Es lejos. Está al otro lado de La Habana, después del túnel de la Bahía. No hay carteles que identifiquen “El Bacura”, pero tampoco hacen falta. Allí todo el mundo conoce a Paulino, el dueño.
Paulino García abrió desde 1996 un restaurante en su finca, relativamente cerca de Bacuranao, de donde tomó y sintetizó el nombre de su negocio. Paulino, además, es un amante de los caballos, de todo lo que tenga que ver con la equitación.
Grandes cuadros y fotografías de caballos ‘purarrazas’, monturas, jáquimas, lazos, cabezas de reses disecadas… todo eso y más adorna el sitio. Pero más que decoración, esos motivos ecuestres revelan otro sentido que ha explorado este pequeño emprendimiento. Desde 2002 en El Bacura existe el primer centro de Equinoterapia del municipio Habana del Este, donde se rehabilitan niños “especiales”.
“Yo era criador de caballos de razas puras y, motivado por todo lo que sabía que se podía lograr con los caballos y las personas enfermas, me acerqué a otro criador de razas puras de Rio Verde, en Boyeros. Él ya llevaba este trabajo con los pacientes del Hospital Psiquiátrico de La Habana y, como era pionero en el tema, me condujo a incorporarme y ver de qué manera podía aportar con mis animales y mis recursos a esta causa”, cuenta.
El centro incorpora en la atención, además de los niños de la escuela especial “Agustino Neto”, a niños con necesidades motoras específicas o parálisis cerebral de otros municipios, y a otro grupo perteneciente al círculo infantil “Año Internacional”, única institución para niños sordos en edad preescolar que existe en La Habana.
Con ellos trabajan la zooterapia, procedimiento muy efectivo por las vivencias que aporta a los niños desde el punto de vista emocional. “El contacto directo con los animales, el amor a la naturaleza, saber cómo se protege y se alimenta a los caballos constituyen actividades básicas para lograr el objetivo final de este trabajo, que no es más que tratar de incorporar estos niños a la sociedad”, explica Paulino.
Marilyn Fernández Bustamante, defectóloga y terapeuta del área ecuestre, explica que esta terapia se basa en tres principios terapéuticos: el movimiento tridimensional, con el cual se logra instaurar el patrón de la marcha y ejercitar los músculos; el calor corporal en la monta, (el caballo puede alcanzar hasta 38 grados Celsius de temperatura) que permite una relajación de toda la musculatura de la persona; y la transmisión de impulsos rítmicos, que consiste en la trasmisión de noventa a ciento diez impulsos rítmicos desde el cinturón pélvico, por toda la columna y hasta el cerebro del paciente.
Alejandro Tamayo Amaguer tiene 18 años y padece síndrome de Down. Desde hace aproximadamente dos años viene al centro y, al decir de Marilyn, los avances en su vocabulario son notables.
“Aquí se les enseña cómo se tiene que tratar a un caballo. Ellos tienen que aprender a ganarse al animal. Cuando los niños logran el reto de dominarlo, llegan a sentirse por encima de todo y entonces aumentan la autoestima”, agrega la defectóloga.
El Centro de Equinoterapia del Bacura trabaja con ejemplares de las razas quarterback, española y árabe. Entre sus trabajadores sobresale el profesor Armando Sánchez Pérez, quien a sus 81 años de edad todavía es capaz de mostrar sus dotes de experto en la doma de animales domésticos.
“Al año siguiente de mi jubilación en el 2001, vengo a trabajar aquí con Paulino. Mi función es enseñarle la doma y trabajar la alta escuela española con los caballos. Los días en que no están los pacientes enseño a los animales a bailar música mexicana, les muestro cómo hacer el paso doble, el paso militar, es decir, preparo todo el espectáculo ecuestre para los niños del centro”, nos cuenta.
Para quien se jubiló del Circo Nacional de Cuba con un espectáculo de catorce palomas en pista al mismo tiempo que un perro, un caballo y dos cotorras, el trabajo de domesticar potrillos no es difícil. Dicen en la zona que no hay otro por encima de él en el país. Si de expertos en el tema hablamos, el “profe Armando” es referencia obligatoria.
“Mi formación es autodidacta. Recuerdo mis inicios en Campo Florido, tendría unos doce o trece años. Mi papá trabajaba en una ganadería y yo lo acompañaba mucho allá. Un buen día me regalaron un caballo; decían que era cerrero. Cuando me lo dieron, mi reacción fue analizarlo y estudiar al animal. Después, lo que atiné a hacer con la bestia fue enseñarla. Así fue que descubrí mi pasión por la doma”.
Paulino Gracía quiere hacer crecer mucho más su proyecto. Por eso ha insertado los servicios del restaurante en paquetes ofertados por diferentes turoperadores. “Lo que hacemos es potenciar visitas al establecimiento y hacerles recorridos por el Centro de Equinoterapia. Esto lo incorporamos hace poco, y hemos logrado buena aceptación por parte de los clientes. Incluso recibimos donaciones de libretas y lápices para los niños”.
“Queremos hacer, en poco tiempo, un parquecito en las afueras del patio, para que los fines de semana puedan disfrutarlo los clientes del restaurante y entre semana los niños del centro de rehabilitación. Este servicio sería, por supuesto, libre de costo”, revela.