Emprender con inteligencia

Foto: Alain L. Gutiérrez

Foto: Alain L. Gutiérrez

En el número 60 de la calle San Mariano, en La Víbora, se levanta una chimenea galvanizada que emana deliciosos olores, y proclama que algo se cuece en las entrañas de una ciudad signada por lentas pero esperanzadoras reformas económicas. Gases resultantes de un proceso de deshidratación de ajo y otros condimentos, son lo único que dejan escapar tres profesionales puestos de acuerdo para convertir una idea ingenieril en negocio propio.

El ajo es el resultado de un camino. No es una idea que se me ocurrió un día, sentado en el portal de mi casa, porque ahora hay licencia de cuentapropismo. Así lo cuenta el ingeniero Carlos Fernández-Aballí, líder del proyecto.

A sus 29 años, es profesor en el Instituto Superior Politécnico “José Antonio Echeverría” (ISPJAE), y tiene ya mucho que contar. Junto a su familia vivió en Venezuela y luego en Inglaterra, donde estudió Diseño de Sistemas de Ingeniería, en la Universidad de Bristol.

Es una disciplina pionera, cuyo objetivo es formar especialistas en la solución de asuntos complejos. En Bristol comprendí que en un mundo consumista, de 9000 millones de habitantes para el 2050, los problemas esenciales que va a tener la humanidad serán, por ejemplo, cómo tener agua potable, cómo respirar aire puro, cómo tener energía para transformar la materia. Todos fundamentalmente técnicos. En esas áreas residen los retos de ingeniería más importantes que tenemos que resolver.

Como estudiante participó en el surgimiento de la rama de Ingenieros Sin Fronteras, en el año 2000, y coordinó equipos con profesores y alumnos de diversas ingenierías del IPSJAE. Ganaron varios Mondialogo Engineering Awards, convocados por la UNESCO y la Daimler, que buscaban estimular proyectos de desarrollo, pero nunca pudieron implementarlos. Quizás desafiado por esta secuencia de fracasos, y estimulado por otros logros, recaló en el ajo, sin abandonar el aula universitaria.

Hoy la pequeña planta de productos Purita puede producir hasta 200 kg mensuales, pero esperan asociarse pronto con la Empresa Agropecuaria Metropolitana para llegar hasta 300 kg diarios utilizando una nueva planta –también diseñada y construida por ellos–, que deberá funcionar con energía solar, calentando aire para la deshidratación. En sus pequeños sobrecitos llenos de yerbas secas y verdes –exquisita dualidad–, reza: “deshidratar es una forma ecológica de conservar los alimentos”. Es que otras formas de conservación requieren refrigeración y se incurre con ello en gastos financieros y costos ambientales.

Carlos Fernández-Aballí aparenta ser un optimista a todas. Reconoce que todavía no ha ganado mucho dinero –aunque a los operarios de la planta les ha ido mejor–, pero confía en que la dinámica futura de la economía cubana le permitirá remontar la meseta actual.

Soy ingeniero y por eso soy emprendedor, se le oye decir.

¿Crees que hay oportunidades para que otros profesionales marchen al emprendimiento sin renunciar a su formación?
Tengo la intuición de que la ley permite hacer muchas cosas ya, y que lo que sigue retardando el avance del país en este camino es la mentalidad de algunas de las personas que toman decisiones, y de muchos ciudadanos, porque hemos sido lentos para interpretar el marco legal disponible. La lista de las 181 actividades autorizadas la puedes mirar como una limitación, si ves el vaso medio vacío; si lo ves medio lleno, es una guía del grupo de actividades que en este país ya tenían demanda en el mercado, y lo que se ha hecho es legalizarlas para poder cobrar impuestos. Todo depende de la interpretación de la ley. Bajo esas mismas reglas se pueden construir actividades de altísima complejidad, interrelacionando licencias.

¿Entonces se trata de un asunto de “interpretación” correcta de las oportunidades de negocio que brinda la legalidad vigente en Cuba?
Categóricamente, sí. También influye la edad. Las licencias que se otorgaron en los 90 se percibieron como un mal necesario. No es así hoy. Pero aquí predominó un esquema de estatización casi absoluta. El sector profesional en Cuba compró la idea de que íbamos, como sociedad, a encontrar algo mejor que el mercado para reasignar los recursos y que llegaran a manos de los más capaces. En Cuba se pensó “ganarle” al mercado, y esa es una definición incorrecta del problema como meta de desarrollo. Al mercado no hay que ganarle; al mercado hay que usarlo para sobreponerse a la lógica del consumo desmedido, a la segregación, a la distribución desigual de los recursos, a la destrucción del medio ambiente.

¿Las personas que han estudiado en la universidad tienen ante sí nichos en los que podrían ubicarse?
Es un imperativo. Si los profesionales no entran a jugar con sus competencias en formas no estatales de empleo, va a ser más difícil solucionar asuntos estratégicos para el país y que ahora se resuelven a base de importaciones, o no se resuelven. Por ejemplo, la producción de un tren o la vivienda social sustentable, o la energización de la sociedad a partir de las fuentes renovables que tiene Cuba. El país realiza grandes importaciones en combustibles y lubricantes, sin embargo, tenemos reservas energéticas y profesionales con conocimiento suficiente para suplir esos gastos, aunque haya que importar algunas partes de las cadenas de valor.

Hoy un emprendedor cubano puede firmar un contrato de producción cooperada con el Estado para operar un hotel o fabricar un tren. Hoy se puede. Falta agitar a los cubanos para que usen sus leyes, sus derechos. Emprender es de por sí una crítica social, es encontrar una brecha, es identificar un problema que no está resuelto. Tenemos sol, tierra e inteligencia. Hay que dejar de importar inteligencia, y reubicar la nuestra para que impulse el desarrollo. Somos el único país del mundo con un alto índice de desarrollo humano y una huella ecológica por debajo de la capacidad de regeneración del planeta. Si logramos articular nuestra economía sin sacrificar esas posiciones, tendremos la posibilidad –entonces sí– de “ganarle” al mercado en el mercado.

La chimenea
La chimenea
También deshidratan semillas como el maní
También deshidratan semillas como el maní
Perejil deshidratado
Perejil deshidratado

Sazón Purita: "elaborados con productos del campo cubano, con amor y calidad".

Sazón Purita: “elaborados con productos del campo cubano, con amor y calidad”.

 

Etiqueta (Anverso/ Reverso)
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Fotos: Alain Gutiérrez / Daniel Álvarez Durán

Vea además: Trabajo por cuenta propia en Cuba (Infografía)

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