie rico, resolvían los
gastos más básicos del día a día, incluso si ninguno de los familiares hubiese tenido un empleo por el Estado.

La familia de Olivia y otras similares no eran ni son la única manera de agenciarse un pasaje para viajes interprovinciales en ómnibus o tren, evadiendo las colas para reservar con antelación en las terminales, o las legendarias listas de espera de las que uno no sabe nunca a qué hora saldrá.

En La Terminal La Coubre de La Habana Vieja los precios de los pasajes «por detrás» se elevan un poco. Hay una larga cadena de personas que comienza en el trabajador que saca el pasaje de la Terminal y termina en el que finalmente lo vende al pasajero. Todo el que integra esta cadena, como es lógico, tiene que “mojarse”.

Así, los choferes, los conductores, los vendedores de pasajes de las agencias de reservaciones y un largo etcétera sacan provecho de la difícil situación del transporte en Cuba. Y le resuelven a quien quiere irse y tiene algunos cuc en el bolsillo.

Los trenes en Cuba llegaron casi a desaparecer y en la actualidad se reactiva lentamente su utilización / Foto: Jorge Carrasco
Los trenes en Cuba llegaron casi a desaparecer y en la actualidad se reactiva lentamente su utilización / Foto: Jorge Carrasco

Si se llega a la Terminal La Coubre y se pretende viajar a Camagüey, por ejemplo, hay que sacar el pasaje con 5 días de antelación o anotarse en la lista de espera. De lo contrario es necesario caer en manos de los revendedores.

Llegando a la Terminal Central, pasando por el parquecito del frente (paradero de taxis a Guanabo) hay un señor de más de 50 años apoyado en un bastón que se dedica exclusiva y únicamente a eso. Este señor sabe cuándo alguien necesita un pasaje como por instinto.

– ¿Estás buscando pasaje? ¿Para dónde vas?

– Camagüey. ¿En cuánto me sale?- pregunto.

– Ven conmigo.

Entonces el señor me lleva a una parte del parque donde hay tres mujeres que tienen boletos para cualquier día: en Yutong, por 6 cuc más el costo del pasaje. En tren, por ciento veinte pesos más el costo del pasaje. Le digo que solo estoy chequeando los precios, para entrar
a la Terminal y seguir averiguando.

En un paseo por La Coubre me abordan más de tres hombres diferentes, proponiendo lo mismo. El hecho de que estos boletos sean robados no hace que los revendedores se escondan para proponértelos. Muy por el contrario, te llaman desesperadamente, en alta voz, incluso delante de los que con paciencia hacen cola en la lista de espera, y de algún que otro policía que merodea la zona.

Uno de estos hombres tiene los pasajes a Camagüey en 5 cuc, más el costo del boleto. Otro de ellos termina por proponérmelo en 4 cuc. “En la guagua –asegura- te puedes ir en el horario que te dé la gana. Sale una a las 9 am, una a las 2 pm, una a las 6 pm y una a las 7 y 45 pm”. Pregunto por los trenes. “No te vayas en eso, acere, eso es una basura”.

Averiguando en la casilla de Información de la Terminal Central, me entero de que ya no existen los trenes especiales, que antes se diferenciaban de los regulares (llamados lecheros) en que, al tener un precio algo más elevado que los diecinueve pesos que cuestan los regulares, no llevaban a nadie de pie, ofrecían unas meriendas baratas y llegaban más rápido a los destinos. “Ahora todos son lecheros, porque todos son iguales. Paran dondequiera”, dice la encargada de información al público.

Solo quienes verdaderamente no pueden pagar la guagua, se van en tren, donde los asientos incómodos, el constante parar, la aglomeración de personas de pie con grandes bultos, la falta de servicios a los pasajeros y los robos constantes, hacen que hasta el viaje más corto sea un infierno.
En la Agencia de Reservaciones de La Coubre, le propongo una “ayudita” a la señora que vende los pasajes, justificándome con que tengo unos familiares enfermos en Camagüey, y necesito conseguir algo rápido. “Te aconsejo que te anotes en la lista de espera. Eso ahora está más que complicado. Hace unos días cambiaron casi todo el personal porque hubo líos, y no conozco a nadie. Todavía no me sé el mecanismo de los que entraron nuevos”, me explica.

El nuevo mecanismo es el mismo de siempre pero con personas diferentes. Al parecer, los revendedores siguen teniendo contactos con trabajadores más poderosos, que escapan a estos trabajos profilácticos. Lo cierto es que los trabajadores de las agencias de pasajes como La Coubre venden hasta los asientos destinados en cada ómnibus para los pasajeros con familiares fallecidos y otras urgencias.

Al salir de la Terminal me vuelvo a encontrar con el señor del bastón, el primero que me propuso un pasaje en 6 cuc.

– Dime, qué, ¿me compras el pasaje?

– Ya conseguí, compadre. Me vendieron uno en 4 cuc. Me estabas apretando.

Entonces el señor se ríe, como diciendo: me cogiste. Y me suelta:

– Imagínate, todo el mundo tiene que vivir.

Cada viaje interprovincial es una verdadera aventura en la que muchas veces no se sabe cuándo se llegará a destino / Foto: Jorge Carrasco

Salir de la versión móvil