Desde “ataques acústicos” hasta afecciones por neuronotoxinas, desde un virus hasta el canto de grillos, desde histeria colectiva hasta causas diversas convertidas en una sola por motivos políticos. Estas han sido algunas de las hipótesis utilizadas para intentar explicar el llamado “Síndrome de La Habana”, los misteriosos incidentes de salud reportados por diplomáticos norteamericanos en la capital de la Isla.
Ahora, estas aún inexplicables afectaciones vuelven a debate en el seminario “Is There a Havana´s Syndrome?”, que sesiona este lunes y martes en el Centro de Neurociencias de Cuba (CNEURO) con la presencia de reconocidos investigadores cubanos y extranjeros, entre ellos de los Estados Unidos.
El objetivo de la cita, en la que los asistentes analizan diferentes perspectivas de lo sucedido a funcionarios de EE.UU. y Canadá tres años atrás, es “llegar a la verdad con una discusión científica franca”, en palabras de Mitchell Valdés-Sosa, director del CNEURO.
“Para nosotros la realización de este evento es muy importante porque todavía sigue sin esclarecerse lo sucedido”, explicó a la prensa Valdés-Sosa, integrante de la comisión cubana que ha investigado los hechos desde que fueron reportados públicamente los primeros casos en 2017, y quien estima que “con el paso del tiempo la verdad va a salir”.
“En el seminario están presentes distintas opiniones, autores que han escrito desde sus puntos de vista sobre lo sucedido, y estamos debatiendo como debe hacer la ciencia, de una forma crítica pero respetuosa, porque debatir la evidencia científica de manera seria y abierta es necesario para llegar a las mejores conclusiones”, aseguró el científico.
Valdés-Sosa confirmó la posición cubana desde los primeros registros, la cual desecha la teoría sobre ataques deliberados a los funcionarios norteamericanos, algo que califica como “ciencia ficción”. No obstante, no negó que, ciertamente, puedan existir problemas de salud en los diplomáticos.
Además, lamentó que la colaboración con instituciones estadounidenses –al margen del intercambio con científicos y profesores como los presentes ahora en La Habana– no haya sido lo fluida y abierta que la situación amerita, lo que contrasta con el intercambio con sus pares canadienses, con quienes llevan adelante un investigación todavía en curso.
“Nosotros no estamos cerrados a examinar ninguna hipótesis”, dijo el director del CNEURO, y aseveró que la mejor forma de ayudar a los enfermos es “descubrir la verdad y contarla. Por eso organizamos el evento, para que sirva como diálogo en el que podamos compartir nuestros conocimientos e intercambiar desde una perspectiva desprejuiciada y abarcadora”.
Uno de los participantes internacionales es el estadounidense Mark Cohen, de la Universidad de Los Ángeles, para quien “esos incidentes se han convertido en un desafío para la comunidad científica de todo el mundo”.
Cohen, autor de una ponencia sobre las imágenes cerebrales relacionadas con el caso, dijo estar “extremadamente interesado en la fuente y la naturaleza de las enfermedades informadas por los diplomáticos estadounidenses” y apoyó la realización de “un debate objetivo y responsable que confirme el valor de la ciencia para conocer qué ocurrió en realidad”, un sentir reiterado por otros asistentes.
Otras reconocidas figuras de la ciencia presentes en el evento –el cual es transmitido por streaming— son los también profesores estadounidenses Mark Rasenick, de la Universidad de Illinois; Beatrice Golomb, de la Universidad de San Diego; y Robert Bartholomew, de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda); así como el israelí Alon Friedman, de la Universidad de Halifax (Canadá); y el italiano Sergio Della Sala, de la Universidad de Edimburgo (Escocia).
Este último resaltó este lunes la necesidad de contar con evidencias sólidas para respaldar las hipótesis sobre el caso y se refirió a la manera en que lo ocurrido trascendió en los medios de prensa, a partir de fuentes y publicaciones científicas que, en su opinión, comparten responsabilidad sobre teorías erróneas divulgadas internacionalmente.
También lamentó que los investigadores cubanos no hayan publicado estudios sobre la población cercana a las casas de los diplomáticos afectados que permitan contrastar con los ya conocidos –y cuestionados por otros autores– acerca de estos últimos.
Hasta la fecha las causas de las afecciones sufridas por unos 40 diplomáticos estadounidenses y canadienses en La Habana sigue siendo desconocida. Los síntomas reportados incluyen mareos, náuseas, disminución auditiva, baja concentración, visión borrosa y pérdida de memoria, y fueron atribuidos por la Administración de Donald Trump a presuntos ataques contra sus funcionarios.
Con este argumento, el gobierno de EE.UU. –que no ha compartido con Cuba la mayor parte de los resultados de sus investigaciones sobre el caso–, llevó a mínimos su presencia diplomática en La Habana, mudó los trámites consulares de los cubanos a terceros países, y realizó una alerta de viaje a sus ciudadanos, en medio de un incremento de las sanciones contra la Isla.