Este 1ro de julio Cuba abrió oficialmente sus primeros hoteles al turismo internacional. Lo hizo solo en cayos adyacentes a la Isla luego de tres meses de cierre por la pandemia de coronavirus, sin indicios claros de su posible convocatoria y éxito económico a corto plazo, y con el imperativo de aplicar estrictas medidas de higiene y seguridad para evitar rebrotes que supongan una marcha atrás en el hoy controlado escenario epidemiológico del país.
La decisión, anunciada días atrás por el Ministerio de Turismo (Mintur), prevé únicamente la llegada de visitantes extranjeros a Cayo Coco, Cayo Guillermo, Cayo Cruz, Cayo Santa María y Cayo Largo ―los cuatro primeros situados en la cayería norte del centro de Isla, y el último, al sur del occidente cubano―, de los que los turistas por el momento no podrán salir. Mientras, otras instalaciones hoteleras y extrahoteleras ya abrieron sus puertas al mercado nacional, como parte del comienzo de la etapa post COVID-19.
Cuba abre al turismo extranjero el 1 de julio, pero solo en sus cayos
La primera fase de la desescalada, que ya finalizó en la mayoría de las provincias cubanas y en la que este viernes entró La Habana, busca ser el primer paso para una recuperación gradual y harto compleja, tanto por el impacto global de la pandemia como por las dificultades y lastres propios del escenario económico cubano en el cual el turismo tiene un peso fundamental.
Tras un 2019 desafortunado, en el que la industria turística de la Isla pasó de un pronóstico inicial de más de 5 millones de visitantes a no alcanzar los 4.3 millones ―lo que significó un decrecimiento del 9.25 %―, debido a hechos como la prohibición de los cruceros y la restricción de los vuelos a Cuba por parte del gobierno de los EEUU, el Mintur había apostado por un crecimiento discreto de sus operaciones en 2020. La meta era alcanzar los 4.5 millones de turistas y recuperar parcialmente sus finanzas golpeadas por la baja del año anterior, potenciando mercados emergentes como el ruso y el chino, e intentando mantener o recuperar las cuotas de mercados tradicionales como Canadá y los países europeos.
Y entonces, llegó la COVID-19
La pandemia congeló la actividad turística en el mundo y privó de golpe a Cuba de una de sus principales fuentes de ingreso ―la segunda, de acuerdo a cifras publicadas, por detrás de la venta de servicios profesionales al exterior, y responsable de un 10 % del PIB y de medio millón de empleos―, al causar la cancelación de numerosas reservas, el cierre de hoteles y la salida precipitada de muchos turistas ―más de 70 mil en diez días, según datos oficiales― tras reportarse en marzo los primeros casos ―precisamente visitantes foráneos― y decidirse el cierre del país por parte de las autoridades cubanas.
Miles de turistas salen de Cuba por medidas frente a la COVID-19
Por ello, no es de extrañar que desde que se anunciase el inicio de la etapa post COVID-19 el turismo tenga sobre sí muchas miradas desde dentro y fuera de la Isla. O, incluso, desde mucho antes porque, aun en pausa comercial, el sector no se mantuvo con los brazos cruzados y prácticamente desde el arranque de su forzado stand by comenzó a prepararse para el regreso. A pesar del cierre de las fronteras ―cuya apertura, prevista para la tercera fase de la desescalada, no tiene aún fecha definida―, algunas instalaciones se mantuvieron con turistas varados, empresarios extranjeros y personal sanitario, o funcionaron como centros de aislamiento. Además, no se detuvieron las inversiones, se aprovechó el cierre de muchos hoteles para trabajar en su mejora y mantenimiento, se rediseñaron las campañas publicitarias y se elaboraron los protocolos sanitarios para el reinicio de las actividades.
El reto para el sector turístico cubano es, entonces, equilibrar economía y salud; intentar maquillar aunque sea mínimamente un año nefasto a todas luces y aportar lo más posible a las menguadas arcas estatales, en momentos en que muchas puertas permanecen cerradas. Pero, al mismo tiempo, hacerlo sin poner en peligro los logros de Cuba en el control de la enfermedad y buscando resaltar, a la par de sus atractivos y valores tradicionales, nuevos valores asentados en la higiene y la seguridad de sus destinos, que en opinión de los expertos cobrarán mayor relevancia en la reconfiguración de la industria sin chimeneas durante la post pandemia.
Playas de Varadero reabiertas al público desde este miércoles
De fases y protocolos
Como el resto de las actividades sociales y económicas, el turismo cubano cuenta con su propia estrategia de desescalada. Fue elaborada por el Mintur siguiendo las fases establecidas para la etapa post COVID-19 en la Isla y las recomendaciones de las autoridades sanitarias. En una reciente intervención televisiva, Juan Carlos García Granda, ministro del sector, comentó que los protocolos elaborados buscan garantizar la seguridad y el disfrute de los clientes, y están en concordancia con las indicaciones emitidas por la Organización Mundial de la Salud, la Organización Mundial del Turismo y fueron asesorados y aprobados por el ministerio cubano de Salud Pública.
Como ya es conocido, el establecimiento de las diferentes fases se realiza de manera gradual y asimétrica, en dependencia de la situación epidemiológica de cada provincia cubana. La primera de ellas comenzó el pasado 18 de junio y finalizó este jueves en casi toda la Isla, salvo en La Habana y Matanzas ―que se unió días después― y en el caso específico del turismo contempla la apertura únicamente al mercado nacional, lo que incluye no solo parte de la red hotelera sino también las bases de campismo distribuidas a lo largo del país.
Para comenzar a operar, todas las instalaciones deben obtener una certificación sanitaria que acredite su seguridad y, una vez abiertas, mantienen una vigilancia clínico-epidemiológica las 24 horas, con la presencia de personal médico y un especialista en higiene. Otra de las claves para su funcionamiento es asegurar el distanciamiento físico entre los clientes y los trabajadores. En el caso de los hoteles, estos operan con todos sus servicios y su ocupación está en dependencia de sus propias condiciones, mientras que las bases de campismo funcionan como máximo al 60 % de su capacidad. En cuanto a los servicios extrahoteleros y los centros nocturnos ubicados en los hoteles, lo establecido es una ocupación entre un 30 y un 50%.
El protocolo seguido en esta fase también contempla el pesquisaje y la medición diaria de la temperatura corporal a trabajadores y clientes, la desinfección obligatoria de manos, superficies, locales, equipos y medios transportes utilizados ―en estos últimos, el uso del nasobuco o mascarilla desechable será obligatorio―; la utilización de los ascensores y piscinas solo al 50% de su capacidad; la organización de los servicios en piscinas, restaurantes y otras áreas comunes para garantizar el distanciamiento físico; y el retiro de los materiales y objetos no desinfectables, como revistas y plegables.
De igual forma, no se permitirá la entrada a las instalaciones de personas, y en particular de trabajadores, con síntomas respiratorios, y quienes los presenten serán remitidos a un centro de salud. Los empleados tienen también la responsabilidad de declarar la presencia de cualquier persona enferma o sospechosa de estarlo que detecten, y usar el nasobuco en zonas de riesgo. Además, el Mintur estableció una distancia de al menos 1.0 metro para todas las labores y allí donde no resulte posible la utilización de medios de protección, deben emplearse barreras de delimitación entre turistas y trabajadores, o rediseñarse los procesos, con énfasis en su digitalización.
La llegada de los primeros turistas extranjeros, como la que debía empezar este miércoles, estaba prevista para un segundo momento de la desescalada. En este, como ya se dijo al inicio del trabajo, el comienzo de las operaciones se limita a los cayos Largo, Coco, Guillermo, Cruz y Santa María, y los turistas estarán aislados de los demás territorios y la población de la Isla. Por tanto, solo podrán circular en el interior del cayo donde vacacionen y la renta de autos, las excursiones y la actividad náutica también estarán circunscritas a este lugar. Los bojeos a Cuba se mantienen prohibidos.
A los visitantes, que llegarán en vuelos chárter a los respectivos aeropuertos de los polos turísticos, se les realizará una prueba de PCR con vistas a detectar la posible presencia del coronavirus Sars-Cov-2, y en caso de que alguno presente síntomas durante su estadía, serán aislados en locales establecidos para ello dentro de los hoteles. Igualmente, en las instalaciones se mantendrán la atención médica y una vigilancia clínico-epidemiológica constante sobre clientes y trabajadores, así como las restantes medidas sanitarias y de seguridad fijadas para el turismo nacional.
No obstante, las medidas publicadas por el Mintur no especifican lo que sucedería con aquellos visitantes que den positivos al virus y sus contactos, aunque presumiblemente serían atendidos y hospitalizados ―al menos, en un primer momento― en la Isla, siguiendo el mismo protocolo de ingreso y tratamiento que ya ha sido aplicado a los visitantes foráneos que fueron detectados enfermos en el país antes de la suspensión de los vuelos y las operaciones turísticas.
En cuanto a los trabajadores de estos hoteles, se estableció un régimen de residencia dentro del polo turístico y una cuarentena obligatoria de siete días al salir de descanso. Al concluir el período de vigilancia, deberán realizarse un test rápido. Aquellos que no puedan cumplir con las condiciones de este sistema de trabajo, tendrán el mismo tratamiento laboral que han tenido durante la pandemia, lo que, sin dudas, aunque les garantizaría determinados derechos, repercutiría negativamente en sus bolsillos.
Para la tercera fase, cuyo inicio es muy difícil de predecir hoy en medio del expansivo escenario de la pandemia a nivel global, el gobierno cubano ha previsto la apertura de todos sus destinos al turismo internacional. También, el restablecimiento de las operaciones de circuitos, aunque con limitaciones en el número máximo de clientes, y el mantenimiento de las medidas de higiene y seguridad implementadas desde la primera fase, entre ellas la certificación sanitaria de las instalaciones, la atención médica y vigilancia clínico-epidemiológica permanente, y el establecimiento en los hoteles de condiciones de aislamiento para los turistas con síntomas respiratorios.
Llegado este punto, las fronteras del país ya estarían abiertas, por lo que, al menos en teoría, muchos visitantes arribarían a Cuba por su cuenta, desandarían la Isla siguiendo sus propios planes y no solo paquetes turísticos previamente contratados, se alojarían en casas particulares ―desde la primera fase los arrendadores privados pueden hospedar a turistas nacionales, pero no a los extranjeros― e intercambiarían sin grandes restricciones con la población cubana, por lo que para evitar que se conviertan en fuente de rebrotes ganaría prominencia el control en frontera y el respeto de las medidas establecidas a escala social y no ya, únicamente, los protocolos sanitarios de los hoteles.
De afuera y de adentro
A partir de las pautas establecidas por el Mintur y el gobierno cubano, ya los grupos hoteleros del país (Gran Caribe, Islazul, Gaviota, Cubanacán) y cadenas foráneas como Meliá, han venido informando sobre sus propias medidas, apertura de instalaciones, venta de reserva y campañas publicitarias, que enfatizan en la seguridad como valor de sus ofertas ―“Suyo y Seguro”, por ejemplo, es el nombre de la campaña del grupo Cubanacán, presentada la semana pasada a la prensa― y buscan recuperar en lo posible el tiempo y las ganancias perdidas. Sin embargo, por ahora el panorama es incierto, al menos en lo que respecta al turismo internacional.
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Los principales mercados emisores de turistas a Cuba ―Canadá, Rusia, Europa― permanecen cerrados o con fuertes restricciones para sus viajeros, y lo que podría suceder en los próximos meses permanece entre signos de interrogación. El economista y experto en temas de turismo José Luis Perelló, en declaraciones a la agencia de prensa AP, consideró que la apertura de este 1ro de julio es más bien “una señal” de Cuba para potenciales y futuros clientes, y no una posibilidad de recuperación real a corto plazo. “Lo primero que hay que saber es quiénes están en este año dispuestos a hacer turismo”.
Por su parte, Sunwing, el proveedor de viajes más grande de Canadá, aseguró que no tenían “planes inmediatos para comenzar a operar vuelos a Cuba”, pero que esperaba “que las restricciones pronto comiencen a aliviarse”. Mientras, un reporte de la prensa cubana reconocía este miércoles que “las agencias de viajes y turoperadores aún carecen de informes concretos sobre los primeros vuelos a la Isla para los extranjeros”, aunque afirmaba que “en su momento manifestaron recibir variados intereses de este tipo desde todo el mundo.”
Lo que suceda a partir de ahora puede ser visto entonces como una suerte de ensayo, de puesta a punto paulatina de cara quizá a la temporada alta, que habitualmente inicia en noviembre ―en coincidencia con los meses invernales en el hemisferio norte, donde vive el grueso de los turistas que suelen visitar Cuba―, o, incluso, al 2021, en dependencia de cómo evolucionen la pandemia y la economía. Las autoridades cubanas no han descartado, incluso, pasos intermedios dentro de la desescalada, como una reapertura gradual al mercado foráneo del balneario de Varadero, ya abierto para los turistas nacionales, siempre en función de la posible demanda y estableciendo una segmentación geográfica en el destino, para evitar el contacto entre visitantes cubanos y extranjeros antes de que sea decretada oficialmente la tercera fase.
Ya en esa fase, con la reapertura de las fronteras y el reinicio de los vuelos internacionales, deben comenzar a llegar también los cubanos residentes fuera de la Isla, un sector nada despreciable no solo por su impacto social sino también económico, que en 2019 sumó casi 624 mil visitas a Cuba, de ellas, más de 552 mil desde Estados Unidos. Y aunque se hospedan principalmente con familiares y en casas de renta, también hacen reservas en hoteles para ellos y/o sus familias, realizan excursiones, rentan autos, van a centros nocturnos, restaurantes y piscinas, y contratan otros servicios extrahoteleros.
No obstante, en contra de su posible aporte conspira el hecho de que ese momento culminante de la desescalada no tiene por ahora una fecha clara y que la compleja situación epidemiológica de Estados Unidos, donde vive y desde donde viaja la mayor parte de los emigrados cubanos, complica sobremanera cualquier previsión a corto o mediano plazo. También el que, aun cuando los vuelos desde territorio estadounidense sean finalmente autorizados por La Habana, el flujo ya ni se acercaría al del año pasado, no solo por la interrupción forzosa por el coronavirus, sino por las prohibiciones y recortes establecidos por Washington para las operaciones aéreas a la Isla.
En cualquier caso, para el turismo de Cuba resulta una quimera intentar acercarse a las cifras pronosticadas para este año ―el Mintur no se ha aventurado siquiera a lanzar una nueva previsión― y la caída en visitantes extranjeros y en los consecuentes ingresos que ellos generan ―unos 4.000 millones de dólares entre el sector estatal y el privado, según estimados no oficiales― podría ser funesta para la economía de la Isla.
La otra cara de la moneda es el turismo nacional. Aun cuando no cuenta ―al menos todavía― con el potencial para dinamizar el sector y multiplicar sus ganancias a la par de los visitantes extranjeros, el mercado interno ha venido creciendo en los últimos años y en 2020 podría tener un peso aún mayor. De acuerdo con cifras oficiales, en 2018 los turistas nacionales estuvieron por encima de los 1,6 millones, lo que significó un incremento del 23.4% en comparación con 2017; mientras que en el verano pasado el aumento fue del 15% en los hoteles en CUC (pesos cubanos convertibles), según informó el por entonces titular del sector, Manuel Marrero, hoy primer ministro del país.
Es difícil saber si este año podrían igualarse o superarse estos guarismos, teniendo en cuenta la contracción económica que afecta no solo las arcas del Estado sino también los bolsillos personales ―para no pocas familias cubanas seguramente hoy es mucho más prioritario conseguir los escasos y altamente demandados alimentos y productos de aseo que ir de vacaciones a un hotel― y las limitaciones lógicas que, aun en la desescalada, supone la COVID-19. Sin embargo, el Mintur no dudó en apuntar rápidamente a este sector del mercado apenas se anunció la vuelta progresiva a la normalidad y, junto con las más de 70 bases de campismo abiertas en la primera fase, las diferentes cadenas han comenzado promover hoteles y otros servicios para los cubanos.
A las oficinas de reservaciones de las propias cadenas y turoperadores como Havanatur, Cubatur y Ecotur, que según las autoridades del sector han sido incrementadas ―incluyendo puntos de venta móviles― para repartir la afluencia de clientes, ha subido también la apuesta por las reservas online, a través de los sitios web de las agencias y la aplicación Transfermóvil, cuyo uso por los cubanos, lo mismo para pagar la corriente eléctrica que para comprar algún producto de las tiendas virtuales, ha crecido en los últimos tiempos a la par del aumento de la conectividad en la Isla. La variante online también incluye la posibilidad de reservas desde el exterior, realizadas en dólares, euros u otras divisas, por familiares o amigos de los vacacionistas.
Por lo pronto, según algunos reportes de prensa y comentarios de directivos de las propias cadenas, la demanda por parte del mercado interno marcha a buen ritmo. En la oriental provincia de Holguín, por ejemplo, donde se encuentra el gustado balneario de Guardalavaca, las solicitudes han estado por encima de las reservas dispuestas ―en el entorno del 60% de la capacidad hotelera―, de acuerdo con Maikel Robert, especialista Comercial de la Delegación Territorial del Mintur, citado por la agencia Prensa Latina.
Noticias similares llegan desde otras provincias cubanas y, aunque no se han divulgado aún cifras y previsiones oficiales, presumiblemente esta tendencia debería continuar. Tal presunción se apoya, entre otros factores, en la reciente reapertura de Varadero, uno de los polos preferidos por los habitantes de la Isla, en el inicio de los meses de verano ―tradicionalmente los de mayor demanda por el mercado nacional―, y en el comienzo en La Habana de la primera fase de la etapa post COVID-19, que no solo permitiría la entrada en funcionamiento de instalaciones turísticas en la capital sino también la compra de reservaciones por los habaneros, sin dudas por su número y poder adquisitivo medio, uno de los públicos clave para el turismo nacional.
Queda entonces esperar por el avance de la actual temporada turística en Cuba, sus posibles cifras repartidas entre el mercado interno y los visitantes internacionales, la aplicación de sus fases y pasos para la desescalada y la efectividad de sus protocolos sanitarios para prevenir rebrotes de la COVID-19 en la Isla. La industria sin chimeneas cubana ya arrancó sus motores, pero en el complejísimo contexto actual, ello no es suficiente. No basta con que la locomotora comience su marcha; hacen falta también clientes que llevar y preservar la salud y la seguridad para llegar a buen destino.
Gran analisis!