Una oportunidad para relanzar las relaciones Cuba-Unión Europea

La bandera de la Unión Europea ondea enfrente de la misión de la UE en Moscú, Rusia. Foto: Pavel Golovkin / AP.

La bandera de la Unión Europea ondea enfrente de la misión de la UE en Moscú, Rusia. Foto: Pavel Golovkin / AP.

Esta semana se reanudaron las conversaciones entre Cuba y la Unión Europea para relanzar sus relaciones. El anterior periodo estuvo marcado por el rechazo cubano y el irrespeto estadounidense a la posición común europea de 1996. Ese planteo fue un intento europeo fallido de definir los términos de una relación triangular que tiene en sus otros vértices a EE.UU, como par, en una lógica de grandes poderes, y Cuba como país subdesarrollado, con una relación histórico-cultural y económica especial con Europa. A pesar de la posición ventajosa de pivote en un ménage à trois, donde convergen relaciones cordiales desde dos vértices adversarios entre sí, Europa nunca ha influido decisivamente la relación triangular Habana-Bruselas-Washington.

Dieciocho años de posición común europea sobre Cuba confirman que la política de intercambio limitado y sanciones simbólicas después de 2003 redujo la influencia europea en la adaptación cubana a un mundo posguerra fría. Cuba diversificó sus relaciones exteriores, al aminorar el peso de Europa y Canadá como incomodos socios comerciales e inversionistas en los años noventa con afiliaciones estratégicas con Venezuela, China y últimamente Rusia. El ascenso de la izquierda latinoamericana otorgó a Cuba un mayor espacio en el mundo en desarrollo a través del movimiento no alineado y el grupo de los 77. Cuba encabezó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en 2013 sirviendo desde la troika directiva como bisagra para acuerdos y diálogos con China, Rusia, y los BRICS.

¿Cuáles deben ser las prioridades para relanzar la relación entre la Unión Europea y Cuba?

Lo perfecto es enemigo de lo bueno: Hay una coyuntura favorable para un buen acuerdo que implícitamente reemplazaría la posición común. Cuba y la Unión Europea deben consumarlo sin grandes dilaciones que abrirían oportunidades a aguafiestas. La posición del exilio anticastrista intransigente es débil y concentrada en mantener la política estadounidense de embargo. Por ser la primera potencia mundial, EE.UU, que en condiciones normales llevaría la voz cantante en el diseño occidental de política hacia la Isla, tiene hoy tiene demasiado ruido en su agenda exterior como para priorizar el tema cubano. Con un acuerdo marco en los próximos meses, Cuba y la Unión Europea madrugarían a Washington y Miami.

Es la economía, estúpido: Relanzar la relación económica con Europa sería un gran estímulo al proceso de reformas en Cuba. Más allá de los beneficios materiales inmediatos, un acuerdo Cuba-Europa tendría significativos derrames sobre otros actores internacionales y enviaría señales para el resto del mundo empresarial, incluyendo el de EE.UU y América Latina. Para Europa fortalecer el comercio y las inversiones con Cuba es más que acceder sin competencia estadounidense a un mercado de once millones de personas. Cuba es un espacio transnacional que puede duplicar su número de turistas en un par de años si la política estadounidense cambia. La integración económica con una diáspora relativamente afluente, que envía remesas por más de un billón de dólares anuales, podría aumentar drásticamente el poder adquisitivo de los cubanos en los próximos años.

En términos de promoción de valores democráticos, Europa catalizaría cuatro factores de liberalización política como efecto indirecto de las transformaciones económicas en curso: 1) el impacto social del ascenso económico del sector no estatal, incluyendo la inversión extranjera, y los mecanismos de mercado; 2) el incremento de la influencia exterior desde sociedades pluralistas en las elites cubanas a partir de la apertura recíproca “de Cuba al mundo, y del mundo a Cuba”- como pidió Juan Pablo II; 3) La mejoría en el nivel de vida de la población, pues resueltas necesidades vitales como comida y vivienda, los cubanos demandaran mejor gobernabilidad y participación. Se trata de una población con educación de clase media; 4) La activación de sectores intelectuales y empresariales con acceso a las nuevas tecnologías, las redes sociales y los medios de difusión masiva.

Las experiencias de China y Vietnam demuestran que cuando los líderes comunistas lanzan reformas hacia una economía mixta sin renunciar al monopolio unipartidista, el mejor vehículo para el empoderamiento de la sociedad civil frente al estado controlador son las fuerzas del mercado. La liberalización política ocurre como un efecto indirecto en expansiones de libertades de viajes, expresión, educación plural, y entrenamiento social para comportamientos autónomos.

Institucionalizar el dialogo político: Bruselas y la Habana tienen diferencias importantes de intereses, valores y principios de política exterior. Tal reconocimiento no implica olvidar las potencialidades de cooperación y que la mayoría de los conflictos son manejables.

Tanto la Habana como Bruselas pueden desarrollar foros periódicos sobre derechos humanos que canalicen los roles de denuncia que cada cual se ha asignado. Si Europa quiere expresar públicamente sus diferencias con el sistema político cubano, dialogar con la sociedad civil, o repudiar un comportamiento específico del gobierno cubano tendría formas de hacerlo sin acritud. Si Cuba quiere ser bandera del mundo subdesarrollado, condenando prácticas económicas o políticas migratorias europeas, debe hacerlo en el marco de los análisis universales periódicos del Comité de Derechos Humanos o en diálogos directos con la Unión. Si hay programas de cooperación con condicionalidad, cada parte puede elegir sin drama participar de los mismos o no.

No olvidar los efectos indirectos en la relación triangular con Washington: A diferencia de EE.UU, la política de Europa tiene un espacio de comunión con sectores reformistas del estado cubano y la sociedad civil adversa a la imposición de un cambio de régimen. Los mejores aliados cubanos de Europa están en la Isla, no en el exilio intransigente. Hasta la posición común está centrada en la realización progresiva de los derechos humanos a partir de la apertura política, la adopción de una economía de mercado y el mejoramiento del nivel de vida de la población cubana. Cada uno de esos tres procesos es concebido como positivo.

Cuba y Europa pueden movilizar espacios culturales, económicos, políticos, y educativos con implicaciones directas en EE.UU y América Latina. Un ejemplo notable es el de los emigrados cubanos en Europa, un sector con apegos importantes dentro de la sociedad cubana, europea y cubano-americana. Ese sector que no está limitado por el embargo estadounidense ha expresado un alto nivel de inseguridad política como barrera a su participación como empresarios en la reforma económica cubana. Una facilitación intergubernamental europeo-cubana para la disipación de esas aprensiones abriría apetencias empresariales para la inversión en su país de origen. Tal desarrollo tendría impactos en EE.UU fortaleciendo allí agendas afines a las posturas de Cuba y Europa.

En la víspera de la cumbre de las Américas de 2015, Bruselas facilitaría a la Administración Obama un camino para mejorar las relaciones con Cuba en sus últimos dos años en la Casa Blanca, el periodo cuando los presidentes norteamericanos tienen la mayor autonomía en política exterior. Una fluida relación Europa-Cuba facilitaría también a Raúl Castro la posibilidad de un legado presidencial propio, el de reformador, dejando una economía mixta sustentable a sus sucesores.

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